Lesbiana, la palabra prohibida

Lesbiana, la palabra prohibida

Sandra, no puedo emocionarme con tu discurso. Espero que algún día termines de hablar claro. No porque nadie te obligue, sino porque te nazca de forma natural. Igual que espero que Elena Anaya dedique otro Goya, ya no a su amor, sino a su novia, a su esposa o similar. Simplemente espero que en algún momento seas una lesbiana visible y bien orgullosa de esa etiqueta que no has elegido. Como muchos lo somos. Y sí, basta ya de armarios. Pero de verdad de la buena. Desde el máximo respeto te lo digo.

El lunes, Sandra Barneda, popular presentadora de Telecinco, salió del armario en prime time. O algo parecido. Bueno, en realidad no, no lo hizo. Dijo estar orgullosa de ser mujer. Dijo estar orgullosa de ser quien es. Dijo estar orgullosa de Sandra. Dijo estar orgullosa de su pareja, sea hombre o mujer. Pero no fue capaz de decir lo más importante: "Estoy orgullosa de ser lesbiana".

Mucha gente se ha emocionado con su discurso. De hecho, a mi compañero Jose le gustó bastante tal y como contó en su post. Pero somos muchos otros los que estamos descontentos con su actuación. La homosexualidad de Sandra Barneda era vox populi desde hace años, y no porque ella lo hubiese contado públicamente. Su inclusión en listas sobre los gays más influyentes de España fue uno de los motivos. Lo cierto es que Barneda podría haber seguido obviando el tema y haciendo con su vida personal lo que le hiciera la gana (¡faltaría más!), pero la realidad es que, por un motivo que desconozco, decidió hablar del tema en Hable con ellas, programa que presenta. Y lo hizo. Lo hizo sin decir lo fundamental: "Soy lesbiana".

¿Por qué? ¿A qué se debe esa ausencia? ¿No debería de haber empezado por ahí? Dijo que no le gustan las etiquetas, pero no dudó en definirse como mujer, etiqueta por antonomasia donde las haya. Pero al parecer la que no le gusta es la de lesbiana.

Estos días he leído muchas opiniones en redes sociales sobre este tema. A favor y en contra. Y cuanto más leo, más claras tengo la importancia y necesidad de que Barneda hubiese dicho cuál es su orientación sexual con todas las letras. De entre todo lo que he leído, considero que la escritora Libertad Morán es quien ha dado en el clavo de la cuestión. Reproduzco el comentario que dejó en mi perfil de Facebook:

Lo más frustrante de las mujeres lesbianas es su empeño en agarrarse a lo que denominan "su vida privada". En eso los hombres gays nos llevan no sólo años de ventaja sino toneladas de valor y coraje. Hay poca consecuencia y coherencia entre las pocas mujeres de las que se sabe que son lesbianas. Y habría que dejar una cosa clara y muy políticamente incorrecta: mi vida privada es lo que yo pueda hacer en la cama (u otros lugares) y con quién o quiénes. Hablar de mi pareja con naturalidad, del mismo modo que hacen los heterosexuales en todo momento y lugar no sólo no se puede denominar vida privada, sino que es incluso una cuestión política (por la cuenta que nos trae). Hasta del más reservado de los heterosexuales se sabe quién es su pareja o siquiera si la tiene. La clave es la naturalidad y la relativización de las cosas. Dejar ya el victimismo y la ocultación y dar la cara de una puta vez sin hacer dramas de ello.

Decir "lesbiana" en prime time ayuda a que seamos más visibles, a normalizar una orientación sexual que para muchos sigue siendo una aberración, a hacer sentir a muchas lesbianas armarizadas que no están solas ni son perros verdes. Y por todo ello, es importante que esas ocho letras hubiesen salido de la boca de Sandra Barneda. Por supuesto, no estaba en la obligación (de hecho, no lo hizo), pero habría sido de gran relevancia.

Hoy me he sorprendido explicando en varias ocasiones por qué es importante este tipo de cosas, por qué aunque no seamos activistas todos tenemos que poner nuestro granito de arena. Y a bote pronto se me ocurren los siguientes cuatro motivos:

  1. Aún hoy día se presupone que la norma general es la hererosexualidad, por lo que es bueno que los no heterosexuales hagamos pública nuestra realidad, de tal forma que se vea que existimos y somos iguales al resto.
  2. Mientras siga habiendo discriminación por ser LGTB, hay que seguir luchando por la normalización. Y nuestro grano de arena mínimo es ser quienes somos con la cabeza bien alta y sin ocultación en ningún área de nuestra vida (familiar, amistades, laboral...).
  3. Es gracias a todos los LGTB valientes del pasado y el presente que ahora podemos ser libres (al menos en España). Nuestro silencio, en última instancia, nos hace cómplices de los que quieren reprimirnos.
  4. Hay países donde ser lesbiana está penado con cárcel. Qué suerte que en España se pueda decir bien alto y aun así haya quien prefiera no hacerlo.

Y no, nadie está obligado, pero por agradecimiento a quienes nos precedieron, por solidaridad con quienes sufren por ello y por celebración de las libertades que tenemos, sí, es conveniente hacerlo (conveniente, que no obligatorio, ojo).

Por todo ello, Sandra, no puedo emocionarme con tu discurso. No puedo levantarme y aplaudir. No puedo sentir más que pena porque en el fondo, muy en el fondo de tus palabras, lo que pides es que te dejen estar tranquila en tu armario (aunque solo sea de la vida pública), entre perchas y bolas de alcanfor. Por supuesto, tú sabrás los motivos. Solo tú sabes qué grado de aceptación tienes de tu homosexualidad, pero a mí la impresión que me queda es que en realidad te cuesta asumir por completo que eres eso que no dices con todas las letras.

Espero que algún día termines de hablar claro. No porque nadie te obligue, sino porque te nazca de forma natural. Igual que espero que Elena Anaya dedique otro Goya, ya no a su amor, sino a su novia, a su esposa o similar. Simplemente espero que en algún momento seas una lesbiana visible y bien orgullosa de esa etiqueta que no has elegido. Como muchos lo somos. Y sí, basta ya de armarios. Pero de verdad de la buena. Desde el máximo respeto te lo digo.

Este post fue publicado inicialmente en la página web Ambiente G