Contadores inteligentes y 'big data' contra el fraude en energía

Contadores inteligentes y 'big data' contra el fraude en energía

La palabra «fraude» suele hacerse hueco entre las páginas de los periódicos asociada normalmente a cuestiones fiscales o bancarias. En este post vamos a hablar de otro tipo de fraude menos conocido ya que afecta a nuestros bolsillos y, de manera considerable, a la economía de muchos países: el fraude energético y, más concretamente, el fraude eléctrico.

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Foto: Getty Images.

Post escrito por el Equipo de Health & Energy Predictive Analytics del IIC

La palabra «fraude» suele hacerse hueco entre las páginas de los periódicos asociada normalmente a cuestiones fiscales o bancarias. En este post vamos a hablar de otro tipo de fraude menos conocido, pero no por ello menos importante, ya que afecta a nuestros bolsillos y, de manera considerable, a la economía de muchos países: el fraude energético y, más concretamente, el fraude eléctrico.

La defraudación de energía eléctrica, agua o gas se define como todas aquellas acciones ilegales dirigidas a obtener un suministro distinto al contratado. Podemos distinguir dos categorías:

1. Actuaciones que inciden sobre la red del distribuidor, como enganches directos a la red (sin haber suscrito ningún contrato) o derivaciones para «desviar» el suministro a otras viviendas no previstas en el contrato.

2. Actuaciones sobre los equipos de medida, como la manipulación del contador con el fin de registrar un consumo inferior al real.

El fraude energético es delito en España, y se castiga con una multa que depende de la cantidad de energía defraudada. La tipología de fraude más común es sin duda la de electricidad.

¿Por qué es importante detectar el fraude en energía?

La práctica del fraude eléctrico es un problema mundial que afecta a todos los países con infraestructura eléctrica. Según un informe de 2015, el mundo pierde 89,3 mil millones de dólares al año por fraude eléctrico: el récord pertenece a India con unos 16,2 mil millones de dólares de pérdidas por fraude en 2015. Le siguen Brasil (10,5 mil millones de dólares) y Rusia (5,1 mil millones).

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En España se perdieron unos modestos, pero preocupantes, 150 millones de euros en fraude. Además, lo que más preocupa es que este fenómeno va en aumento, con un 25% más de expedientes registrados abiertos por fraude. La cifra aumenta si consideramos la energía perdida, que se mide en kilovatios/hora (kWh). Se calcula que la energía defraudada fue de unos 4.000 millones de kWh en 2015, una cantidad que equivale a la demanda anual de ciudades como Valencia y Sevilla.

Os estaréis preguntando, ¿pero todo esto en qué me afecta? Yo pago mis facturas de luz, agua y gas con regularidad y no hago ningún tipo de fraude. ¿Por qué debería interesarme este tema? La respuesta es que el fraude afecta a toda la comunidad por varias razones: porque muchas prácticas fraudulentas constituyen un peligro para la seguridad de las fincas donde, tanto la realización de conexiones ilegales como la manipulación de los contadores, aumentan el riesgo de electrocución y los casos de incendios; porque aumenta las ya habituales pérdidas técnicas de energía (las que se deben al transporte desde la central de generación hasta los usuarios finales) que también se reflejan en nuestra factura ―por lo que estaríamos pagando todos por el fraude de algunos―; y porque de la misma manera que alguien nos puede «robar» la señal Wi-Fi, aunque es técnicamente más complicado, cualquiera podría realizar un enganche a nuestro suministro ―y entonces estaríamos pagando nosotros por el consumo de otro―.

¿Quién defrauda energía y por qué?

A pesar de ser un problema mundial, resulta que el fraude es más común en los países en vía de desarrollo. Ya hemos visto que la India tiene el récord, pero también los países del Sudeste Asiático y los países de América Latina presentan pérdidas muy elevadas debidas al fraude.

A nivel de usuario, es muy difícil trazar un perfil de quiénes cometen fraude. El primero que nos viene a la mente es seguramente el de un usuario con muy pocos recursos económicos, que se engancha de forma ilegal a la red o a otro usuario simplemente porque no puede permitirse pagar la factura. Aunque efectivamente este tipo de perfil es muy frecuente, es solo una parte de la historia y varía en cada país. Igualmente, es bastante común que esta práctica se asocie a otras prácticas ilegales como, por ejemplo, el cultivo de marihuana. Encontramos casos así en Canadá y en España... Otras veces los hurtos de electricidad se dan cuando se juntan escasos recursos económicos con circunstancias meteorológicas excepcionales, como ocurrió en 2010 en los Estados Unidos a causa de una ola de calor.

A nivel colectivo, la cosa cambia. En España, contrariamente a lo que se puede pensar, la gran mayoría del fraude viene de empresas o usuarios con elevado consumo. El objetivo para estas empresas es sin duda abaratar sus servicios y productos. Como esta bajada de precio es consecuencia de una acción ilegal, puede verse como un ejemplo de competencia desleal.

¿Qué puede hacer el big data contra el fraude en energía?

Detectar el fraude energético es sumamente complicado dado su carácter adaptativo. Para reducir el impacto económico que ocasiona y mitigar sus consecuencias, es imprescindible emplear métodos automáticos. Aquí es donde entra en juego el análisis de datos. Veamos cómo, gracias al uso de modelos predictivos, podríamos identificar irregularidades o fraude en las instalaciones eléctricas.

Para combatir el fraude, las empresas distribuidoras suelen hacer inspecciones periódicas en viviendas y empresas. Estas inspecciones requieren mucho tiempo y mucho personal. Escoger qué usuarios ir a visitar suele depender de criterios heurísticos derivados del conocimiento específico de los encargados, cuando lo ideal sería hacer primero un análisis estadístico más exhaustivo del gran número de usuarios que suele tener una distribuidora. Este tipo de estudios hoy es posible gracias al uso de técnicas big data.

Las técnicas de analítica de datos pueden ayudar a las compañías en la detección eficaz del fraude. Los algoritmos se basan en el historial de cada usuario, y pueden detectar si un usuario está teniendo un consumo anómalo o no. Esta información supone un ahorro considerable para las distribuidoras, ya que al guiar las inspecciones hacia aquellos con más probabilidades de estar cometiendo fraude, para el mismo número de usuarios visitados, el ratio de usuarios que efectivamente son fraudulentos aumenta.

Otro importante avance tecnológico para la lucha contra el fraude es la instalación de contadores inteligentes (smart meters). Estos contadores son capaces de comunicar en tiempo real (o casi) mucha información a la distribuidora, entre lo que detallan obviamente está el consumo del usuario. Además de poner fin a las facturas con un consumo «estimado» o a la aplicación de perfilados generales, que suelen ser causa de numerosas quejas por parte de los consumidores, este nuevo tipo de contador es muy útil para reducir y combatir las prácticas fraudulentas. En primer lugar, suelen ser más difíciles de manipular, ya que podrían notificar cualquier anomalía en su funcionamiento a la compañía eléctrica inmediatamente. En segundo lugar, permiten un control más fino del consumo de viviendas, barrios o zonas más extensas y, por lo tanto, pueden ser útiles para detectar anomalías en el flujo de electricidad.

Debido a la frecuencia con la que intercambian información con la compañía eléctrica, estos contadores generan una cantidad enorme de datos. Aplicar modelos de analítica predictiva a estos datos es la base para la detección eficaz del fraude en energía con técnicas big data y reducir así tanto la cantidad de fraude como nuestra propia factura de la luz.