Victoria pírrica o fracaso a medias con Irán

Victoria pírrica o fracaso a medias con Irán

Puede ocurrir con Irán que los negociadores pierdan la paciencia estratégica o cualquier clase de paciencia, ante un interlocutor correoso que se beneficia precisamente al constituirse en amenaza, con avidez infinita de contrapartidas, y que al menos de momento no encuentra ventajas en volver a ser eso que se llama un país normal.

AFP

Estas negociaciones nucleares con Irán han recordado las celebradas años atrás con Corea del Norte, suscitando la polémica y la comparación -odiosa pero inevitable-, sobre los dos países que empeñan su seguridad y su legitimidad en disponer del arma nuclear, eventualmente dispuestos a no cumplir con sus compromisos al respecto. Se trata, por tanto, de controlar ilusiones, porque a lo mejor no se conseguiría con uno lo que con anterioridad tampoco se consiguió del otro; pero también y como para curarse en salud, se trata de que no ocurra con Irán lo que con Corea del Norte ocurrió.

La polémica se apoya en echar la culpa a los negociadores porque no negociaron bastante, porque no lo hicieron bien o sus gobiernos respectivos no les apoyaron debidamente; y también en responsabilizar del fracaso a norcoreanos e iraníes, ya que pretendieron sacar el máximo provecho de las conversaciones pero sin decir la verdad ni renunciar al arma nuclear, en razón directa su alargamiento a los beneficios generados. Ambos países han resultado muy caros. La Corea del Norte de Kim Jong Un se calcula que dispone hoy de una docena de cabezas nucleares y vehículos para descargarlas sobre sus objetivos, estimándose que en unos diez años podría disponer de unas cien bombas y los misiles intercontinentales necesarios para el transporte.

La trayectoria nuclear de este país ha resultado imposible de evitar, aunque para intentarlo en su día, como hoy con Irán, se han utilizado por parte de los negociadores y sus gobiernos todos los medios disponibles en la panoplia de la disuasión y el convencimiento: amenaza de acción militar, levantamiento de sanciones, ayuda económica, en alimentos y combustible, asistencia técnica para la reconversión industrial, etc. Innecesario sería recordar que a la otra parte, primero a norcoreanos y ahora a los iraníes, se les ha pedido mas o menos lo mismo; cierre o adaptación de instalaciones, reducción o eliminación en los procesos de tratamiento de uranio y plutonio y en su almacenamiento, aceptación de un sistema de vigilancia, control e inspección, etc.

La renuncia nuclear se ha considerado como utopía inalcanzable y objetivo quimérico en la negociación, su carácter máximo caso de proponerse obstaculizaría alcanzar objetivos mas modestos pero factibles. Las esperanzas negociadoras con Corea del Norte son mínimas, no hay negociación ya propiamente dicha, siguen siendo sustanciales respecto a Irán. Las comparaciones pueden ser odiosas pero a veces son inevitables, se repite. Tanto con Pyongyang como con Teherán se abrió un proceso diplomático de duración indeterminada cuya interrupción en 2005 condujo a Corea del Norte a reanudar su programa nuclear; en las conversaciones con los iraníes, caso de interrumpirse, podrían aparecer similares consecuencias.

La bomba queda para otro día

Debe quedar claro que las perspectivas indudablemente son mejores en lo que a la negociación con Irán se refiere, pero de alcanzarse un acuerdo definitivo en el próximo mes de junio siguen abiertas las oportunidades nucleares para este país, las de enriquecer uranio y las de eventualmente fabricar la bomba. Solamente se ha ampliado o se ha retrasado el plazo para obtener tales resultados -que probablemente tarde o nunca se consolidarán- de fisonomía y naturaleza relacionadas con la buena voluntad de los gobiernos afectados. Corea del Norte cumplió con sus amenazas e Irán puede hacerlo. Hasta entonces, desde el otro lado de la mesa, todo pareció poco para tranquilizarlos o satisfacerlos en sus peticiones, basadas en ambos casos en el inalienable derecho al poder nuclear.

Primero en las conversaciones de Corea del Norte con los Estados Unidos, que condujeron a la firma del Acuerdo Marco de 1994, y después con las mantenidas con otras cinco naciones ,- China, Japón, Corea del Sur, Rusia y los Estados Unidos -, el Régimen obtuvo combustible, plantas eléctricas, liberación de fondos en el extranjero, fondos de ayuda y alimentos, etc., lo que no impidió a Pyongyang mentir antes y después de la conclusión del Acuerdo Marco. Las vicisitudes en las relaciones de los norcoreanos con los Estados Unidos y las Naciones Unidas han estado marcadas por tres pruebas nucleares y frecuentes lanzamientos de misiles, sembrando la inquietud, especialmente en Corea del Sur y en Japón, por la belicosidad irresponsable pero manifiesta del país vecino.

Ciertamente, al reanudar al completo su opción por la bomba y los misiles, Corea del Norte se aisló del mundo, apenas con algún conducto abierto con Rusia y China, pero no renunció a esa alternancia de gestos de apaciguamiento y de amenazas reales que sigue proporcionando dividendos al Régimen, dejado por imposible como rebelde que reincide y mal menor que más vale conseguir y concretar para evitar males mayores.

El ayatollah Jamenei se ha negado a que Irán admita inspecciones intrusivas en las instalaciones nucleares iraníes. Esto, unido a la exigencia de Teherán de que las sanciones se levanten en el momento de la firma del acuerdo definitivo, y no después de un periodo de prueba y verificación de los compromisos, conectan con intensidad lo que está ocurriendo en el proceso iraní con el recuerdo y el precedente de los norcoreanos.

