Londres: Mis mejores salas de conciertos

Londres: Mis mejores salas de conciertos

La principal diferencia de irse de concierto en España o hacerlo en la capital británica: la previa. Lo que en Casa Paco serían unas cañas bien tiradas de barril, una ración de calamares, media de chorizo, dos de bravas, chopitos y pulpo a la gallega, en el Winchester es una pinta.

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Qué buenos son los días de concierto en Londres. Aunque para ser sincero, un día de concierto es un gran día estés donde estés. Ponte tus pantalones pitillo, esas zapas rotas tan antiguas que hasta a tu abuela sonrojarían pero que amas, la camiseta de los conciertos -como diría aquel-, las llaves, el móvil, la cartera y, por favor, las entradas. No será la primera vez. Es uno de tus grupos favoritos y tocan en una sala que te encanta. Te has pasado toda la semana escuchando su último álbum en el iPod, incluso hiciste algo de research online para saber en qué ciudad fue bautizado el batería o de qué colegio fue expulsado el bajo. Sales del metro -aún hueles a colonia- y te encuentras con el resto de tus amigos que ya han empezado con la cerveza jamaicana Red Stripe. Uno comenta que les vio hace la friolera de cinco años en el Festival Internacional de Benicassim -cuando el FIB era el FIB y el cabeza de cartel no era Bebe-, otro dice que es la primera vez que pisa una sala de concierto en Londres, todos se ríen. Aquí va la principal diferencia de irse de concierto en España o hacerlo en la capital británica: la previa. Lo que en Casa Paco serían unas cañas bien tiradas de barril, una ración de calamares, media de chorizo, dos de bravas, chopitos y pulpo a la gallega, en el Winchester es una pinta, o lo que es lo mismo, casi medio litro de cerveza no muy fría y sin fuerza.

Aún recuerdo cuando compramos las entradas a través de Ticketmaster, una de las webs más fiables, varios meses atrás. Cuando lo hice, recordé algunos de los conciertos -más de veinte y sumando- a los que he ido en la capital inglesa. Para salas entrañables aquella de nombre Bush Hall cerca de Shepherd Bush y donde tuve el placer de conocer a Chrysta Bell. Abierta desde 2001, es considerada una de las salas de conciertos más pequeñas de Londres. Enclave que ha visto desfilar -sí, como lo oís- a Kate Moss, y tocar a artistas como la difunta -aún no me lo creo- Amy Winehouse. Otros como Adele, Alanis Morisette, Duffy, Florence and The Machine, Kings of Leon, Laura Marling, Mark Knopfler, The Killers o Nick Cave también han pasado por el Bush Hall. También me vino a la mente mi primer concierto en la ciudad en la Electric Ballroom de Camden. El local, de un tamaño bastante aceptable y una acústica muy buena, ha albergado desde Sid Vicious hasta The Clash, pasando por Madness y como no podía ser de otra manera, The Smiths. Yo, más acorde a los tiempos, fui a ver a Cage the Elephant.

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Bush Hall: un lugar como no hay otro igual, con música de primera y lejos del bullicio del centro de Londres. Foto: bushhallmusic.co.uk/Ewan-M CC (Flickr).

Sin irnos muy lejos de la Electric Ballroom de Camden y de tono un poco más comercial, la sala Koko sigue ofreciendo de vez en cuando buen cartel en sus conciertos. Me recuerda mucho a la sala Joy Eslava de Madrid -para aquellos que solíamos visitarla en nuestra tierna juventud-, pero con un toque más decadente y festivo a la vez. The Sounds fueron víctimas de mi crítica en un concierto que recuerdo se retrasó hora y media, sin embargo Maja Ivarsson lo bordó. Una vez se entra en el distrito de Camden, es difícil salir sin perderse por sus salas de conciertos: Jazz Café, Barfly, Roundhouse. Cada cual mejor. Al igual que uno va a Nueva York siguiendo la estela del cine, Londres es la ciudad de la música y cada calle tiene escrita bajo sus adoquines un nombre, una canción, una historia. Una de mis salas favoritas por la calidad de sus conciertos es Heaven, bajo los arcos de Villiers Street en pleno centro de Londres. The Feeling, Miles Kane o Lucy Rose, son sólo algunos de los grupos que he visto en ella. Próximamente tocarán Hurts, Everything Everything y John Grant.

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El grupo Band of Horses decidió cerrar su gira 2012 en el Hammersmith Apollo de Londres. Foto: RGS.

Y es que un buen concierto es aquel que suma buena música con buen ambiente, ya sea rock, pop, reggae, electro o folk. Un gran ejemplo de esta sinergia fue el concierto de Russian Red al que tuve la suerte de asistir en la Union Chapel de Islington. Y allí estaba ella, Lourdes Hernández, y ellos, los músicos de Belle & Sebastian que se han unido a ella en la gira de su último álbum Fuerteventura, en un entorno eclesiástico de lo más espiritual, mágico y, hasta me atrevería a decir, demasiado perfecto. Todo un acierto. No puedo dejar de nombrar dos salas con solera y que cada vez que hay concierto cuelgan el cartel de Sold out (agotado), me refiero al Hammersmith Apollo y al O2 Academy en Brixton. La primera, de estilo teatro -ay, cómo me recuerda a aquellos cines Benlliure en Madrid-, se encuentra al Oeste de Londres y no sólo cuenta con una acústica envidiable sino que ha contado con la presencia de bandas de primera como Band of Horses. La segunda sala la conocí gracias a los veraniegos The Wombats y a aquel concierto en solitario de Peter Doherty -jamás olvidaré las bailarinas que lo acompañaron durante toda su actuación-. Y muchas otras más que me dejo en el tintero: Scala y sus conciertos Spanish style, Somerset House, The 100 Club y sus conciertos patrocinados por Converse... ¡y el día sólo tiene 24 horas!

El grupo que hemos venido a ver está a punto de salir a tocar. Son puntuales, los británicos suelen serlo casi siempre. Llevamos hora y media en la sala y hemos visto a dos teloneros que perfectamente podrían haber sido los cabezas de cartel. Así es Londres, muchas veces los teloneros superan en calidad al grupo principal. La música de ambiente se apaga y con ella las luces, la gente chilla, silba y todos comienzan a aplaudir. De la nada aparece la banda, una luz los ilumina y antes de siquiera saludar, el batería comienza a aporrear su tambor con fuerza seguido de los acordes del guitarrista y los gritos del vocalista. Parece que fue ayer cuando compramos las entradas. Todo el mundo salta, nosotros también. Un grupo de foráneos nos avasalla, la multitud empuja hacia adelante y por un instante nos separamos. Ya nadie se acuerda de lo diferentes que somos ingleses y españoles, la música hace a todos iguales.