Todas mis noches acaban en un karaoke (Una historia contada a golpe de canción)

Todas mis noches acaban en un karaoke (Una historia contada a golpe de canción)

Todo lo que me pasa en la vida puede explicarse con una canción. Y os digo más: todo lo que pasa en vuestra vida ha pasado ya en una canción de las que puedes cantar en cualquier karaoke. Para demostrarlo, os cuento mi gran noche con trozos de temazos...

Todo lo que me pasa en la vida puede explicarse con una canción. Y os digo más: todo lo que pasa en vuestra vida ha pasado ya en una canción de las que puedes cantar en cualquier karaoke. Para demostrarlo, os cuento mi gran noche con trozos de temazos...

Madrugada y yo camino de la cama (el mejor camino, ya lo cantaba Siniestro Total) cuando escucho a mis espaldas "¿Por qué te vas?". Y no es Jeanette, obvio, eres tú. Sólo quiero descansar, digo, en el tono más pirata que puedo, he decidido tomármelo con calma (sigo, algo más sabinero).

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Tu contraataque, de bolero: "Tengo una debilidad". Y aunque con el verso sé que no te refieres a mí, como un burro amarrado te sigo hasta el punto de destino inexcusable de todas las juergas del mundo: el karaoke. "Estoy metido en un lío", pienso, justo antes de que me empujes al escenario pidiendo irónica: "Enséñame a cantar".

A lo Bertín Osborne entono el "Buenas noches, señora..." para abrir la noche. Y no he terminado aún la primera estrofa cuando se te acerca Iván, el de marketing, con el tumbao que tienen los guapos al caminar. Yo, feo, fuerte y formal sigo en escena. Si los nervios no traicionan todo irá bien, respiro. Iván tira de clásico: "¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?" Desde arriba te oigo reír.

Bajo del escenario y vuelvo a verte. Quiero hablarte pero como no me atrevo me corto. Te miro, y miro el catálogo de canciones. Y elijo otra. Al azar. Al cantar me suelo olvidar de todos los malos momentos y al mirarte hasta de la canción que he elegido. Primeros acordes. Perdido como un quinto en día de permiso. Me suena, no caigo... Pero espera, lo tengo: "Bailar de lejos no es bailar...". Canto. Y está bailando el mar con los delfines cuando pareces haber encontrado otro objetivo...

Roberto, de informática, es más directo que Iván: "Hay una cosa que te quiero decir", dispara. Yo, a lo mío.... "en un sólo salón, dos bailarines..." mientras cruzo los dedos para que respondas "Por mí te puedes ir al cuerno". Sólo guardas silencio.

"Bailar pegados es bailar... Es bailar", termino. Tímidos aplausos de dos habituales del local. Te busco, pero cuando yo voy a tu sitio, tú te has ido. ¿Cuándo? Se acabó. Elena, de personal, viene y me arrastra de nuevo al escenario. ¿Quién es? Pimpinela. Y me peleo a versos con Elena y compartimos estribillo a voz en grito y llego a tu sitio vacío cuando la puerta del local se abre. Me moría de ganas, querido, de verte otra vez, dices. Y yo, debería estar cansado de tus manos, de tu pelo, de tus rarezas, pero quiero más. Más de ti, y más karaoke.