Norman Mailer, Volkswagen y Tesla

Norman Mailer, Volkswagen y Tesla

El desarrollo del coche eléctrico resulta imperativo para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, un tema sobre el que cada vez está más claro que hemos de actuar de forma decidida y urgente. Además, el coche eléctrico debe contribuir a garantizar la independencia energética de Europa.

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Foto de Norman Mailer/GETTYIMAGES

He leído recientemente el breve libro de V.S. Naipaul sobre la legendaria campaña del escritor Norman Mailer a la alcaldía de Nueva York en 1969, Nueva York con Norman Mailer. Mailer se presentó a las primarias del partido demócrata con la intención de no acabar en último lugar, reto que superó al lograr el 5% de los votos, un resultado muy meritorio ya que su campaña tenía una financiación irrisoria y Mailer se planteó su aventura electoral como el artista que aborda una performance.

La campaña de Mailer introdujo desde la izquierda una serie de ideas rompedoras, la más destacada de las cuales consistía en declarar a la ciudad de Nueva York como el estado número cincuenta y uno de la Unión, separándose así del resto del estado de Nueva York. Con el sentido del humor que le caracterizaba, el escritor se presentaba ante los electores como el abogado judío con el que uno siempre quiere contar en un caso de un divorcio complicado. Otras ideas de Mailer se nos antojan como más interesantes, incluso visionarias: la prohibición de los coches en la isla de Manhattan, la construcción de una línea de monorrail rodeando la capital y la introducción de un sistema de bicicletas públicas y gratuitas muy parecido a los puestos en marcha en París o Barcelona (Vélib, Bicing) muchos años más tarde.

Durante el transcurso de las primarias, Naipaul nos cuenta que Mailer vivió una transformación, y que el gesto se le fue haciendo serio al reunirse sistemáticamente con sindicalistas, profesores, funcionarios y votantes en general, y al final de la campaña el propio Mailer admitía que se estaba convirtiendo en un auténtico político, es decir, en alguien aburrido. Mailer se metió en campaña como un acto creativo, y al final de la misma llegó a la conclusión de que la política era muchísimo más aburrida que la creación artística, ya que la sustancia de la política consistía principalmente en la resolución de problemas reales como la recolección de basuras. Paradójicamente, al mismo tiempo que el interés de Mailer por la política decaía, su respeto por el oficio de los políticos aumentaba, y Mailer llegaba a afirmar que detrás del cliché muchas veces repetido por los propios políticos de que son servidores públicos se encierra una gran verdad.

Es casi inevitable establecer paralelismos entre la profesionalización de Mailer al final de su campaña con la de partidos de nuevo cuño como Podemos, que cuanto más campaña hacen y más se acercan al poder, más se parecen al resto de partidos. Y la campaña que acabamos de dejar atrás en Cataluña ha sido casi tan interesante como la de Mailer. Y sin embargo, yo he echado de menos que los futuros servidores públicos hablen de algunos de esos temas que Mailer desdeñaba por aburridos, y más concretamente del desarrollo del coche eléctrico.

Y es que el coche eléctrico ha llegado para quedarse, lo que es una buena noticia, pero va a suponer un auténtico tsunami industrial, y esto es especialmente cierto en Cataluña, donde el sector de la automoción tiene un peso de más del 7% del PIB, y lo mismo podemos decir del resto de España. Y ¿por qué el desarrollo del coche eléctrico es una buena noticia y es deseable?

El desarrollo del coche eléctrico resulta imperativo para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, un tema sobre el que cada vez está más claro que hemos de actuar de forma decidida y urgente. Además, el coche eléctrico debe contribuir a garantizar la independencia energética de Europa, lo que es políticamente deseable para reducir la palanca que árabes y rusos tienen sobre nuestras decisiones en el plano internacional.

El reciente escándalo de Volkswagen va a contribuir también al desarrollo del coche eléctrico, tiempo al tiempo. En Europa hemos apostado muy fuerte por los motores diésel, lo que con absoluta seguridad tiene un coste muy importante para nuestra salud pública, ya que ciudades como Barcelona o París superan amplia y consistentemente los límites máximos de partículas recomendados por la OMS, y otro tanto puede decirse de la polución sonora.

La revolución industrial de los coches eléctricos está completamente ausente del discurso de nuestros responsables políticos, que como de costumbre parecen completamente ignorantes en materia tecnológica.

Los motores diésel de Volkswagen, visto está, no pueden respetar la estricta reglamentación existente si no es haciendo trampas, y una revisión de los tests para aproximarlos a las condiciones de conducción reales parece ahora mismo pertinente, lo que podría poner en un brete al resto de constructores igualmente.

Los motores eléctricos no son simplemente superiores con respecto a los de combustión interna en relación a las emisiones, son notablemente menos complejos mecánicamente y no requieren muchos componentes como por ejemplo la transmisión, los cilindros, las bujías, etc. El revés de la cuestión es obviamente que muchas industrias auxiliares que crean miles de empleos en Cataluña y en España están en peligro en el medio-largo plazo, y como sociedad deberíamos empezar a considerar seriamente una reconversión hacia la producción de componentes electrónicos para coches eléctricos, que casi con seguridad no logrará crear el mismo número de empleos suprimidos en las menguantes industrias de componentes.

Además de las industrias de componentes, otros negocios pueden ver sus márgenes ampliamente reducidos. Las gasolineras, por supuesto, ya que cargar una batería a precios corrientes cuesta aproximadamente la mitad que llenar un depósito, lo que obviamente es una gran noticia para todos los futuros conductores de coches eléctricos pero una pésima noticia para los dueños de estaciones de servicios. De forma parecida, los coches eléctricos necesitarán menos mantenimiento por lo que los talleres verán desaparecer una parte considerable de su negocio (por ejemplo, los cambios de aceite).

Por los motivos arriba expuestos, los consumidores van a tardar muy poco en optar por los coches eléctricos, pero en Europa y en España parecemos ir una vez más a remolque en esta cuestión clave para el futuro de nuestras economías. La empresa más innovadora con diferencia en este ámbito es la californiana Tesla, que ya produce algunos modelos con unas prestaciones realmente asombrosas.

La próxima generación de Teslas tienen una autonomía de unos trescientos kilómetros, por lo que el coche eléctrico empieza a ser ya competitivo para el uso en carretera. El modelo III, que Tesla promete empezar a comercializar en menos de dos años tendrá un precio de salida de unos 30.000 euros, lo que puede ser el punto de inflexión para la introducción del coche eléctrico entre el gran público.

Esta revolución industrial, que estimo cercana en el tiempo e inevitable, está sin embargo completamente ausente del discurso de nuestros responsables políticos, que como de costumbre parecen completamente ignorantes en materia tecnológica y se pierden en discursos sobre la organización territorial o institucional. Esta revolución es además solamente la primera que va a socavar los cimientos de la industria de la automoción, ya que la segunda, de la que hablaré en próximos posts, promete ser todavía más violenta en términos de reducción de empleo.