¿Por qué un referéndum puede no ser una buena idea?

¿Por qué un referéndum puede no ser una buena idea?

EFE

Cataluña, mi tierra, se está llenando de fanáticos. El diccionario de la RAE define a un fanático como "una persona que defiende con tenacidad desmedida sus creencias u opiniones". Por su parte, el filósofo estadounidense de origen español George Santayana definió el fanatismo como "redoblar los esfuerzos en algo cuando ya hemos perdido los objetivos que nos habíamos marcado en su momento".

Dialogar con fanáticos no es imposible, pero es ciertamente difícil. No sirve de gran cosa, puesto que suelen ser impermeables a cualquier idea que no encaje con su concepción del mundo, pero no es un ejercicio completamente inútil: sirve para que por lo menos entiendan que existen personas que no opinan igual que ellos.

Uno de los mecanismos típicos de defensa de los fanáticos es categorizarnos a los que no lo somos como fanáticos del campo opuesto, pero en Cataluña los fanáticos están casi todos en un único bando. Es decir, si uno se pasea por cualquier ciudad catalana, y concretamente por mi ciudad, Barcelona, se encontrará con muchos trapitos estrellados colgando de muchos balcones, mientras que con seguridad no verá ningún aguilucho, y apenas verá alguna que otra peregrina bandera constitucional (sea esta una simple senyera o una bandera española). Huelga decir que ser intolerante en lo que respecta al cumplimiento de la ley en democracia no es tampoco ser un fanático: es sencillamente no resignarse a que el país de uno se vaya a hacer puñetas por los designios de ciertos fanáticos.

Evidentemente, no todos los independentistas son fanáticos, pero sus líderes sí lo son, y en pleno, por lo menos desde el cese de Jordi Baiget y compañía. Estoy seguro de que, al igual que en el Govern había algunos elementos no fanáticos hace apenas un par de meses, entre los 712 alcaldes citados a declarar ante la fiscalía habrá por lo menos unos cuantos que no son fanáticos, y algunos de ellos sin duda preferirían no estar en la situación en la que sus superiores les han puesto. La obediencia debida y las deudas con el partido que se lo ha dado todo, así como, que duda cabe, el miedo a ser señalados, han evitado sin embargo que haya ni una sola deserción hasta el 1-O.

Como aparentemente un número cada vez menor de catalanes, yo no quiero que haya un referéndum sobre la cuestión de la independencia de Cataluña. De hecho, los únicos fanáticos pro-referéndum sobre esta cuestión son los que sí la desean, como es natural, pero han conseguido captar para su causa a un porcentaje cada vez mayor de no independentistas, según algunas encuestas. Estos son, en mi opinión, no muy distintos a los padres que permiten que su hijo se coma un helado aunque no les convenga, con tal de que cese la pataleta del niño. Pero imagino que estos señores racionalizan el tema y temen que la pataleta del niño derive en ataque epiléptico.

Yo no creo que un referéndum sobre esta cuestión sea ni urgente ni conveniente, pero puesto que no soy un fanático, si en algún momento se decidiera hacer un referéndum con garantías, con una fecha y una pregunta pactadas, votaría en el mismo si me resulta posible y aceptaría el resultado del mismo como no podría ser de otra manera. Es decir, yo puedo perfectamente imaginar un futuro que me disguste y que no encaje con mis concepciones del mundo ni con mis deseos sobre este tema (y con los de tantísimos otros catalanes). Y créanme, la idea de una Cataluña independiente no me quita el sueño aunque me disguste, mientras que los fanáticos de la Cataluña independiente se empeñan en cambio en perturbar mi sueño con sus caceroladas. Pero por mucho ruido que hagan, jamás lograrán convencerme de que son víctimas de una inexistente opresión de un estado autoritario que es producto de su imaginación. Conozco el mundo y España demasiado bien, y los conozco a ellos también como para tragarme el cuento: son solo niños malcriados a quienes se les niega un caramelo.

¿No desear celebrar un referéndum sobre este tema le convierte a uno en una persona autoritaria? Pues mire, yo no creo que no coincidir con David Cameron (que probablemente sea uno de los mayores ineptos que hayan pisado nunca el 10 de Downing Street) en este particular le convierta a uno en una persona autoritaria. Como mucho, le convierten a uno en un rara avis en Cataluña, si nos creemos a las encuestas tanto como el propio David Cameron.

