¿Un cuerpo colgando de un puente en Ámsterdam?

¿Un cuerpo colgando de un puente en Ámsterdam?

Holanda se fue a la cama el lunes tras la explosión de un coche, que saltó en llamas a la par que ardía un cuerpo sin cabeza en su interior. Al día siguiente, amaneció con la policía en la cafetería Fayrouz, en una concurrida calle de Ámsterdam, donde unos salvajes habían decidido abandonar la cabeza ensangrentada de aquel cuerpo.

Después de una cabeza degollada en plena calle, "¿qué será lo siguiente?". La prensa holandesa se está preguntando ahora si un día se encontrará un cuerpo colgando de un puente, escenificado las terribles prácticas de los cárteles de la droga mexicanos pero en pleno centro de Ámsterdam.

Holanda se fue a la cama el pasado lunes tras la fuerte explosión de un coche, que saltó en llamas a la par que ardía un cuerpo sin cabeza en su interior.

Al sonar el despertador, a las 7 de la mañana, la capital amaneció con el sonido de las sirenas de la policía, que se acercaba a la cafetería Fayrouz, en una concurrida calle de Ámsterdam, donde unos salvajes habían decidido abandonar la cabeza ensangrentada de aquel cuerpo que el día anterior incendiaron dentro del coche. Un Volkswagen que alguien había robado un mes antes en Utrecht.

La víctima tenía 23 años. Se llamaba Nabil Amzieb y era un joven holandés de origen marroquí, conocido por la policía por tratar con una de las tantas mafias de la droga de Ámsterdam. Las malas lenguas dicen que fue asesinado porque era uno de los testigos que iba a declarar contra uno de los grandes mafiosos, que asesinó a otro en 2012. En fin, como si estuviéramos viendo una película de acción, solo que las pistolas disparan en serio y la sangre es de verdad.

En este país, la gente sigue sin entender muy bien lo que estaba pasando. Hacía tiempo -en realidad, tampoco tanto, algo así como un año- que no ocurría un hecho ni de lejos parecido a esta salvajada. El propio fiscal general había aparecido a mediados de enero en rueda de prensa para dar supuestas buenas nuevas: "The war is over". Todos pensaban que la cruenta lucha entre las bandas de narcotraficantes había terminado. Pero eso no es así, ni muchísimo menos.

La historia de terror empezó en marzo de 2012. Las autoridades aduaneras belgas incautaron un cargamento de 200 kilos de cocaína en el puerto de Amberes que, de llegar al mercado, tendría un valor aproximado de 14 millones de euros. Por ese entonces, nadie sospechaba de que esto llevaría a un conflicto de larga duración en los suburbios holandeses de la droga.

Venganzas, riñas, asesinatos, robos, amenazas y secuestros que hasta ahora, que se sepa, se han cobrado 16 vidas sólo en Holanda. ¿Algunos nombres? ¡Más bien historias!

La droga interceptada fue robada después, algo tan complicado que las autoridades señalaron a los policías portuarios. Alguien tuvo que ayudarles para que sacaran todos esos kilos de droga del segundo mayor puerto de Europa. El problema fue que quien se quedó con la droga ni siquiera fue la misma mafia que la había adquirido en un principio. Una banda holandesa de narcotraficantes se hizo con la cocaína y la vendió en el mercado británico a un precio inferior al que iba a ofrecerse en Holanda. Insisto, todo parece de película.

Son varios grupos, y se han declarado entre si la conocida como Mocro war. En ella participan turcos, marroquíes y europeos. Todos ponen su granito de arena para sacar a las calles las drogas neerlandesas. La mercancía viene de Marruecos o de América Latina y pasa por diferentes países, entre ellos España y Bélgica. Hay muchos sobornos de por medio, como certificó un tribunal en los Países Bajos, al que incluso se intentó comprar para hacer la vista gorda en la sentencia de un peligroso criminal.

Actúan a sangre fría, mezclándose con las gentes más pobres de los barrios marginados de Ámsterdam. Son protegidos por el miedo de sus vecinos: nadie se atreve a delatarlos, pues lo pueden pagar muy caro. Estos grupos actúan a plena luz del día. Sus ataques son cada vez más violentos, y cuentan con armas muy sofisticadas.

El año pasado, la policía incautó 396 armas de fuego, incluidas armas automáticas, sólo en Ámsterdam. Más que la excepción, el uso de automáticas se ha convertido en la regla de estas mafias. Ejemplo de ello es uno de los líderes mafiosos de la historia de Ámsterdam, el caribeño Gwenette Martha, que murió en mayo de 2014 como resultado de, al menos, ochenta balazos de un fusil AK-47.

Pero lo más triste aún de la historia es que sus víctimas, o sus protagonistas, son en su mayoría jóvenes de entre 17 y 30 años, engañados por el dinero fácil, criados en los bajos fondos de Holanda y educados en la marginalidad. La guerra del narcotráfico, llevándose tantas vidas por delante, pone en cuestión el éxito del modelo de legalización de la droga en los Países Bajos.