El mito del emprendedor simpático

El mito del emprendedor simpático

La estrategia del Gobierno para salir de la crisis parece ser la de Ikea: Mónteselo-usted-mismo. Y personalmente, y aunque mi situación personal pueda corroborar el principio, soy muy escéptico al respecto y coincido con mi tocayo Ignacio Fernández Toxo: señora Báñez el nuevo paradigma sigue siendo el trabajo asalariado.

Hace unas semanas el Gobierno presentó la Estrategia de Emprendimiento y Empleo Joven, un plan de medidas con ayudas al autoempleo y a la contratación juvenil. Las ayudas en cuestión entrarán en vigor en breve y se mantendrán hasta que la tasa de paro baje del 15%, lo que desafortunadamente no ocurrirá hasta dentro de muchísimos años.

Imagino que a Rajoy le hubiese gustado poder vender su plan como la prueba palpable de que no solo de austeridad vive el hombre, ya que al final del palo nuestro Gobierno ha tenido la bondad de colgarnos una zanahoria. Desgraciadamente para él, la repercusión mediática del plan ha sido más bien escasa, puesto que Luis Bárcenas y otros ilustres corruptos siguen copando las portadas de los diarios. Sin ir más lejos, el infame extesorero ocupaba un espacio privilegiado en El HuffPost de la semana pasada al definirse como un emprendedor, y que nadie se escandalice cuando Jordi Pujol Ferrusola e Iñaki Urdangarin hagan otro tanto. Y son precisamente los emprendedores los que al parecer serán los principales beneficiarios de este plan.

La medida estrella del plan es la tarifa plana a jóvenes emprendedores de 50 euros en las cotizaciones sociales durante los primeros meses de actividad de su negocio, y a la que en el hipotético caso de que regresara a España y me cambiara de sexo -una interpretación literal del texto nos lleva a la conclusión que los hombres somos jóvenes hasta los 30 y las mujeres lo son hasta los 35- me podría acoger. Gajes de la coyuntura, hace poco creé mi propia empresa de servicios en Francia con la que vendo mi fuerza de trabajo a otras empresas reticentes a hacerme un contrato de trabajo indefinido, lo cual me convierte técnicamente en un emprendedor.

El crítico francés Roland Barthes escribió un librito llamado Mitologías a finales de los años 50, en el que un capítulo desentrañaba lo que dio en llamar el mito del "obrero simpático", encarnado por Marlon Brando en La ley del silencio y por el que en Estados Unidos, cuando un obrero se comporta bien y con civismo tarde o temprano todo le sale bien. En los mismos Estados Unidos el mito del emprendedor tiene aún mayor anclaje, y una frase de un discurso de Obama (You didn't build that) durante la campaña cuestionando ese mito casi le cuesta la reelección. Retomando el lenguaje de Barthes, se diría que en la España de 2013 nuestro Gobierno se cuida mucho de emular el error de Obama y quiere acuñar un nuevo mito que podríamos denominar el emprendedor simpático.

Los emprendedores tenemos buen nombre desde hace ya un tiempo: antes de que Adam Smith determinara que los factores de producción son la tierra, el capital y el trabajo, los fisiócratas consideraban un cuarto factor de producción: el emprendedor o entrepreneur, en palabras de Jean-Baptiste Say. Jean-Baptiste Say, por cierto, es autor de la ley de Say (o falacia de Say de acuerdo con Paul Krugman) que indica que es la oferta la que determina la demanda y que implícitamente supone que la demanda siempre es suficiente al nivel de oferta existente en la economía.

En su Teoría general del empleo, el interés y el dineroJohn Maynard Keynes desmontó la ley de Say, demostró que la demanda agregada es inestable y que en ciertas circunstancias como las actuales el Gobierno debe intervenir decididamente para sostenerla comprando bienes y servicios. La Unión Europea sin embargo ignora 75 años de conocimiento económico y propone bajadas de sueldo, corralito en Chipre y austeridad en un momento en que debería impulsar algo parecido a un nuevo Plan Marshall. Y nuestro Gobierno, por su parte, debería impulsar algo parecido a un nuevo Plan E (si bien es innegable que la Comisión hoy no nos lo consentiría).

Ni la Unión Europea ni el Gobierno están por la labor, por lo que habremos de contentarnos con la Estrategia de Emprendimiento y Empleo Joven. Bienvenida sea, aunque no nos sacará de pobres ni impulsará significativamente el crecimiento y la creación de empleo, ya que son políticas de estímulo de la demanda y no de la oferta lo que realmente necesitaríamos hoy. Si seguimos guiando nuestras políticas por los (falsos) principios de economistas de hace más de 200 años en lugar de abrazar los principios de Keynes el invierno económico durará años hasta que se vislumbren los primeros brotes verdes.

Y aún diría más, dichas políticas de crecimiento crearían muchos más emprendedores que cualquier política económica que se centre la oferta. Antes de emprender un negocio los benditos emprendedores debemos tener unas expectativas razonables de lograr ventas. Personalmente, y hablo como microempresario llegando al final de un contrato, me preocupa mucho más la posibilidad de obtener un nuevo contrato que las cuotas a pagar a la Seguridad Social, ya que el tiempo que pase entre este contrato y el siguiente no cobraré el paro. Pero pelillos a la mar.

La estrategia del Gobierno para salir de la crisis parece ser la de Ikea: Mónteselo-usted-mismo. Y personalmente, y aunque mi situación personal pueda corroborar el principio, soy muy escéptico al respecto y coincido con mi tocayo Ignacio Fernández Toxo: señora Báñez el nuevo paradigma sigue siendo el trabajo asalariado.