Cada vez veo que hay más gente resignada a darle al nene su caramelo y que aceptan como una fatalidad que un cara o cruz, o perdón, un referéndum, es la única solución posible a este entuerto, y no solamente en Cataluña.

Puesto que al parecer mi opinión es muy minoritaria, quizás tenga sentido explicarla. En primer lugar, yo no veo ninguna razón convincente que justifique que la integridad territorial de Cataluña fuera inviolable y que en cambio la de España no lo sea. Si la provincia de Tarragona votase en contra de la independencia, ¿habrían de decidir las otras tres provincias su futuro? Si la respuesta es que sí, ¿eso es así porque lo dice la ley internacional o por qué lo desea así Oriol Junqueras?

Pasemos igualmente por encima de la constitucionalidad del asunto. No es un asunto baladí, porque en prácticamente ninguna constitución del mundo se contempla fraccionar la soberanía y por lo tanto un referéndum constitucional solamente en Cataluña no podría ser vinculante, y si no es vinculante no creo que tenga mucho más sentido celebrarlo que lo que hacer lo que se haga este 1-O.

Si fuese vinculante, se me ocurren por lo menos 3 razones por las que un referéndum puede no ser una buena idea:

  • Si la opinión pùblica está casi perfectamente dividida en dos mitades (como es el caso), resolver está cuestión mediante un referéndum equivale a lanzar una moneda al aire. Si llueve en Badia del Vallès pero no en Vic, ello puede afectar directamente al resultado. ¿Resulta justo decidir el futuro de un país y de varias generaciones por un evento aleatorio?
  • Nicola Sturgeon, ministra principal de Escocia, quiere un nuevo referéndum en 2018 o en 2019 después de haber celebrado ya uno en 2014. Para mí esto es el equivalente a decidir esta cuestión lanzando un dado, y cuando salga 6 los indepes ganan la partida. Con semejantes reglas, jugar a este juego de azar repetidamente solo puede favorecer a los indepes, que en el ejemplo de los dados es muy probable que obtengan el resultado buscado después de apenas 4 lanzamientos del dado.
  • Se podría introducir una mayoría cualificada, como por ejemplo en el referéndum pro-independencia de Montenegro, en el que un 55% por ciento de votos positivos sobre más de un 50% del censo eran necesarios para declarar válido el resultado. Así se reduce la aleatoriedad, pero si los votantes dan un 54% a favor y un 46% en contra anticipo que el referéndum creará más problemas de los que solucionará. ¿Alguien cree realmente que el Puigdemont de turno dará por zanjada la cuestión con un 54% de votos favorables?

Desfortunadamente durante estos años no he visto a nadie avanzar estas y otras razones por las que un referéndum puede no ser una gran idea, ni en el Gobierno ni en ninguna otra parte. Creo que esto es así porque la mayor parte de la gente (y eso incluye a David Cameron) no entienden la aleatoriedad intrínseca a semejante referéndum.

El argumento más potente que he visto defender a Miquel Iceta es que no quiere un referéndum porque a lo mejor a él no le gusta "ni la pechuga ni la pata del pollo", y él y muchos otros catalanes pueden perfectamente preferir las alitas, siendo sus preferencias soslayadas en un referéndum cuya respuesta sea sí o no. Es decir, incluso admitiendo pues que se haga un referéndum, ¿por qué no habría éste de incluir tres opciones, como el referéndum de Puerto Rico en 2017?

Cada vez veo que hay más gente resignada a darle al nene su caramelo y que aceptan como una fatalidad que un cara o cruz, o perdón, un referéndum, es la única solución posible a este entuerto, y no solamente en Cataluña. ¿Pero es realmente necesario? Yo creo que vivimos una crisis constitucional, y que la homeopatía que comentaba en mi anterior post (en forma de reforma "plurinacional" de la Constitución) a lo mejor servía para devolver a bastantes catalanes al campo no independentista.

Y a lo mejor me equivoco, pero seguro que vale la pena intentarlo.