Los capitanes intrépidos de Greenpeace

Los capitanes intrépidos de Greenpeace

Arrestados, perseguidos, acusados de piratas y salteadores, los capitanes de los barcos de Greenpeace siguen navegando al vaivén de los desastres ecológicos en un planeta que ya no les parece tan grande, a fuerza de darle vueltas.

RMT

Arrestados, perseguidos, acusados de piratas y salteadores, los capitanes de los barcos de Greenpeace siguen navegando al vaivén de los desastres ecológicos en un planeta que ya no les parece tan grande, a fuerza de darle vueltas. Tres son los barcos que hoy tiene esta organización ecologista: el Esperanza, que está en el Océano Indico, el Rainbow Warrior III, que navega por Indonesia, y el Arctic Sunrise, que ha visitado España y ahora viaja por la costa francesa en busca de una pesca sostenible.

El argentino Daniel Rizzotti y el norteamericano Joel Stewart son los dos encargados del timón en esta última singladura, que ya dura tres meses. Hace unos días, se dieron el relevo en Bilbao, mientras decenas de vascos visitaban el emblemático barco aparcado en la ría.

Rizzotti, que se cruzó el Mediterráneo dentro de una campaña de apoyo a los pequeños pescadores europeos, un hombre tranquilo, poco hablador pero "muy cercano", en palabras de su tripulación, llegó a Greenpeace desde la Marina Militar argentina, con la que estuvo desplazado en Patagonia. "Yo nací tierra adentro, en Tucumán, pero llevo la sangre de mi abuelo italiano, que era marino, y un día decidí combinarla con mi compromiso con el medio ambiente", va relatando en la sala de estar (el lunch) del Arctic Sunrise, mientras navegamos por el Atlántico. Por un ojo de buey se adivina a lo lejos la costa portuguesa.

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Daniel Rizzotti ante el Arctic Sunrise. Foto: RMT.

En los 17 años que lleva a bordo de Greenpeace, pilotando los tres barcos en tandas de tres meses en el mar y tres en tierra, ha visitado las costas indonesias en guerra con su deforestación; ha estado en el Mar del Norte, mientras sus marineros/activistas se encadenaban a una plataforma petrolera; ha interceptado arrastreros; y hasta ha bloqueado un buque de Estados Unidos durante la Guerra de Irak. Lo hizo frente a la base de Rota (Cádiz), y por ello tuvo un juicio y fue condenado a seis meses de prisión. Uno de sus peores momentos, asegura.

"Estuve dos años sin volver a España, pero los juicios son algo que forman parte del compromiso que adquirimos. En Greenpeace nos entrenamos para rebajar la tensión, para evitar la violencia; suelen ser los militares o las fuerzas de seguridad las que la utilizan contra nosotros", recuerda. Y mientras rememora aventuras y enfrentamientos, viene a la cabeza la imagen del bombardeo francés que hundió el primer Rainbow Warrior, cuando trataba de impedir pruebas nucleares en el atolón de Mururoa, en 1985. Entonces murió un fotógrafo portugués.

Rizzotti aún no formaba parte de este ejército verde, que lleva muchos años haciendo escrache a los protagonistas de la destrucción del planeta, pero cuando se alistó supo que, como capitán, suya es la responsabilidad de las acciones, planificadas al detalle por la organización, y también la seguridad de todos los que van a bordo, así como la tarea de organizar y relajar la convivencia, que no siempre es fácil. "Es un espacio pequeño, 50 metros de eslora, y pasamos semanas juntos, pero a todos nos unen dos cosas: la protección del medio ambiente y un punto de locura".

Este viaje dando la vuelta a Europa ha sido tranquilo. Sin acciones sorpresas, ni boicots, ni abordajes. Pero el argentino se iba en su último día con una foto grabada: "Es la imagen de un vecindario, el de los pescadores artesanales de toda Europa, compuesto de gentes distintas, pero que comparten un problema, la destrucción de los mares, porque en la naturaleza no hay fronteras".

Otro recuerdo en su maleta: el de que España es el único país de la decena visitados por el Arctic Sunrise donde no pudo ver la cara de ninguna autoridad del Gobierno. "Es un gran desinterés por su parte", apuntaba antes de dejar el bastón de mando a Joel Stewart y volver a casa, aunque no por mucho tiempo: "En julio salgo para el Ártico con este mismo barco en una misión científica. A veces, casi no tengo tiempo de deshacer la maleta".

Stewart, nacido en Oregón, no tardó en hacerse con el timón, con la sonrisa dibujada en el rostro. Se le notaban las ganas de embarcar. Durante muchos años trabajó en mercantes y en barcos de los que sobrepescan para acabar tirando peces muertos por la borda. Ocurría, y aún ocurre, en Alaska, donde en 1989 vio con sus ojos el hundimiento del petrolero Exxon Valdez. "Aquello fue un desastre, un shock. Decidí que tenía que hacer algo, así que me ofrecí a Greenpeace como capitán. En estos 24 años he visto de todo, pero lo mejor es que no somos considerados los radicales del medio ambiente porque el tema preocupa ya a mucha gente. Ese es el mejor pago por este trabajo".

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Joel Stewart en la cubierta del Arctic Sunrise. Foto: RMT.

Tanto navegar y compartir, Stewart acabó casándose con una vasca, activista de la misma organización. Muchos a bordo del Arctic Sunrise reconocían que no compartir con la pareja esta pasión por cambiar las cosas, y en un hogar flotante, complica las relaciones personales, así que hay romances que se gestan sobre las olas.

Especialmente preocupado por el Ártico y los corales, Stewart, como Rizzotti, ha tenido también problemas con la Justicia, un asunto que no está entre sus preocupaciones: "He navegado en todos los barcos de Greenpeace, y por todos los lados. En un momento determinado me fui de la ONG, pero acabé volviendo a bordo y ya no tengo intención de bajarme porque hay mucho por hacer, pese a esos problemas. Hay que tener claro que los criminales son los que destruyen, no nosotros".

No puede negar que su timón preferido está en la torre de mando del velero Rainbow Warrior, ahora ya el tercero de la saga, pero se le veía feliz recorriendo el Arctic Sunrise mientras niños y adultos de Bilbao preguntaban a su alrededor: ¿Y quién es el capitán?, sin sospechar que le tenían al lado. "Este es un barco pequeño, pero muy seguro. Antes de comprarlo, hicimos muchas acciones contra él porque se dedicaba a la caza de focas. Lo suyo ha sido toda una reconversión, la misma que necesitamos los humanos: dejar de destruir y dedicarnos a proteger".

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El Arctic Sunrise. Foto: RMT.

Blog de la autora: Laboratorio para Sapiens.