Orgullo de padre

Orgullo de padre

El sentimiento de orgullo paterno o materno por los hijos no acaba nunca, desde el primer balbuceo del bebé que el papá interpreta como su primera palabra dedicada a él. Y por mucho que pase el tiempo, tampoco nos quitarán la cara de idiota babeando el día que consigue su primer trabajo si hay suerte, o el día que deciden independizarse al fin.

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Hace años venía conduciendo por la mañana mientras oía la radio, no recuerdo bien qué emisora, o sí, pero me da vergüenza a día de hoy decir que entonces la escuchaba porque era la más prestigiosa del país. Era un espacio de esos donde llaman los radioyentes para contar con gracia, poca o mucha, sus experiencias sobre el tema que el presentador ha planteado para la mañana. El tema, recurrente, eran los niños, cosas que hacen los hijos y de las que un padre se siente orgulloso. Por cierto, en los comentarios agradeceré cualquier anécdota de vuestros hijos: contadla y nos sentiremos orgullosos todos unos de otros.

Una madre contaba lo bien que hablaba en dos idiomas su bebé de dos años y medio, otra abuela el desparpajo recitando de su nieta de 6. Y así, anécdotas curiosas, exageraciones algunas y otras, realidades de padres y abuelas henchidos de orgullo y satisfacción. En un momento dado -recuerdo la escena, que atravesaba Alcobendas, cerca de Madrid-, una mamá orgullosa y graciosa relataba lo bien que su niño bailaba todo lo que le ponían: flamenco, clásico, moderno, de salón, incluso claqué, a lo que el presentador preguntó la edad del prodigio de niño. La madre, que se había venido arriba en su momento de gallina clueca contesto: "27, mire usted", con el solaz regodeo de tertulianos y mi propia risa, que coincidió con el paisano que conducía en el coche de al lado mío en el atasco, que también reía a mandíbula batiente. Nos miramos y ambos supimos que llevábamos sintonizada la misma emisora.

Sirva de introducción para decir que el sentimiento de orgullo paterno o materno por los hijos no acaba nunca, desde el primer balbuceo del bebé que el papá interpreta como su primera palabra dedicada a él -y que le lleva a discutir con su pareja si dijo "pa pa" o "ma ma"- o el primer paso atropellado, o la primera huella estampada en un papel y que sirvió como regalo para el día del padre y que todavía cuelga en una esquina del despacho a pesar de haber pasado los años.

Pequeños hitos que los herederos van alcanzando suponen para los progenitores algo similar a la frase de Armstrong -el astronauta, no el ciclista drogadicto-: "Un pequeño paso para el bebé, pero un gran avance para el padre", o algo similar creo que dijo al pisar la luna.

Poco a poco, los hijos van creciendo y van deparando a manos llenas alegrías y problemas. Pero según avanzan y dejan atrás la adolescencia, van predominando los buenos momentos recordados, y se van dejando a un lado los sinsabores o situaciones atravesadas, llegando a otro momento diferente en la relación con los hijos.

La relación con los hijos siempre debe ser respetuosa, pero ahora la evidencia y los caminos elegidos hacen que los padres añosos tengamos que ser escrupulosos en el respeto con sus decisiones. Pero jamás nos quitarán la cara de idiota babeando el día que consigue su primer trabajo si hay suerte, o el día que deciden independizarse al fin. Allí vas con la caja de herramientas por si hace falta. O en cualquier cambio o decisión que puedan tomar o logro que puedan conseguir.

La celebración del Día del Padre siempre me pareció un invento del Corte Inglés, un subproducto de la sociedad mercantilizada, pero este año decidí celebrar San Valentín por primera vez, y me fue bien, me sentí bien, así que he decido cambiar mi naturaleza de gruñón y celebrar también el Día del Padre. ¿Por qué? Pues porque me siento orgulloso de mis dos hijos, y porque quiero felicitar a mi padre también, aunque la enfermedad del olvido no le permita recordar que él también se sintió orgulloso otras muchas veces.

Os pedía en comentarios una anécdota, un logro de vuestro hijos que os hacen sentir orgullosos. Para empezar, pondré una yo:

Mi hijo acaba de hacer pública su primera aplicación para móviles: es un juego de adivinanzas para pasar el rato pensando, no juntando con bolitas mecanicamente o con diamantes frozen; es un juego que requiere atención y sería incompatible con el puesto de vicepresidenta del Congreso. Se llama AdivinaMe, y está disponible en google play gratis.

Esto sería noticia si fuera un adolescente que hace una aplicación de éxito que da millones -o ya ni eso, porque hay muchos desde Zuckerberg-, pero yo hago como decía la señora del principio: "Tiene 27, mire usted, y tan orgulloso".