La moda gana peso

La moda gana peso

La moda es insolente. Necesita llevar la contraria y provocar. Cambiar el paso cuando caminas detrás y demostrarte que las corrientes masivas no van con ella. Por eso se fortalece a medida que la crisis golpea sin piedad los mercados internacionales.

La moda es insolente. Necesita llevar la contraria y provocar. Cambiar el paso

cuando caminas detrás y demostrarte que las corrientes masivas no

van con ella. Por eso se fortalece a medida que la crisis golpea sin piedad los

mercados internacionales. Ajena al tsunami financiero, desafía la

gravedad económica y, sin entender porqué los demás no pueden, crece y crece

cada vez más. El lujo, su brazo armado, es uno de los pocos sectores , junto con el

arte, imbatible al desaliento económico. El valor seguro donde los grandes

inversores buscan refugio aceleradamente.

Pero, ¿qué ha sucedido en los últimos años? ¿Cómo es posible que a pesar de su

vocación elitista haya roto la velocidad del sonido y viaje disparada hacia la

globalidad? ¿Cómo, siendo la gran proscrita del pensamiento intelectual, el

paradigma de la banalidad, cotice al alza y sin prima de riesgo en la bolsa de los

valores humanos y no mundanos? ¿Dónde hizo clic? ¿Qué activó su fórmula de éxito imparable? ¿Cuándo dejó de ser sólo bonita y empezó a estar bien vista?

La causa no fue el crecimiento de los mercados emergentes, ávidos consumidores del status social que la moda (mal entendida) proporciona. Y tampoco la democratización del mensaje a través de las redes sociales e internet. Estos factores, indudables aceleradores de partículas fashion por todo el planeta, no fueron, sin embargo, la génesis del cambio. La moda mutó gracias al mestizaje. Todo comenzó cuando se sacudió su ensimismamiento y se concentró en su poder real y sobrenatural. Hacer visible lo invisible. Y se dejó querer por otros mundos, antes indiferentes, a los que permitió acercarse y compartir su Santo Grial. Resucitar el cuerpo. Adquirir visibilidad. Abandonar el salón de costura para poner el foco e iluminar... la gran pasarela de la vida.

La Moda es el envoltorio que lo vende todo. Vinos, coches, hoteles, perfumes,

políticos, ciudades... recurren a ella para ser vistos. La moda es imagen. Sin imagen,

hoy, no se puede construir una marca. Y sin marca, en el mundo comercial, no

existes. Incluso instituciones anacrónicas cuando inhalan su aroma, reviven

dramáticamente. O... ¿piensas que el guardarropa de Kate Middleton no ha sido una

cuestión de Estado? ¿Crees sinceramente que no ha modernizado la corona inglesa?

Su exquisito vestuario sin duda es clásico, pero su actitud para llevarlo,

adorablemente natural, la convierten en un icono definitivamente contemporáneo.

Y no es éste el único milagro. Ahora además las grandes sacerdotisas de

la revista Vogue reivindican buena conciencia. A partir de este momento serán

las embajadoras de la belleza saludable. Buscan desprender a la moda del estigma

de la anorexia y prometen amar las curvas femeninas... peligrosamente. Se

enfrentan a un gran sector dentro de la industria que persiste en seguir clamando

por la talla 0 recordando la famosa frase de Coco Chanel: "Nunca se es

suficientemente joven, ni suficientemente rica, ni se está suficientemente delgada".

¿Busca Vogue redimirse de sus pecados? Todas las revistas femeninas se deslizan por el abismo de la moda, sin evitar, a veces, resbalarse por el precipicio de las tendencias.

Pero en 2011, dos portadas escandalizaron especialmente a las lectoras de las

revistas de moda e, incluso, irritaron a sus editores. Carine Roitfeld, la incontestable directora de la edición francesa de la revista hasta ese momento, abandonó su puesto de trabajo un mes después de que el Vogue Cadeaux publicara unas fotos protagonizadas por modelos infantiles en actitud de Lolitas. Y de nuevo, la cabecera casi arde en los infiernos, cuando la modelo Karlie Kloss desde la portada del Vogue Italia, regalaba a sus lectores por navidad su imagen como nuevo icono de las asociaciones de anoréxicas.

La lucha será intensa. Muchos Gurús persisten en su máxima de que la moda se alimenta de bellezas transgresoras e imposibles. Todavía recordamos los comentarios despectivos de Karl Lagarfeld hacia Heidi Klum, o su exmusa Claudia Shiffer o Adele, reciente ganadora de seis premios Grammy. Y su rechazo a producir prendas por encima de la talla 38 cuando colaboró con H&M. En sus palabras y acciones no hubo ninguna piedad. Nada que recordara su oronda figura durante años. Tampoco olvidamos las modelos delgadísimas de Gianfranco Ferre maquilladas como enfermas en la Semana de Milán hace menos de un año. O a la ganadora del último y uno de los más importante concursos de modelos del mundo. La sueca Juliette Scheneider se alzó con el triunfo de la agencia Elite, pero también con el reconocimiento de las principales webs proanorexia como musa de sus páginas.

El manifiesto de intenciones que las diecinueve ediciones de la revista Vogue acaba de publicar este mes de junio es un gran paso. Una iniciativa, sin precedentes en el mundo editorial, por la que se comprometen a promover y transmitir un mensaje saludable del cuerpo femenino. En un acto de responsabilidad, recogen el testigo de voces y organismos que ya han declarado la guerra contra la delgadez excesiva. En el 2006 la entonces Pasarela Cibeles impuso un índice de masa corporal mínimo para desfilar. A continuación fue el Consejo de Moda Británico quien delimitó el peso de las modelos. Finalmente, la Asociación de Diseñadores Americanos, a través de su presidenta Diane Von Furstenberg, emprendió el pasado enero una serie de medidas a través de un comunicado que se ha fortalecido con la acción de la revista Vogue.

¿Pero les quedará fuerza para la batalla decisiva? El Fotoshop es el verdadero peligro relacionado con la manipulación de la imagen. Y ello ni se menciona. A estas alturas de la película creo que nadie está en contra de su uso, pero sí del abuso deliberado que en la mayoría de los casos se realiza. Francia quiso legislarlo y no prosperó. Israel acaba de hacerlo tímidamente.

No se trata de suprimir la herramienta más creativa y eficaz de todos los tiempos

para perfeccionar la imagen fotográfica. Sino simplemente informar, en el pie de

foto, que esa imagen ha utilizado retoque digital. No es lo mismo creer que lo que

ves es una excepción (un privilegio de la genética), que una ficción. De qué sirve que la modelo tenga la edad adecuada, se alimente correctamente, y transmita una imagen saludable, si se puede modificar su cuerpo en el ordenador. No es tan difícil abordar el problema. ¿Por qué seguimos mirando hacia otro lado?

La Moda gana peso, físico y emocional. Ha perdido el miedo a profanar sus valores

sacros: transgresión, provocación, ensoñación... Y se humaniza. En defensa de una

mujer más real, está sustituyendo sus mandamientos aspiracionales, por otros,

inspiracionales que conectan, sin remisión, con el aire de los tiempos. La nueva mujer no quiere soñar, ya no está interesada en modelos inalcanzables. Necesita convertir los sueños en hechos, hacerlos realidad.