Un español en Isla Mauricio

Un español en Isla Mauricio

Quizás estas líneas animen a algún compatriota a buscarse la vida por aquí abajo. Lo que lee uno sobre la juventud en España y sobre esta crisis invita a pensar que a lo mejor tengo éxito.

Decía un buen amigo mío que los gallegos no protestan: emigran. Aunque me considero un excatólico, no soy sin embargo protestante, y a pesar de no haber sido bendecido con sangre gallega, tengo ciertamente la vena emigrante.

Como suele a menudo ocurrir, las circunstancias de la vida parecen haberse combinado con mis inclinaciones naturales. Así pues, en 2010 después de encontrarme varios meses en el paro y sin subsidio de desempleo busqué trabajo donde lo hubiese y lo encontré en Suiza. Un año y medio más tarde hice de nuevo las maletas a lo que algunos consideran la Suiza del sureste asiático, Singapur. Y unos meses después obtuve una buena posibilidad de trabajo en Mauricio, uno de los países más exitosos de África, desde donde hoy escribo estas líneas.

Es cierto que los triunfos de la selección no se viven con la misma intensidad y que se echa de menos a familia, amigos y de vez en cuando unas patatas bravas, pero la experiencia está resultando ser de lo más enriquecedora en todos los sentidos. Sin embargo, somos aún demasiado pocos los españoles en Mauricio para mi gusto. Unos cincuenta, desperdigados por la isla y no organizados, según me comentó el cónsul. La mayoría son mujeres casadas con mauricianos o que acompañan a sus maridos desplazados aquí por trabajo. Algunos trabajan en turismo, y como por ahora no he encontrado a nadie que pueda decir lo contrario, me gusta pensar que soy el primer consultor español en tecnología que se ha establecido en Mauricio.

Quizás estas líneas animen a algún compatriota a buscarse la vida por aquí abajo. Lo que lee uno sobre la juventud en España -también me gusta pensar que aun soy joven- y sobre esta crisis invita a pensar que a lo mejor tengo éxito. Y si fallo en mi intento, a lo mejor convenzo a algún amigo a que se venga de visita, pese al elevado precio del billete. Permítaseme pues vender el destino en unas pocas líneas.

La Isla Mauricio es un paraíso tropical, cercano al trópico de Capricornio y bendecida por uno de los mejores climas del planeta. Pese a estar situada en los Trópicos, los vientos alisios que barren sistemáticamente las Mascareñas (Reunión, Rodrigues, Mauricio) evitan que el clima sea excesivamente húmedo.

 

Port Louis. Foto: GTRESONLINE.

La isla es de un lejano origen volcánico (a diferencia de la Reunión, que tiene aún un volcán muy activo) y la acción erosiva del mar la ha dotado de kilómetros y kilómetros de playa de arena fina. Además, la práctica totalidad de la isla está rodeada de una barrera coralina que protege las playas de fuertes mareas u oleajes.

Antes de la llegada de los colonos europeos (en orden: holandeses, franceses, ingleses), el único habitante de la isla era el dodo, un simpático y gordo pajarraco de unos 70 cm de altura al que la falta de depredadores eliminó cualquier instinto de autopreservación -y la capacidad de volar- y se acercaba a saludar a los colonos alegremente. Los holandeses apreciaron especialmente sus pechugas, por lo que en menos de una generación el dodo había pasado a la historia (los portugueses pasaron por Mauricio sin colonizarla, la llamaron Ilha do Cirne, es decir, isla del Cisne, presumiblemente el Dodo).

La colonización de Mauricio se hizo por lo tanto sin derramamiento de otra sangre que la del simpático volátil, pero al ser Mauricio hasta hace bien poco un monocultivo de la caña de azúcar, la mano de obra esclava estaba a la orden del día hasta bien entrado el siglo XIX. Los ingleses abolieron la esclavitud en 1835, y para mantener la producción de azúcar los terratenientes buscaron mano de obra barata para sustituir a los esclavos en los coolies, también llamados engagés. De origen casi exclusivamente indio (en algún caso chino), los coolies, instados por sus familias endeudadas -si bien no pocas veces huían de la propia familia-, firmaban a menudo contratos próximos a la esclavitud bajo la falsa promesa de que se les pagaría el billete de vuelta. Las pagas eran misérrimas pero se les daba la posibilidad de mantener sus usos y costumbres, así que la demografía de la isla cambió radicalmente en poco tiempo y a principios del siglo XX, cuando Mahatma Gandhi visita Mauricio esta es ya una isla de población mayoritariamente india e hindú.

 

Templo hindú en Isla Mauricio. Foto: GTRESONLINE.

Aunque se hablan unas cuantas decenas de idiomas (entre ellos el bohjpuri, una especie de hindi criollo), el kreol morisyen es la lengua habitual. Derivado del francés, con una ortografía y una gramática más que libre, libertaria, el kreol es el nexo de unión entre las muchas (y en general, pero no siempre, bien avenidas) comunidades. El inglés es la lengua de la administración y el francés la lengua más común en la prensa o en los negocios.

Resulta ya casi un tópico decir que el carácter chino para crisis combina peligro con oportunidad. La nada humilde pretensión de este blog es trasladar a los jóvenes de lo que algunos empiezan ya a denominar como generación perdida la idea de que no están atrapados por esta crisis, en la que sigue habiendo oportunidades. Quizás no en España, pero probablemente sí en Suiza, Singapur e incluso en Mauricio. Y desde mi experiencia, animaré desde esta tribuna a cada cual a buscar su propio Mauricio.