Si Sampaoli dirigiera Podemos

Si Sampaoli dirigiera Podemos

¿Es posible extraer algún tipo de lección de los éxitos que está cosechando en el Sevilla el entrenador argentino Jorge Sampaoli para trasladarlo a otros ámbitos? ¿Son extrapolables las pautas metodológicas de gestión y dirección de equipos como los de Sampaoli, orientados al alto rendimiento deportivo, a una organización política?

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Jorge Sampaoli recibe el Trofeo Comunidad Iberoamericana de manos del rey Felipe VI (EFE).

"La solución que parece más fácil es de hecho la más difícil." Johan Cruyff

Hace unos pocos días, en una entrevista realizada en una conocida cadena de radio, el entrenador argentino Jorge Sampaoli, en un alarde de valentía inusual en el mundo del fútbol, declaró su simpatía por la organización política Podemos. A pesar de la indiferencia generalizada mostrada desde la dirección del partido morado ante dichas declaraciones, el secretario político, Íñigo Errejón, principal portavoz del sector más aperturista de la formación, supo valorar el hecho de que el actual entrenador del Sevilla F.C. no es uno más de entre tantos de la liga española y publicó un comentario al respecto en las redes sociales.

Estamos hablando del entrenador de un equipo que está luchando codo a codo con el Real Madrid, el F.C. Barcelona y el Atlético de Madrid por el título de liga, al tiempo que mantiene todas sus opciones de poder hacer algo grande en la Champions League. ¿Es posible extraer algún tipo de lección de los éxitos que está cosechando el coach del Sevilla para trasladarlo a otros ámbitos? ¿Son extrapolables las pautas metodológicas de gestión y dirección de equipos como los de Sampaoli, orientados al alto rendimiento deportivo, a una organización política? El mundo de la empresa y la investigación, entornos repletos de incertidumbre y necesidad de resultados, ya han utilizado las enseñanzas de técnicos deportivos, gestores y deportistas en aras de mejorar procesos y organizar sus equipos de trabajo de la manera más eficiente posible. Por tanto, la política no debería ser ninguna excepción. Aquí van algunas ideas.

Los jugadores fichados se adaptan al modelo de juego, y no al revés.

Es conocido el gusto de Sampaoli por el juego de posesión y de la recuperación rápida del balón. Pues bien, el desarrollo de un modelo de estas características, que se lleva a cabo con el convencimiento de que es el mejor para obtener la victoria, conlleva el uso de unos jugadores de determinado perfil que Monchi, el secretario técnico, se ha encargado de localizar y fichar para su club. Estamos hablando de que las cualidades que priman para formar parte del plantel no tienen que ver con la lealtad, las relaciones personales o el conocimiento previo, sino con disponer de un alto grado de destreza en una o varias habilidades concretas. En este sentido, incorporaciones valiosas como las del "Mudo" Vázquez o Ben Yedder, por poner dos ejemplos recientes, son realizadas como consecuencia de una sintonía con el proyecto y una necesidad de recursos específicos para ejecutarlo. En política suele ser, salvo honrosas excepciones, al revés. Las incorporaciones a la dirección organizativa e incluso a puestos de asesoramiento o asistencia, donde se presupone una necesidad de competencias específicas en determinados asuntos, se realizan primando la afinidad personal y/o ideológica (y en no pocas ocasiones hasta el parentesco), por delante de la capacidad.

El respeto y la lealtad se ganan, no se fichan.

Pretender ganar la confianza, el respeto y la lealtad de un equipo por el mero hecho de incorporar personas que conocemos es un error. Ya decía el gran Fernando Sánchez Bañuelos, uno de los máximos responsables del gran salto adelante del deporte español en Barcelona 92 y "padre" de las becas ADO, que el éxito en las organizaciones está más vinculado a contar con los mejores que a contar con los que mejor conocemos.

En este sentido, la incorporación del asistente Juan Manuel Lillo al staff técnico del Sevilla, viene dada por la necesidad de contar con alguien que conozca la liga española y que domine los fundamentos de, entre otras cosas, el juego de posición que suelen desarrollar los equipos de Sampaoli (véase selección de Chile anteriormente y el Sevilla de la presente temporada). Sampaoli fue a buscar a Lillo cuando entrenaba a Chile porque necesitaba de sus conocimientos, no porque lo conociera personalmente de antes. Tanto en el caso del entrenador guipuzcoano, gran influencia de entrenadores de la talla de Pep Guardiola, como del resto de jugadores de la plantilla, son las ideas, el estilo de dirección y, por supuesto, la forma y los resultados, los que cohesionan y generan lealtad hacia el proyecto y el entrenador.

Teniendo en cuenta la exigencia a la que va a ser sometido un equipo que busca el alto rendimiento, político o deportivo, es fácil que la confianza en los ya conocidos, a los cuales vamos a exigir que vuelvan a rendir como lo han hecho antes (si es que se les conoce por el hecho de haber rendido bien alguna vez en algo), acabe jugando malas pasadas. Parece claro que, cuando la magnitud del reto supera con creces el radio de acción de lo conocido, es necesario ayuda externa.

