Naranjas Yin Yang o por qué los hombres sí deben amar a las mujeres

Naranjas Yin Yang o por qué los hombres sí deben amar a las mujeres

Sentimos la necesidad de dar explicación al comportamiento enfermo, a la locura. Pero nada justifica el maltrato, ni siquiera la enfermedad. Me pregunto qué impulsa a una mujer a continuar viviendo con su enemigo, cuando éste se declara como tal con una actitud salvaje y perturbada.

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Él nunca se fijó en ella, nunca la vio. La tuvo todos esos años al lado, pero jamás la descubrió, ni llegaron a encontrarse más allá del choque silencioso y atronador de sus miradas la primera vez o el estruendo cotidiano de los golpes cada vez que la inseguridad y la frustración despertaban la brutal violencia que anidaba en su interior. La mujer que maltrató y terminó asesinando fue esposa, compañera, madre, hija, nieta, amiga, ilusión, desengaño, feliz, infeliz, infeliz, infeliz...y persona, sin más, persona. Él, sin embargo, dirá que fue su obsesión y su delirio, su desequilibrio, un exceso de amor convertido en posesión en exceso y pura pasión desbocada hasta la locura. La mirada epidérmica y enferma es lo que tiene, no ve más allá de lo que proyectan los propios ojos: tu cáscara podrida, tu pútrido interior.

2014 arranca con los peores datos sobre violencia de género en una década, circunstancia que va unida a la reducción del número de denuncias por esta causa, que se interpreta como una consecuencia más de la crisis (otra secuela que escapa a las estadísticas) que, entre otras cosas, ha generado una mayor dependencia económica entre las parejas.

Hace años, en las zonas grises de la memoria, en esos tiempos en que la vida era en blanco y negro, los malos tratos y los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas recibían el nombre de crímenes pasionales, como si la pasión pudiera justificar la atrocidad del hecho. Y El Caso, el periódico que en la España de Cuéntame se hacía eco de aquella crónica macabra de la desgracia, movía morbosas pasiones en una población pobre, naif e inculta. Eran otros tiempos, otra concepción del mundo, un mundo hecho por el hombre y a la medida del hombre. Un mundo que sigue perviviendo en el interior de algunos hogares, en esa zona gris donde el psicópata se siente seguro y se atreve a imponer su autoridad a golpes. Sentimos la necesidad de dar explicación al comportamiento enfermo, a la locura; concluir diciendo que la incapacidad para empatizar, para mostrar los sentimientos, su carácter extremadamente crítico y sus miedos, le empuja a manifestarse a través de la violencia, que en última instancia no es más que el reflejo de su incapacidad para amar y de su inseguridad. Pero nada justifica el maltrato, ni siquiera la enfermedad.

Me pregunto qué impulsa a una mujer a continuar viviendo con su enemigo, cuando éste se declara como tal con una actitud salvaje y perturbada. En algunos casos se habrá visto obligada por la situación económica, seguro. Haber crecido en un ambiente donde la violencia estaba latente o era moneda de cambio habitual habrá condicionado el futuro de muchas otras. Y no haber recibido una educación en valores correcta que la preparen para una vida sentimental sana, ni los estudios suficientes para hacer de ella una persona segura y crítica, también. Incluso habrá quien en lo más profundo de su ser sienta una atracción morbosa hacia el hombre violento, cuando protección y maltrato son términos confundidos y tomados por sinónimos. Pero creo que es la búsqueda de cariño lo que al final mueve a esta mujer a seguir adelante; la misma necesidad de amor y cariño que hace que el mundo gire a nuestro alrededor incitándonos a continuar con ilusión. Sentirse querida, desear y soñar un amor romántico siquiera una vez, incluso con su verdugo, el enfermo que la anula y la desprecia.

¿Que qué razones hay para que los hombres amen a las mujeres? Sinceramente, no las hay. ¿Acaso hay razones para amar a un hijo, para querer a un amigo, para ponernos en el lugar de otra persona? El amor se lleva dentro, se da, ni se mide ni se dosifica; quizás se manifieste de forma diferente, pero se regala, aún no recibiéndolo en la misma medida, porque quien lo guarda y no lo saca termina por convertir su corazón en piedra.

Tal vez sea eso el problema después de todo, la incapacidad para amar, de verse en el otro, de mirarla como persona.

Ojala tuviéramos tres corazones; los pulpos los tienen, y ocho brazos; ocho posibilidades de aprehender, de abrazar, de proteger. Tres corazones: uno para quererte a ti mismo y dos para querer a los demás. Tres oportunidades para amar sin condiciones.

Regálale este postre: Naranja Yin Yang, las naranjas del amor, y dile que la quieres con una flor, sin más, no hacen falta palabras, porque casi es Sant Jordi y es precioso y porque habiendo discutido hace un momento, se lo merece; y léele, léele las cosas bonitas que le harías, las cosas hermosas que llevan su rostro; y susúrrale, susúrrale al oído todas aquellas otras que no le harás porque no es el momento y estáis cansados... y descubre que no hubo jamás ocasión mejor ni amante más deseado.

Que las disfrutéis.

NECESITARÁS (para 4 personas)

  • 3 naranjas.
  • 100gr de chocolate para fundir.
  • 1 cucharada de agua.
  • Azúcar moreno (de caña, no el dúo, aunque nada impide pensar que la combinación no mejorara el resultado).
  • Canela en polvo.
  • 1 copa de amaretto.

ELABORACIÓN

  1. Pela las naranjas y córtalas en rodajas aproximadamente de ½ cm de grosor. Espolvoréalas con canela rocíalas con el amaretto y reserva en la nevera 1h aproximadamente para que adquieran los matices dulces y amargos de almendra y albaricoque del licor
  2. Funde el chocolate junto a en una cucharada de agua durante 1' en el microondas.
  3. Cubre con el chocolate la mitad de cada una de las rodajas y reserva en la nevera hasta que endurezca.
  4. Cuando ya esté, Sácalas y espolvorea con el azúcar el resto de cada una de las rodajas y dóralas con el soplete de cocina.
  5. Emplatado: Servir en plato alargado solapando las cuatro rodajas.
  6. Umm, una delicia tan sencilla como espectacular.

NOTA

Te recomiendo que viertas en vaso de chupito el amaretto de la maceración y te lo bebas muy, muy frío. Además de acompañar de maravilla la naranja, el sutil sabor que le ha dejado ésta lo convierte en un trago inigualable.

Si adornas cada rodaja con flores comestibles el resultado es impactante, aunque corres el riesgo de no acabar este postre si, como debes, el postre lo compartes en pareja.

MÚSICA PARA ACOMPAÑAR

Para la elaboración: Bésame mucho, Diana Krall.

Para la degustación: Como tú no hay 2, Beatriz Luengo Feat Yotuel.

VINO RECOMENDADO

Reymos Moscatel, espumoso dulce, 11.

DÓNDE COMER

Da igual el lugar si quién te acompaña es la persona que deseas. Vístete de deseo irreprimible y sincero. Vístela con la mejor de las miradas. Que el plato seas tú y tus dedos tenedor y cuchillo. Que tu boca sea vaso que vierta en la suya licor y abandónate indolente a la arrolladora emoción de ser querido.

QUÉ HACER PARA COMPENSAR LAS CALORÍAS

¿Puedes imaginar desgaste más evidente que una pasión desatada? Déjate llevar, no lo pienses, tu cuerpo hará el resto.