Bs y abz: ¿por qué nos despedimos así?

Bs y abz: ¿por qué nos despedimos así?

Un buen día pasamos de las cartas a los emails, y de ahí a la mensajería instantánea. Un beso lo dejamos en "bs" y un abrazo en "abz". ¿Podría ser que abreviásemos las despedidas porque abreviamos también todo lo demás? ¿El tiempo que pasamos con los otros, los momentos de diversión o las horas de sueño?

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Foto: wikimedia.org.

Un buen día pasamos de las cartas a los emails, y de ahí a la mensajería instantánea. Y de los días de espera para obtener una respuesta pasamos a las horas, y luego a los minutos o segundos. Y en ese preciso momento nuestra vida entró en un espacio de diálogo constante, donde no se abre una conversación ni se cierra, sino que siempre se mantiene abierta. En ese flujo dialógico ininterrumpido dejaron de tener sentido las fórmulas de apertura y cierre de las antiguas cartas. O casi.

Porque algunas no han desaparecido del todo, sino que han adelgazado o se han comprimido. Por ejemplo, de "un beso" hemos pasado a "bs", y de "un abrazo" hemos pasado a "abz". Curiosas costumbres estas. ¿De verdad el ritmo de la vida y nuestra -aparente- falta de tiempo nos impide escribir tres letras más para completar "abrazo"? ¿O dos letras más para completar "beso"?

¿O lo hacemos así porque está de moda? ¿Por parecer modernos? ¿Para imitar a los demás y sentirnos parte del grupo? El riesgo de la moda y la emulación siempre está en no cuestionarse por qué uno hace las cosas. En concreto, en este caso, podemos preguntarnos si no deberíamos utilizar apenas un segundo más para transmitir a esa otra persona que en el tiempo que estaremos sin saber de ella la echaremos de menos. Por ejemplo. O para dejar claro a quien nos leerá que la relación que tenemos con él o con ella, personal o profesional, nos importa, y que estaremos pendientes y atentos esperando su respuesta.

Lorca se tomaba el tiempo de despedir a sus personas queridas como pensaba que se merecían. Quizá porque lo tenía... o tal vez porque lo buscaba.

¿Podría ser también que abreviásemos las despedidas porque abreviamos también todo lo demás? ¿El tiempo que pasamos con los otros? ¿Nuestros momentos de diversión? ¿Nuestras horas de sueño? Tal vez estas apretujadas fórmulas de despedida sean el reflejo de una vida comprimida entre prisas, aplastada por tareas y obligaciones, y envasada al vacío, sin el aire que nos roba la ubicuidad tecnológica. ¿Qué tipo de vida es esta, que recorta y estruja lo esencial?

Lorca usaba fórmulas de despedida como "os quiere y abraza con corazón", "te quiere siempre y de verdad" o la infinita "abrazos incalculables". O también "para ti el mejor de mis recuerdos" y este, desde luego centelleante, broche final: "yo siempre te recuerdo y guardo tu sitio en mi corazón, lleno de poesía hasta los bordes".

Es cierto que era uno de los grandes poetas del siglo XX y que la amplia mayoría de nosotros obviamente no lo somos. También lo es que vivía en otra época y que no tenía un smarthpone. Pero no es menos verdad que se tomaba el tiempo de despedir a sus personas queridas como pensaba que se merecían. Quizá porque lo tenía... o tal vez porque lo buscaba.