La marca España o 'the Freak Show'

La marca España o 'the Freak Show'

Si te van las sardinas picantonas con tomate, pasa de la lata y tírate de cabeza a esta receta. Sencillísima, económica, natural, cromática y buenísima. La combinación perfecta de sardina, guindilla, tomate y ajo ¿Hay algo más del terreno y bueno?

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Este país se está convertido en un auténtico freak show, aquel espectáculo de fenómenos itinerante donde sus protagonistas exhibían sus deformaciones y habilidades en una suerte de performance excéntrica y trastornada; la diferencia es que hoy y aquí, quienes nos gobiernan y quienes tienen el dinero nos muestran sus anomalías y aberraciones, grotescas y rarunas, a través de lo que dicen, de sus decisiones y lo que generan; y lo que es peor, lo hacen con tanta frecuencia que se pierde el valor fundamental de lo que mueve al asombro o al morbo: la sorpresa por extraordinario. No es casualidad, puesto que, además de ser unos profesionales del freak show, son auténticos y verdaderos frikis, si atendemos a la definición que la RAE da del término en una de sus acepciones: "Persona que practica desmesurada y obsesivamente una afición"; y realmente, es muy difícil encontrar individuos que encarnen con tanto acierto este concepto, dada su propensión a exhibir sin reparos su afición desmesurada y obsesiva por sí mismos y su entorno a costa de quien sea.

Son espectáculos los suyos mucho más inquietantes y perturbadores que aquellos que mostraban mujeres de 4 pechos u hombres con dos cabezas, pues dejan al descubierto un corazón deformado por la falta de moral y un cerebro enfermo y esquizo incapaz de ponerse en la piel del otro. Sus performances nos han llevado al empobrecimiento generalizado y a la pérdida de derechos y libertades, y es tanto el tiempo que llevan en esas que ya el cuerpo del ciudadano ha hecho callo y como que se ha habituado, pues se trata de una exhibición de rarezas y realidades sucias que nunca deberían darse, pero que sepultadas por estratos sucesivos de frecuencia y reiteración terminamos casi por aceptar, puesto que la capacidad de asombro, como la libido, termina diluida en la desgana y el hastío de la costumbre.

Así que, de tanto en tanto, es necesario un golpe de efecto para que el freak show siga vivo y no deje de asombrarnos. El espectáculo debe continuar y su capacidad para alimentarlo e incorporar nuevos protagonistas está fuera de toda duda. ¡Pasen y vean! Dos nuevos números se han incluido en el show: la gestión del contagio por ébola de la auxiliar infectada en Madrid y el escándalo de las tarjetas B de Caja Madrid. La habilidad para reinventarse de los miembros de nuestra particular Parada de los monstruos es infinita. Son de los mejores que pudiéramos desear y capaces por sí solos de mantener encendida la llama del espectáculo.

Y menos mal que es así, pues ya casi nada nos sorprende; ya casi nada nos conmueve. Nos hemos habituado a sus salidas de tono y a su incompetencia, como a la sangre televisada de los otros, y asistimos apáticos al espectáculo al que nos tienen acostumbrados, salvo cuando los números que nos presentan, como los mencionados, son tan desproporcionados que nos escandalizan e indignan al mismo tiempo. Los medios de comunicación se han convertido en la arena donde mostrar sin pudor sus deformaciones éticas y morales, del mismo modo que aquellos circos viajeros exhibían a sus deformes.

El freak show continúa con la performance deformada e indecente de una víctima transmutada en culpable en la crisis sanitaria del ébola en Madrid. Número éste, en el que, en lugar de tratar a la paciente como una heroína, han pretendido presentarla a la opinión pública como responsable de su desgracia, siendo incluso objeto de burdas parodias televisivas. Que en lugar de arroparla y defenderla, se le ha llegado a acusar de mentir bajo no sabemos qué siniestros intereses. Que en lugar de buscar posibles fallos en los protocolos de actuación, en un principio se han negado categóricamente -a diferencia de EEUU, que en un caso similar investiga desde el minuto uno qué pudo fallar en los mismos-. Que en lugar de reconocer la posible falta de preparación del personal sanitario, ponen en duda su profesionalidad. Y lo peor: dando una sensación de incompetencia e inseguridad en los gestores de la crisis, que ha generado una desconfianza y miedo innecesarios en el ciudadano. Lo más grave de todo es que, a pesar de ello, nadie va a reconocer, así los maten, la segura relación causa-efecto entre lo que está pasando y los recortes efectuados en sanidad.

Tan sólo ahora que el virus ha entrado en nuestra casa parece que reaccionan, se activan las alarmas y se preparan con más o menos prisas otros centros en diferentes comunidades, por lo que pueda pasar..., pero el virus llevaba meses tocando a la puerta. Cosas del directo. El espectáculo debe continuar.

