Anhui: ¿La última frontera de Oriente?

Anhui: ¿La última frontera de Oriente?

No hay peor agente desestabilizador del medio rural que el desarrollo urbano que sólo atiende a objetivos económicos. Puede que el cambio sea a mejor, pero también puede que el país se vea afectado por un modelo desarrollista que se come el medio ambiente dejando sólo homogeneidad a su paso.

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En alguna parte del interior de Anhui, un pelotón de Range Rover recorren caminos de tierra sin asfaltar dejando estelas de polvo a su paso. Al llegar a una zona de pequeñas casas de piedra encajadas entre arrozales, el enjambre de vehículos se detiene en seco. De su interior, entre asistentes del Gobierno e ingenieros blandiendo mapas, prismáticos e instrumentos de medición, salen dos occidentales corpulentos ataviados con finos trajes de verano de colores claros, corbata y camisa y una bonita muchacha china vestida con un traje de chaqueta gris marengo y minifalda. Un grupo de campesinos de tez ajada y morena y dientes descuidados observan la escena con una mezcla de curiosidad y perplejidad que exteriorizan con miradas interrogativas y rascándose la cabeza. Poco a poco, transeúntes se van sumando al grupo de curiosos y en menos de cinco minutos, más de una decena de personas de todas las edades está preguntándose qué ha traído a un grupo tan dispar de gente a un rincón tan remoto del país.

El sol se empieza a poner por el horizonte y refleja los tonos púrpura en el agua que inunda los campos de arroz. En esta parte del país las vidas siguen ancladas al ciclo de las cosechas del cereal, exactamente de la misma forma en que lo estaban en los tiempos de la China Imperial. Las innovaciones tecnológicas en las pequeñas plantaciones no van mucho más allá de tractores cuyo traqueteo se pierde en la inmensidad del paisaje, engullido por el silencio sepulcral. A unas decenas de kilómetros se yergue Wuhu, una ciudad de más de tres millones de habitantes, la más próspera de la provincia, una metrópoli china más, creciendo al amparo de la industria pesada y los puertos fluviales. Algo más al norte se encuentra Hefei, la capital de la región. Son paradigmas del modelo de ciudades chinas de interior que afloran por todo el país, no muy diferentes a las que pueden verse en Xinjiang, Jilin o Mongolia Interior. Idénticos decorados para diferentes culturas dentro de lo que una vez se dio en llamar El Reino del centro. Una mezcla de una nueva clase urbana que conduce Buicks y Bentleys, consume lujo y tecnología y dispone del ocio en chupitos de Cardhu con té, y un ejército de personas que alimentan la máquina del sector servicios con su mano de obra, emigrados de las zonas rurales, y que viven agolpados en casas de protección oficial en las afueras. Entre unos y otros, permiten que la rueda siga girando en un caótico samsara de proporciones que nadie puede prever.

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Puente en la ciudad de Wuhu, Anhui.

Lo cierto es que Anhui ha permanecido relativamente aislada del boom económico que ha desdibujado China en los últimos 30 años. En el año 2011, The Economist, en una de sus insignes gráficas, comparaba el PIB de las provincias chinas con el de países. Anhui tenía por aquel entonces un producto interior bruto análogo al de Pakistán. Jiangsu y Zhejiang, las prósperas vecinas del este, a Suiza y Austria respectivamente. Es fácil imaginar el efecto que esta disparidad económica tiene en el ecosistema social de la región. Para los chinos, Anhui es una provincia eminentemente rural, o dicho de una forma menos prosaica, una provincia pobre en términos económicos. Trabajadores de la región tratan de prosperar en el boyante sector terciario de las grandes ciudades del entorno, como Suzhou, Hangzhou o Shanghái, buscando ingresos más abultados para poder mantener los cada vez más altos estándares de vida que el tic-tac de la sociedad dicta.

No lo llames emigración, llámalo ambición, no digas desesperación, dí mejor tolerancia al cambio y resiliencia. Desde el interior rural del país, que vive en una dimensión paralela, las grandes urbes se perciben como el lugar donde hacer fortuna. Son las Américas de nuestros tatarabuelos, a tres horas en autocar. La emigración, en la actualidad, es un problema para la mayoría de provincias emisoras. A finales del 2010 se reportaron en Anhui carencias de mano de obra en diferentes sectores, tendencia que se ha venido repitiendo en las últimas fechas. El Gobierno local está intentando persuadir a sus habitantes para que se queden en su provincia mediante beneficios sociales y subidas de sueldo que en algunos casos llegan al 20%. Si hay falta de mano de obra es porque algo está cambiando en Anhui. Los proyectos de infraestructuras han conectado los principales centros de la provincia con las grandes capitales del este y las urbes del oeste y el sector servicios va en aumento a medida que las clases medias van ganando poder adquisitivo.

"La pobreza", dijo Indira Gandhi en 1972 en una Conferencia de Medio Ambiente de las Naciones Unidas, "es la peor forma de contaminación". Parafraseando a la hija de Jawaharlal Nehru, se puede decir también que no hay peor agente desestabilizador del medio rural que el desarrollo urbano que sólo atiende a objetivos económicos. Esa es una de las principales lecciones que se extrae de la experiencia China. Los todo terrenos desaparecen de la escena llevándose consigo a las gentes del Gobierno y los ingenieros occidentales. Toda la escena ha sucedido tan rápidamente que los lugareños se sienten tentados de pensar que todo ha sido una ensoñación de esas tan frecuentes en la literatura clásica China, pero las huellas de los vehículos siguen marcadas en el camino dando fe de lo sucedido. El grupo se desperdiga y vuelve a sus quehaceres diarios, sin saber el alcance de lo que acaban de presenciar. Los arrozales y casas bajas tradicionales de la zona serán sustituidos por veinticinco bloques de viviendas de dieciocho pisos en menos de un año. Las casas donde nacieron y crecieron, los caminos donde aprendieron a montar en bicicleta y los arrozales de los que varias generaciones llevan cuidando desaparecerán en pos del desarrollo. Nadie les ha pedido su opinión. Puede que el cambio sea a mejor, pero también puede que el país se vea afectado por un modelo desarrollista que, como los pobres de Indira, se come el medio ambiente dejando sólo homogeneidad a su paso.