La Catalunya de la gente

La Catalunya de la gente

Es curioso que se llame soberanista un partido que sistemáticamente ha vendido el poder real de decisión de su pueblo, un partido que permite que haya una diferencia de esperanza de vida de ocho años entre Raval y Sant Gervasi, o que el fracaso escolar sea seis veces superior en los barrios más desfavorecidos frente a los que tienen rentas más altas.

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Foto: EFE

Si la política es una disputa por los sentidos compartidos, el próximo 27S está en juego ni más ni menos lo que entendemos por el pueblo de Catalunya.

Jordi Pujol se llenó la boca con estas palabras durante más de veinte años años, y luego resultó que se refería a un país vacío, sin su gente. Porque no hay nadie menos patriota que quien se envuelve en banderas -ya sea la senyera o la rojigualda- para esconder cuentas en Suiza o en Andorra. El padre fundador de CDC tenía razón cuando amenazaba: "Si se siega la rama de un árbol caen todos los nidos que hay".

Es curioso que se llame soberanista un partido que sistemáticamente ha vendido el poder real de decisión de su pueblo, un partido que permite que haya una diferencia de esperanza de vida de ocho años entre Raval y Sant Gervasi.

Al final cayeron todos cuando la justicia registró hace unas semanas la sede del partido del 3%. Lo preocupante de la corrupción no es sólo el enriquecimiento personal a costa de fondos públicos y la deslegitimación de las instituciones, sino que además permite gobernar a constructoras que no se presentan a las elecciones. La corrupción roba el dinero de los contribuyentes -Catalunya tiene un fraude fiscal anual de 16.000 millones de euros que se podrían destinar a camas en los hospitales, refuerzo del sistema de enseñanza o a servicios sociales-, también nos roba la soberanía y, en este sentido, es incompatible con la democracia.

No se trata de una manzana podrida, sino de la quiebra de las lealtades entre élites. La misma Convergència que había sido funcional al Régimen del 78 ahora rompe la omertà y desencadena una retahíla de vendettas entre bandas mafiosas.

Lo que está en juego el próximo 27S es si esta quiebra se restaurará por arriba o se democratizará por abajo: si investimos al president de los recortes, ArturMas, discípulo de Jordi Pujol, o si empezamos a construir un país para su gente.

Es curioso que se llame soberanista un partido que sistemáticamente ha vendido el poder real de decisión de su pueblo, un partido que permite que haya una diferencia de esperanza de vida de ocho años entre Raval y Sant Gervasi, o que el fracaso escolar sea seis veces superior en los barrios más desfavorecidos frente a los que tienen rentas más altas. Desde que Mas llegó a ser president de la Generalitat, Catalunya se ha convertido en la comunidad autónoma líder en desahucios: hoy, una de cada cuatro ejecuciones hipotecarias tienen lugar aquí. Casi cincuenta diarias. Las listas de espera de la sanidad pública han subido un 40%, y las tasas universitarias un 80%. La soberanía de un país no puede reducirse a los símbolos, debe medirse por la calidad de sus servicios públicos.

Por suerte la ofensiva oligárquica capitaneada por Mas tuvo como respuesta una defensiva plebeya, representada en gran medida por el 15M en Plaça Catalunya, pero también por una serie de movimientos sociales que -desde las mareas a la PAH- defendieron los derechos conquistados. Unos movimientos que crearon las condiciones de posibilidad para construir una identidad popular que ha aglutinado una serie de demandas frente al discurso de la austeridad.

En este sentido, para el 80% de la sociedad catalana que estaba de acuerdo con las demandas del 15M, la celebración de la Diada el 11 de septiembre de 2012 representaba otro acontecimiento dentro de un relato que exigía más democracia. Según el CEO, más del 40% de los que han hecho independentistas en estos últimos años esgrimían como principal razón la actitud del Gobierno central hacia Catalunya. Y es que el PP ha sido una auténtica fábrica de independentistas, pero también es cierto que CDC ha visto la oportunidad de aprovecharse de esta situación. De esta forma, Mas se apropió de una demanda genuina de libertad con fines partidistas, y desplazó el foco de atención de los recortes a un nacionalismo vacío.

Mas intenta que el próximo 27S sea un plebiscito sobre la independencia, mientras que la gente común quiere hablar de paro, recortes, desahucios y corrupción.

Así llegamos a la presentación de esta campaña electoral, cuando Mas se refiere precisamente a la "gente del Sí Se Puede" con el característico desprecio que las élites catalanas han mostrado siempre hacia su pueblo. En política siempre es el adversario quien nos da un nombre propio, y la clave es convertir su odio en nuestra sonrisa. De esta manera nació Catalunya Sí que es Pot: haciendo de la lucha contra el desprecio elitista la seña de identidad de una candidatura de la gente.

En democracia es tan importante lo que se dice como lo que no se dice: es incluso más relevante establecer qué preguntas demandan una repuesta clara como la respuesta en sí misma. Así, Mas intenta que el próximo 27S sea un plebiscito sobre la independencia, mientras que la gente común quiere hablar de paro, recortes, desahucios y corrupción. Por eso, el testaferro de Mas, Raül Romeva, se atrevió incluso a decir que "el programa electoral no importa para estas elecciones". Catalunya Sí que es Pot, en cambio, habla de todo lo que preocupa a la gente común.

Porque estas elecciones no las tiene que ganar ni el sí ni el no, sino Antonio, de quien hablaba Jordi Évole en un artículo recientemente. Y creemos que él verá con buenos ojos el freno a la privatización de la sanidad, una apuesta clara por una educación pública y de calidad, la igualdad de oportunidades para que un niño nacido en Nou Barris tenga las mismas oportunidades que uno nacido en Pedralbes, una Ley de Segunda Oportunidad para que las PYMES ahogadas por la crisis puedan emprender de cero reestructurando sus deudas,un plan de rescate ciudadano que establezca una renta mínima garantizada para todos los que se encuentren por debajo del umbral de pobreza, unas pensiones para nuestros mayores que se equiparen con la media europea, que las instituciones no contraten empresas que han estado involucradas en casos de corrupción y una defensa del derecho a decidir como solución democrática al impasse nacional, que además cuenta con el apoyo del 80% de la ciudadanía catalana.

El 27S habrá sólo una papeleta que valdrá doble y servirá tanto para echar a Rajoy en Madrid como a Mas en Barcelona: el voto por Catalunya Sí que es Pot.