Tal conexión confirma la enorme dificultad que existe para desviar la tentación nuclear en un país decidido y voluntarioso, para que renuncie a lo que se estima como un tesoro de legitimidad y seguridad para un Régimen estalinista y otro Régimen comunista clerical. Para aplacar tal tentación, primero Corea del Norte y después Irán fueron borrados por los Estados Unidos del Eje del Mal y de la lista de países que promueven el terrorismo en el mundo. Tampoco sirvió de mucho: incidencias internacionales que afectaron a las negociaciones, tensiones contra el acuerdo registradas tanto en Teherán como en Washington y Pyongyang, los mismos límites de la paciencia han interrumpido o malogrado las negociaciones, muertas ya. O por ahora, al menos con Corea del Norte.

Lecturas y exigencias que no coinciden

En realidad norcoreanos e iraníes querían, y quieren, algo distinto, o algo mas, de lo que la otra parte les pide. Es decir, no sólo entrar en el club distinguido de las naciones que cumplen con el Tratado de No Proliferación Nuclear y su Protocolo Adicional . Lo expresen o no abiertamente los otros pretenden que a cambio se les conceda todo un abanico de oportunidades, desde las económicas a las políticas, para gozar de la pertenencia a la sociedad internacional como naciones respetables y mantener unas excelentes relaciones con los Estados Unidos.

Por no se así, en el tránsito de la Administración Clinton a la Administración de Bush el Joven,se considera que los Estados Unidos primero y las cinco naciones después perdieron una oportunidad única, no completaron el trabajo que con tanto optimismo concluyó con el Acuerdo Marco de 1994. El paralelismo se acentúa al negociar con Irán, con una Administración Obama que ya se encuentra en tránsito hacia una nueva Administración, y con un Congreso levantisco que puede actuar con mayor dureza ante un Irán que vuelve a las andadas del uranio enriquecido, las centrifugadoras y el programa militar, como Corea del Norte ha vuelto a las andadas de sus pruebas nucleares y de sus lanzamientos de misiles.

Realizó ensayos nucleares en 2006, 2009 y 2013 y amenaza con repetirlos. Ante la imposibilidad de que el país rebelde deseche de plano la opción nuclear, la verdad es que con ambos países no se habría podido hacer mas, no habría mas capacidad para mantener la llamada Paciencia Estratégica en relación con dos países que no han renunciado a a bomba, la utilizan hoy o la dejan para mañana según el otro se comporte, tergiversan o incumplen los acuerdos y ocultan lo que pretenden conseguir y están haciendo. En estricta técnica negociadora se considera probable que las lecciones, aprendidas o no, con Corea del Norte sirvan de ejemplo y precedente respecto a los encuentros con los iraníes.

O no, porque se trataría básicamente del mismo tipo de interlocutores, con la misma decisión de ganar tiempo y beneficios, alargar las conversaciones para obtener el máximo producto colateral de las mismas, dejando en manos del tiempo, las circunstancias y los humores el cumplimiento de lo acordado; por supuesto interpretado esto en términos mucho menos estridentes de lo que expresan las palabras cruzadas en las conversaciones y que contiene el proyecto de acuerdo, también algo diferentes de lo que supone o entiende la otra parte. Todo se ha dicho en relación con la paz mundial y la normalización regional de una Corea del Norte y un Irán sin la bomba ni los misiles, no obtenida en el primer caso, obtenible en el segundo, y en ambos casos con los debidos misiles ya en sus manos.

Contra la drogodependencia nuclear

En tales circunstancias prometedoras para el mundo y para Asia y el Gran Oriente Medio, tanto Corea del Norte como Irán pasarían a ser países tan vulgares y corrientes como los demás, condición que para Corea del Norte es imposible de asumir con el Régimen que tiene, y que está por ver si Irán la asume con el suyo. La renuncia es dolorosa, desnuclearizar un país implica un proceso incierto de intrusión y transparencia parecido al del paciente que se somete a un tratamiento de drogodependencia. Casos ha habido de países que se han curado, al renunciar de forma voluntaria a la bomba sin especiales problemas, ni crisis existenciales o de identidad; pero en otros países no ha sido así, en Libia en especial, porque con la renuncia se han vuelto peligrosamente vulnerables, perdiendo su Régimen la seguridad y la respetabilidad antes conseguidas aunque solo fuera por el temor inspirado.

Corea del Norte e Irán se encuentran de lleno en ese proceso político y espiritual, con la enorme complejidad psicológica que el tema nuclear lleva consigo; por el que se otorga el máximo valor al hecho de tener la bomba y no utilizarla, aterrorizando al adversario que no la tiene, que hará lo posible por conseguirla para no utilizarla tampoco. Puede repetirse con Irán que los negociadores pierdan la paciencia estratégica o cualquier clase de paciencia, ante un interlocutor correoso que se beneficia precisamente al constituirse en amenaza, con avidez infinita de contrapartidas, y que al menos de momento no encuentra ventajas en volver a ser eso que se llama un país normal, como el otro no puede renunciar a la droga que destruye pero euforiza. En las actuales circunstancias, la Corea del Norte de Kim Jong Un no puede en absoluto serlo, su Régimen es imposible sin esa bomba que genera seguridad, euforia y genera pavor. Irán tiene mas posibilidades, más motivos de legitimidad y respeto que los que presta la adhesión a la bomba, hay mas futuro para su Régimen, no desprovisto de paranoia ni de agresividad; con mas posibilidades sin embargo de que la victoria pírrica algún día sea una victoria manifiesta.