Desgasta más estar continuamente respondiendo al adversario que estar en el rol de proponer constantemente.

Las rotaciones son esenciales. Todos participan. Nadie sobra.

Si por algo se ha caracterizado Sampaoli durante estos primeros meses ha sido por el aspecto de las rotaciones. Pocos equipos, por no decir ninguno, han presentado una mayor flexibilidad en las alineaciones a lo largo de estos primeros meses de competición. No solo es el aspecto de dosificación de los jugadores, por aquello de lo largo de la temporada y la aparición de lesiones, sino que también se busca explotar las características de cada uno de ellos, así como las complementariedades, en función del tipo de partido. Una idea que, además de estar funcionando a las mil maravillas en el terreno de juego, fomenta el sentimiento de pertenencia y la cohesión entre los miembros de la plantilla. Dirigir una plantilla en estas condiciones resulta más sencillo.

La iniciativa y la asunción de riesgos como medio para obtener resultados.

Que a Sampaoli le gusta agradar con su idea de jugar al fútbol salta a la vista. Es, como buen seguidor de Bielsa o Menotti, un amante del buen trato de balón y del fútbol que empieza en la cabeza y acaba en los pies. Se siente obligado, al igual que les ocurre a otros como Ángel Cappa, a que sus equipos ofrezcan un gran espectáculo porque sabe que se debe, antes que nada, a su público. Pero es que no se trata solo de eso, sino que está convencido de que llevar la iniciativa en el juego es una cuestión fundamental para obtener el éxito. Los equipos que se enfrentan al Sevilla de esta temporada acaban funcionando más por reacción, a la expectativa de qué es lo que hace el equipo hispalense, que no cesa de condicionarles, que por proposición.

Es indudable que llevar la iniciativa para jugar al ataque tiene sus riesgos, pero es el camino más corto para ganar cuando se hace bien (y cuando no se hace bien también, como diría el asistente Juan Manuel Lillo). Desgasta más estar continuamente respondiendo al adversario que estar en el rol de proponer constantemente. Que corra el balón y los jugadores rivales detrás de él, hagamos el campo ancho y profundo, controlemos al juego y "sometamos" al contrario. "Si ves el partido más cerca de la portería del adversario y en mejores condiciones, pasarán menos cosas en la tuya. Se trata de acercar al rival a esos espacios donde no quiere convivir y donde se encuentra más incómodo" declaraba en una entrevista el ayudante tolosarra. ¿Queremos resistir o desbordar en política? He aquí la cuestión.

Aprovechar las oportunidades.

Podría haberse quedado en casa y haber mandado a otro en su lugar, pero no fue así. Jorge Sampaoli fue a recoger personalmente su trofeo a la gala de los Premios Nacionales del Deporte a manos del Rey Felipe VI aunque, seguramente, no sea un férreo defensor de la monarquía. Podría también haber callado o haber respondido con evasivas cuando José Ramón de la Morena le preguntó por sus inclinaciones políticas en aquel programa de radio. En definitiva, hubiera sido mucho más fácil mantenerse en la zona de confort y evitar exponerse a problemas, pero el de Santa Fe no parece ser de esos que necesitan esconderse y prefiere actuar sin dobleces, hablando en todas partes con todo el mundo. Lo que viene a ser lo contrario al aislamiento y el acomplejamiento para defender ideas en espacios de otros que no piensan igual. Ser asertivo fuera de entornos conocidos y agradecido con todos aquellos que quieran aportar, vengan de donde vengan. De esos, en la izquierda política transformadora, no hay muchos.

Resumiendo, resulta imposible comparar la magnitud de los proyectos del Sevilla y de Podemos. Sí que comparten el reto de estar plantando cara a rivales de gran envergadura, cada uno en su ámbito, pero es en el aspecto de los resultados donde parece que los del Nervión han sido capaces de poner a punto una verdadera máquina de ganar. En solo unos pocos meses, ha conseguido poner en jaque a sus principales rivales y opta, como el que más, a conseguir el campeonato nacional de liga. Quizás tenga que ver el hecho de que, como decía el escritor italiano Carlo Dorssi, "los locos recorren los caminos que más tarde recorrerán los sabios" y que contar con esos "locos" en tu staff, en el fondo bien cuerdos, puede marcar la diferencia con el resto. Y puede, solo puede, que esas figuras políticas hoy no hablaran en términos reconocibles y/o aceptables para la mayoría de la izquierda española de pura cepa, aunque sí pudieran hacerlo para un conjunto nuevo de españoles. Me parece un lujo difícil de entender deshacerse de las ideas de gente como Mouffe, Alba Rico, Moruno y muchos otros en estos tiempos líquidos llenos de incertidumbres y sorpresas. Sampaoli no lo haría.