El peor futuro de la democracia

El peor futuro de la democracia

Nunca antes, en democracia, se había visto el futuro tan negro en sus diversas concreciones: de país, económico, político y personal o familiar. Es más, estaríamos ante una sociedad que no ve futuro y que desconfía de su futuro y de las instituciones. Y esto sí es responsabilidad de los Gobiernos.

El panorama es oscuro. Los sociólogos que nos dedicamos a preguntar a la gente sobre sus vivencias y expectativas, nos encontramos con el mismo color -negro- al hablar del futuro. Desánimo, desmotivación. Ni siquiera indignación. Incertidumbre a raudales. Incluso empieza a ser noticia -y cierto tópico mediático- aquellos que se presentan a la sociedad mostrándose llenos de optimismo y, armándose de cañones normativos, lanzan a los demás muchos "hay que": "hay que ser optimista", "hay que esforzarse", "hay que tener ilusión", "hay que dar la cara ante la situación". Parece que la audiencia prefiere ahora escuchar estos gritos de ánimo, como si vinieran lanzados por un rudo entrenador de equipo condenado a descender de división, que las tristes peroratas que nos enseñan: "las caras de la crisis", "personas de carne y hueso, con sus historias, de esta crisis, que es más que números...". Sí, la audiencia parece haberse cansado de esto último.

Tomando una serie que arranca desde 1978, vemos que el porcentaje de quienes opinan que la situación política española será peor en los próximos doce meses alcanza su máximo, estando en el 36,4% el porcentaje de quienes opinan así en el barómetro de octubre de 2012, último resultado disponible. Es decir, estaríamos ante la percepción del peor futuro político en toda la democracia. En cuanto a la opinión prospectiva del futuro económico, en ese mismo estudio, también se alcanza récord con el 49,1% de quienes opinan que el futuro económico será peor en el próximo año. Sólo le sigue, relativamente lejos, el 47,5% de octubre de 2008.

Uniendo percepción de futuro de la política y de la economía, estaríamos en un momento en que los ciudadanos opinan mayoritariamente que es el peor futuro en todo el período democrático. Nunca antes, en democracia, se había visto el futuro tan negro en sus diversas concreciones: de país, económico, político y personal o familiar.

Más allá de las valoraciones políticas, sobre si estamos ahora mejor o peor que hace cuatro años, con otro Gobierno, lo que se constata es que hoy el futuro que ven los españoles es peor. Es más, estaríamos ante una sociedad que no ve futuro y que desconfía de su futuro y de las instituciones. Y esto sí es responsabilidad de los Gobiernos. Se votó mayoritariamente a Rajoy porque ofrecía mejor futuro que Rubalcaba; y el propio Rodríguez Zapatero tuvo que dimitir porque ya no ofrecía futuro. Es decir, el apoyo social de un Gobierno está directamente correlacionado con las expectativas (positivas) de futuro que es capaz de generar.

Todos los registros de datos de encuestas apuntan a lo mismo. Veamos uno más reciente. El 64,1% opina que la situación en España será peor y el 40,7% que la situación de su familia será asimismo peor (sólo un 12,3% dice que será mejor), ambos indicadores referidos a los próximos seis meses (ICC de Noviembre 2012). Hace algunos meses, buena parte de quienes hacemos profesión demoscópica, pensábamos que tal percepción negativa del futuro era difícil que creciese, que estábamos en una especie de techo del pesimismo. Pues nos equivocamos. Y ya son muy pocos los que se atreven a señalar un límite o tope en estos guarismos de la desesperanza.

Además, muchas veces, estas opiniones de la sociedad sobre el futuro son una aproximación realista al mismo. Así, el barómetro de 2011 (estudio 2923 del CIS) centrado en la crisis económica, recogía que el 70,4% mantenía que la crisis empeoraría aún más. Es cierto que puede haber mucho de profecía autocumplida. Es decir, en la medida que se dice que las cosas irán mal, se llevan a cabo comportamientos -menos consumo, menos inversión, etc.- que finalmente hacen que las cosas vayan mal, entrándose en una especie de círculo vicioso de la economía y la ausencia de expectativas. Y, por otro lado, los círculos virtuosos -buenas expectativas, aumento del consumo- tienden a terminar en burbujas en las que, como ésta, explota con todos dentro.

¿Los círculos viciosos de la economía no crean burbujas negras que también explotan, para desembocar así en un círculo virtuoso? Si esto fuera así, que no lo sé porque no soy economista, me gustaría señalar que ya llevamos años de antigüedad en el círculo vicioso. Por si lo de la antigüedad cuenta aquí también para ponerse en la puerta de salida.

A lo mejor, quienes tendríamos que cambiar somos nosotros mismos y tienen razón quienes nos empujan a tomar las cosas con sonrisas, al optimismo sea como sea, y pase lo que nos pase. En diciembre de 2010 (barómetro 2856), último estudio del CIS centrado en la percepción del futuro, el 44,2% de los españoles percibía el año siguiente (2011) como un año lleno de incertidumbres, el 69% lo recibía preocupado. Si en este mes, muy dado a las prospectivas demoscópicas sobre el futuro, nos hacen una pregunta parecida, lanzamos un canto de esperanza, y producimos otra distribución de respuestas.