¿Es más creativa la generación Spectrum que la generación iPad?

¿Es más creativa la generación Spectrum que la generación iPad?

PHOTO BY PIXEL8 AT WIKIMEDIA.ORG

A comienzos de los 80 se lanzó al mercado el ZX Spectrum, un pequeño ordenador que había que conectar a aquellos televisores que parecían microondas gigantes, y cuyos programas se cargaban a través de cintas de audio de las que se podían rebobinar con un boli Bic (naranja o cristal). Tenía el teclado de caucho, su memoria hoy día arrancaría una sonrisa a cualquiera (había dos versiones, con RAM de 16 kB o de 48 kB) y medía 23x14,4x3 centímetros. Sin pantalla, claro.

Hubo una generación entera que acogió aquel nuevo invento con una expectación sin precedentes. Permitía lo que en aquel entonces parecía un sinfín de posibilidades y, sin duda, marcó el compás de una nueva era. Esa generación creció con Koji Kabuto y la señorita Rottenmeier, tuvo como héroes a KarateKid y a Rocky, y muchos de ellos lucharon por colarse en las salas de cine para ver Grease. Algunos seguirán buscando toda la vida a la Chica de ayer.

Mientras que en un iPad las opciones para consumir contenido son abrumadoramente mayores que para generarlo, en un Spectrum la posibilidad de inventar algo es al menos tan importante como la de simplemente consumirlo

Casi treinta años más tarde aparecería el iPad, un ingenio algo más ancho, muchísimo más fino y con pantalla incorporada. Para ese entonces todo había cambiado. Para empezar, en el olimpo de los héroes el lugar de honor había pasado de Karate Kid a Harry Potter y ya no hacía falta colarse en ningún cine, porque casi todo se podía encontrar en Internet. En ese momento la señorita Rottenmeier hubiera sido probablemente masacrada en los grupos de Whatsapp de padres helicóptero por hacer llorar a sus retoños de algodón con su terrible mirada, y Lady Gaga había (casi) desterrado a la Chica de ayer.

Sin embargo, y aunque se pueda trazar una línea más o menos recta de innovación tecnológica que lleva de un dispositivo a otro, hay una diferencia esencial que posiblemente explica la manera en que enfrentan el mundo las dos generaciones: la que creció con el Spectrum y la que lo hizo con el iPad.

Hemos pasado de la generación que creaba sus propios videojuegos a la que, en general, hace poco más que reaccionar con likes o retuitear lo que otros hacen

Y es que, cuando se enciende, un Spectrum no hace nada. Se muestra una pantalla con esta indicación por toda prueba de que está funcionando: "© 1982 Sinclair Research Ltd". Nada más. A partir de ahí hay que cargar un programa, o bien crear uno. Y esto, sobre todo lo segundo, establece la gran diferencia. Mientras que en un iPad las opciones para consumir contenido son abrumadoramente mayores que para generarlo, en un Spectrum la posibilidad de inventar algo es al menos tan importante como la de simplemente consumirlo. De hecho, es muy probable que fuera eso lo que hizo a toda una generación sentir fascinación por el Spectrum: la posibilidad de crear.

Una de las grandes trampas de nuestro tiempo es asumir que escribir y leer son dos caras de una misma moneda. Sin embargo, escribir no existe en el mismo plano que leer, de la misma manera que pintar un cuadro no es una continuación de contemplarlo, y al igual que ver miles de horas de cine no ayuda en nada a saber cómo se hace una película. A crear se aprende creando.

Es muy posible que haya quien piense que los iPads y toda su legión de imitadores, y por supuesto las redes sociales, han posibilitado que hoy todo el mundo pueda capilarizar a lo largo y ancho del globo las creaciones que brotan de su singular ingenio. Sin embargo, de manera imperceptible e insidiosa, lo cierto es que hemos pasado de la generación que creaba sus propios videojuegos a la que, en general, hace poco más que reaccionar con likes o retuitear lo que otros hacen. Y de ahí la pregunta: ¿es más creativa la generación Spectrum que la generación iPad?

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Escritor desde que tengo memoria, directivo durante buena parte de mi vida y siempre un alma intensa. Con el tiempo he ido acumulando gran cantidad de títulos y cargos de los que intento liberarme para ser yo mismo la mayor parte del tiempo. Escribo para aclarar pensamientos o para recordar cosas que considero importantes. A veces lo hago solo porque mis ideas desbordan lo que soy y necesito colocarlas en algún sitio. Pero sobre todo trato de dar sentido a lo que nos ocurre. Por eso soy feliz si alguien encuentra luz o calor entre mis líneas aunque, por fortuna, tengo muchas otras maneras de serlo. Lo que pondría en mi tarjeta de visita, si tuviera una, sería Director Creativo.