El Barça no sabe ganar sin jugar bien

El Barça no sabe ganar sin jugar bien

La debacle de París era algo que se veía venir desde hacía meses. Cuando rivales de menor entidad, como el Betis, el Celta o la Real Sociedad te roban el balón, te dominan y hacen que parezcas un equipo pequeño, ¿qué no te va a hacer un conjunto de la enjundia del PSG?

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Luis Enrique durante el partido entre el PSG y el Barcelona por la Liga de Campeones de la UEFA. Foto: EFE.

La debacle de París era algo que se veía venir desde hacía meses. Cuando rivales de menor entidad, como el Betis, el Celta o la Real Sociedad te roban el balón, te dominan y hacen que parezcas un equipo pequeño, ¿qué no te va a hacer un conjunto de la enjundia del PSG? Un equipo formado a golpe de talonario y muy bien engrasado desde la banda por Unai Emery.

Al exitoso exentrenador del Sevilla le fichó el jeque Nasser Al-Khelaifi el pasado verano para que diera el salto de calidad que llevara a su equipo a la gloria, a conquistar la tan ansiada Champions League. La escuadra francesa presumió de las virtudes que no hace mucho dieron lustre al Barça y le valieron ser el club más envidiado de Europa: la presión alta, el juego de posición y la importancia del mediocampo.

Hasta que se fue Guardiola el equipo azulgrana era un conjunto donde brillaban los centrocampistas. Éstos eran quiénes dictaban el sentido del juego y por ende la idea que germina en los viveros de La Masía. Un concepto que sublimó Pep con Xavi, Iniesta y Busquets al mando. Desde que llegó Luis Enrique, este ideario se olvidó. El entrenador asturiano desnaturalizó al equipo, que se inclinó sin remisión a la MSN, esa genial delantera que forman Messi, Suárez y Neymar. Quizás, por otra parte, los tres mejores delanteros del mundo.

El preparador culé obvió el centro del campo para entregarse veladamente a su formidable nómina de delanteros, lo que condujo a que se olvidara de lo esencial: la pelota. La idea de Lucho fue que el balón llegara lo antes posible a sus tres bestias y saltarse así el centro del campo, zona que tantos réditos dio al Barça a lo largo de la última década. Un error que comenzó a vislumbrarse nítidamente esta temporada, cuando la mayoría de los partidos se convirtieron en una ruleta rusa y los acababa decidiendo Messi en una acción episódica (un golpe franco, una genialidad en forma de pase, etc.), o simplemente se empataban o perdían por la desidia del resto del colectivo.

Lo mejor del resultado de París puede ser la dimisión a final de temporada de Luis Enrique y una vuelta a los orígenes con algún entrenador que vuelva a dar al balón la importancia que merece.

El propio Atlético de Madrid mereció un mejor resultado en las semifinales de la Copa del Rey ante un Barcelona resultadista, que ha perdido su esencia, que no se preocupa de dominar los partidos, sino que prefiere el caos del ida y vuelta que genera el propio choque para terminar ganando por su mayor pegada. Esta filosofía de juego da alergia a muchos barcelonistas, que no reconocen a su equipo.

Luis Enrique "vendió" este sistema de juego como una alternativa al toque, como vía para ganar los partidos que se complicaran. Intuyó que renunciando al cuero, sus atacantes dispondrían de más espacios para aprovechar al contraataque. Pensó que teniendo a la mejor delantera del mundo -y quizás de la historia- podría minimizar la relevancia del mediocampo; precisamente la parcela del terreno de juego a la que más atención prestaba su amigo y excompañero Pep Guardiola. "El fútbol es un juego de centrocampistas, así que cuantos más ponga mejor jugaremos", comentó en alguna ocasión el actual entrenador del Manchester City.

Lo mejor del resultado de París -y la más que probable eliminación- puede ser la dimisión a final de temporada de Luis Enrique; y una vuelta a los orígenes con algún entrenador que vuelva a dar al balón la importancia que merece en Can Barça.