No queremos vivir en el miedo

No queremos vivir en el miedo

Nos negamos a vivir en una cultura que diga a las mujeres si podemos o no vivir en libertad. Nos negamos a vivir en una cultura que educa a las niñas y mujeres a cuidarse de no ser violentadas, violadas, asesinadas, en lugar de educar a los hombres a no violentarnos, a no violarnos, a no asesinarnos.

5c8b260222000033001a67d6

Nos negamos a vivir en una cultura que diga a las mujeres si podemos salir o no, si podemos o no compartir lo que hacemos en nuestra cotidianidad; en definitiva, si podemos o no vivir en libertad.

Nos negamos a vivir en una cultura que educa a las niñas y mujeres a cuidarse de no ser violentadas, violadas, asesinadas, en lugar de educar a los hombres a no violentarnos, a no violarnos, a no asesinarnos. Una sociedad que nos dice por dónde podemos ir, a qué horas, cómo debemos vestir, o que nos "recomienda" la compañía de un hombre para sentirnos protegidas.

Queremos andar por las calles, por las ciudades, en las fiestas o en los días de calma; queremos salir de nuestras casa a la hora que nos plazca y regresar sin miedo.

Necesitamos saber que los cuerpos de seguridad del Estado y la administración de justicia están para protegernos, pero también queremos que las Administraciones Públicas promuevan instituciones y programas que fomenten la no violencia y eduquen en igualdad. Sabemos que estas son las mejores herramientas para erradicar la violencia machista que se lleva por delante la vida de miles de niñas y mujeres en el mundo.

No queremos que hablar de nuestras vidas en las redes sociales sea un motivo de miedo. No queremos volver a escuchar la trágica noticia de que otra bloguera es acosada, perseguida o asesinada.

Nos negamos a tener miedo. Así, también nos negamos a decirle a nuestras hijas que vivan en el miedo. No nos pidan que seamos nosotras quienes evitemos los delitos, privándonos de aquello a lo que tenemos derecho.

No podemos consentirlo. La libertad, tanto de expresarnos como de vivir como queramos, ha sido una conquista dura, y mucho más para las mujeres. Y, cuando estamos a mitad de camino, no podemos permitir que nadie nos venga a decir que la dosifiquemos, que nos cuidemos, que evitemos hacer o decir cosas que queremos decir o hacer para que otros no hagan o digan cosas que no deben decir o hacer. Que dejemos de ejercitar nuestros derechos para que otros no los vulneren.

Nos negamos a ello. Que no coloquen en nuestra mochila piedras que otros pusieron en nuestro camino. Ya tenemos bastante con tratar de sortear esos obstáculos, como para tener que cargar además con la responsabilidad que toca a otros.

Los derechos son nuestros, ganados a pulso, y a los poderes públicos corresponde protegerlos, no pedirnos que no los ejercitemos. Y nuestro derecho a expresarnos, a contar lo que queramos o a usar los medios de comunicación o las redes sociales no debe ser limitado más allá de lo que dice la ley. Y ninguna ley puede privarnos del derecho de ir a donde queramos y decir lo que queramos.

Nos negamos a tener miedo. Así, también nos negamos a decirle a nuestras hijas que vivan en el miedo. Cada paso en la conquista de la igualdad es muy costoso, y no deberíamos consentir un solo retroceso.

No nos pidan que seamos nosotras quienes evitemos los delitos, privándonos de aquello a lo que tenemos derecho. Si caemos en esta trampa, quizás empecemos a rodar marcha atrás en la cuesta de la igualdad. Reaccionemos antes.

Artículo escrito en coautoría con Susana Gisbert Grifo