Bichos

Bichos

Imagen de archivo de una manifestación de Societat Civil Catalana.EFE

Es verdad que nadie puede adivinar el futuro. Sin embargo, conocidos los antecedentes, hay escenarios más probables que otros. En la Antigüedad era un tópico inferir que, si un ejército de otro país pedía permiso para pasar por el propio, lo más probable es que eso acabara en invasión. Había sucedido tantas veces, que ese era el pronóstico más sensato. Cuando Filipo preguntó a los espartanos si preferían que pasara por sus tierras como amigo o como enemigo, éstos le contestaron: "De ninguna de las dos maneras". Y Tucídides tenía la bien fundada pretensión de que, con su obra sobre la guerra del Peloponeso, no sólo ofrecía un conocimiento de los hechos del pasado, sino también de los que "en el futuro serán iguales o semejantes, de acuerdo con las leyes de la naturaleza humana".

El último fin de semana, el periodista y escritor Arcadi Espada, junto con siete amigos, luego de cenar en un restaurante de la zona se dispusieron, con un espray rojo, a transformar en una bandera española el lazo amarillo de metal que señorea abusivamente una rotonda de L'Ametlla de Mar. Casi de inmediato fueron abordados por numerosos miembros de la Policía catalana, quienes los identificaron y denunciaron siguiendo las nuevas e inquietantes directrices oficiales, enfrentándose ahora a posibles multas de hasta 30.000 euros. El alcalde de ERC dio a conocer los hechos en un tuit donde, vanagloriándose, también llamaba "sucios" y "bichos" a Arcadi Espada y sus siete acompañantes.

¿Cuál es el trato natural para con los bichos?

Ahora bien, siendo palabras perturbadoras, se quedan cortas al lado de "carroñeros, víboras y hienas" y "bestias con forma humana": las palabras con las que, hace pocos años, Quim Torra se refirió a buena parte de los catalanes. Si el capitán del barco se emborracha en altamar, ¿qué no se podrán permitir entonces sus marineros?

Y Oriol Junqueras, el otro gran líder nacionalista catalán, en las últimas elecciones de diciembre declaró que esperaba que en las urnas se impusiera "el bien sobre el mal"... Los buenos sobre los malos... Y hace poco le publicaron, en la prensa catalana, una carta desde prisión donde, entre otros exabruptos impropios del lenguaje y de la mentalidad de un político occidental del siglo XXI, llegó a conminar a sus destinatarios diciéndoles: "Amad a todo el mundo" (se refiere al mundo nacionalista), y se despide diciéndoles "Os amamos"... En otras palabras: "Amaos los unos a los otros como yo los amo". Si se tratara de un político de otra región o país, sin duda nos reiríamos con susto hablando de caudillismo mesiánico. Y Torra, luego de salir de La Moncloa, muy inquietantemente contó que le dijo a Sánchez que él ya tenía "55 años, los hijos mayores y nada que perder"... ¡Nada que perder! ¿En manos de quiénes estamos los catalanes?

El problema con los lazos amarillos es que no surgen de manera espontánea

Este mismo verano, Torra también publicó un artículo titulado "Como un solo pueblo contra el fascismo". Lo de "un solo pueblo" da escalofríos y no amerita más comentarios. Y, por "los fascistas", paradójicamente ahora se refería a quienes quitan o burlan los símbolos amarillos colocados impropiamente en el espacio público: seguramente, la mitad de los catalanes.

El problema con los lazos amarillos es que no surgen de manera espontánea. Si la mitad de los catalanes los pone (sin encontrar oposición de la Policía), o los lleva puestos en sus ropas o se siente cómoda con su mensaje, la otra mitad los quitamos (ahora bajo persecución policial), puesto que, primero que todo, tenemos el mismo derecho y más de quitarlos que ellos de ponerlos, y además es que nos sentimos ofendidos y asfixiados con su falso e hiriente mensaje, así como rechazamos su clara utilización para etiquetar a los catalanes como buenos o malos.

Ahora resulta que somos "fascistas" y, según el delirio de Torra, también "violentos grupos armados". Pero, claro, así ¿qué no estaría justificado para aplacar a fascistas violentos y armados, existan o no existan como tales, o supongan ciertamente a la mitad de la población?

Sucios. Bichos. Carroñeros. Víboras. Hienas. Bestias con forma humana. Taras en el ADN. Fascistas. Grupos armados. El bien sobre el mal... Aquí hay un claro proceso de deshumanización en marcha. Y ¿qué es lo que ha solido suceder en la historia cuando una parte de la población deshumaniza a la otra? ¿Cuál es el futuro más probable cuando a los adversarios políticos se les comienza a ver como a insectos o animales inmundos?

¿Qué pretenden con este proceso de deshumanización de la mitad de los catalanes?

Nadie conoce el futuro, pero si yo entro en una cocina y veo una bolsa de arroz bomba y un surtido de mariscos, enseguida infiero que allí van a cocinar una paella. El principal problema con el que nos enfrentamos los catalanes no nacionalistas a la hora de hacernos entender en el resto de España, es el de una especie de falacia moralista muy vigente: si la realidad es terrible, se impone cerrar los ojos y no creer en ella. Pero debemos insistir: ¿Qué se están cociendo el president Torra y Junqueras? ¿Qué pretenden con este proceso de deshumanización de la mitad de los catalanes? Si el otoño pasado fue malo, este será peor. ¿Qué piensa hacer el Gobierno de España para deshacer esta espiral de opresión y violencia? Este mismo fin de semana, en Barcelona, un hombre le rompió la nariz a una mujer de un puñetazo por quitar lazos amarillos.

Decía Mark Twain que la historia no se repite, pero rima. Teniendo en cuenta los antecedentes históricos, ¿con qué acabará rimando mejor el proceso de deshumanización de los vecinos y adversarios políticos: con democracia y convivencia cívica o con totalitarismo y barbarie?

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