Y continúa con la incorporación al freak show de un nuevo número de corrupción y abuso, el enésimo (en esto hay que admitir cierta falta de originalidad, aunque se ha visto compensada con el descaro con que se ha representado). Se trata del escándalo de las tarjetas B, en negro o Black, donde han actuado rostros conocidos de la parada de los monstruos nacional, habituales del show. Si la performance desarrollada con el expolio de dinero a través de tarjetas sin declarar es grotesca y escandalosa, quienes la representan confirman lo que de ellos se piensa: que son gente sin escrúpulos, sin vergüenza, prepotentes y vomitivos, que con su forma de actuar no muestran más que lo que son: auténticos ladrones sin moral y carentes de toda ética, en cuyas manos ha estado el destino de miles y miles de personas. Mientras se efectuaban desahucios y se dejaba a familias enteras en la calle, al mismo tiempo que se despedía a empleados o se efectuaba el rescate bancario más caro de la historia con dinero público, estos deformes amorales gastaban a través de tarjetas no declaradas el dinero de los ahorradores. Trajes, viajes, hoteles, comidas, vinos, masajes, regalos, citas... ¿Por qué? Porque yo lo valgo, dirán. Porque son ladrones, sin más; además de proporcionar un argumento vulgar, patético y ordinario al espectáculo.

Qué mala pata que el freak show que nos ofrece la parada de los monstruos patria, en lugar de dar morbo dé tanto asco. Qué pena la mala imagen que ofrecen a aquellos artistas de lo morboso. Forma parte ya de la marca España, qué se le va a hacer. Y lo peor es que son tan profesionales que son capaces de improvisar sobre la marcha, y a poco que les rasques se vienen arriba y montan otro numerito de los de vomitar. Tenlo claro, habrá más. El espectáculo debe continuar.

Qué lástima que las televisiones o los diarios, como aquellos circos viajeros, no tengan jaulas donde guardar los viejos leones, porque el único número que podría librarnos de estos deformes amorales, contrahechos y sin ética, sería verlos allí dentro compartiendo espacio...aunque, probablemente, los pobres animales acabarían también vomitando y huyendo.

Esta receta va por nosotros, por los sufridos espectadores de la Parada de los monstruos. Una receta que, como ellos, lleva impresa en los genes la marca España, pero por sabor verdadero y auténtico, y por ingredientes: Sardinas Freak Show, las sardinas espectáculo. Si te van las sardinas picantonas con tomate, pasa de la lata y tírate de cabeza a esta receta. Sencillísima, económica, natural, cromática y buenísima. La combinación perfecta de sardina, guindilla, tomate y ajo ¿Hay algo más del terreno y bueno?

Que te aproveche...y que se les atraganten.

NECESITARÁS (para 4 personas)

  • 24 sardinas.
  • 1 cabeza de ajos.
  • 1 tomate maduro.
  • 2 guindillas.
  • 1 cucharada de vinagre.
  • 2 hojas de laurel.
  • 1 ramita de tomillo o de romero.
  • 1 vaso de agua.
  • Aceite para freír.
  • Harina.
  • Sal y pimienta.

ELABORACIÓN

  1. Quitar las cabezas y limpiar bien las sardinas de escamas y tripas. Salpimentar, enharinar y sofreír en una sartén. Retirar y colocar en una cazuela donde habremos puesto previamente las 2 hojas de laurel y la rama de tomillo.
  2. Pelar los ajos y sofreírlos en el mismo aceite de las sardinas. Pasar a la cazuela.
  3. Rallar el tomate y sofreírlo junto a las dos guindillas y la cucharada de vinagre. Rectificar de sal y verter sobre las sardinas.
  4. Cubrirlas con agua y dejar cocer, moviéndola de tanto en tanto, hasta que el agua haya bajado y la salsa trabado, unos 12 minutos aproximadamente.
  5. Servir al medio en la misma cazuela.

Umm, un plato económico, fácil y delicioso.

NOTA

Puedes consumirlas recién hechas, pero si las reservas en la nevera un par de días ganarán muchísimo, pues el sabor se potencia de una manera sorprendente. Aguantan perfectamente hasta una semana, por lo que es un plato ideal para ir desahogado en una cena programada.

MÚSICA PARA ACOMPAÑAR

Para la elaboración: Viaje con nosotros, la Orquesta Mondragón

Para la degustación: Mal ô Mains, Sanseverino

VINO RECOMENDADO

Tavs tinto 11, DO Jumilla

DÓNDE COMER

En cualquier lugar en el que no haya televisión, ni diario, ni Internet, ni nada que se le parezca y te acerque la parada de los monstruos a la mesa; que sean quienes te rodean y la delicia de esta receta el único y verdadero espectáculo que te entretenga.

QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS

Reír, charrar, levantarte a por más vino..., ¿te parece poco ejercicio? Y, sobre todo, ¿se te ocurre algo más entretenido?