Próxima parada: ganar la democracia, 2019

Próxima parada: ganar la democracia, 2019

EFE

En las últimas semanas, a Cristina Cifuentes se le ha roto el espejismo que había creado en torno a su figura. Al igual que Esperanza Aguirre, intentó generar la enésima fantasía sobre una regeneración interna imposible del Partido Popular de Madrid. No se puede sobrevivir al lodo durante 30 años sin formar parte de él.

Ayer volvía a endurecer el gesto, al igual que en las últimas semanas desde que la UCO puso el foco en las posibles irregularidades que ha cometido. Cifuentes está más agresiva. Muestra más inseguridades, más nerviosismo. Sabe que la operación de maquillaje es ya totalmente insostenible. Estar al frente de una organización criminal, como la han definido los jueces, suele acarrear este tipo de consecuencias. Cifuentes es consciente de que su tiempo y el del partido más corrupto de toda Europa ha llegado a su fin.

La moción de censura que hemos presentado cierra una época oscura, de la que todavía tendremos que sufrir dos últimos años terminales. Supone un hito que delimita con claridad un punto de no retorno, un punto que marca un antes y un después en la Comunidad de Madrid. A partir de hoy, empieza el viaje hacia la conquista de la democracia, la ética y la justicia cuya próxima parada serán las autonómicas y municipales 2019. Un viaje no exento de obstáculos, y es que 20 años del PP al frente de la Comunidad ha dejado un paisaje de ruina institucional del que deberemos desde ya ponernos a trabajar para devolver la normalidad y para que las instituciones empiecen a trabajar en favor de la ciudadanía madrileña.

El modelo de gobernanza impuesto por el Partido Popular de Esperanza Aguirre, Ignacio González y Cristina Cifuentes, aupado por el aznarismo, ha sido un modelo de expropiación de los bienes públicos y colectivos del conjunto de los madrileños. Aguirre, que para alcanzar la presidencia ya tuvo que recurrir a ciertas prácticas poco éticas (Tamayazo) y que marcarían el sello distintivo de lo que vendría, se presentó con el plan de infraestructuras sanitarias 2004-2007. Un plan con un coste de 2280 mil millones de euros de las arcas públicas destinado a abrir 8 hospitales privados. La mayoría de las adjudicaciones posteriores son las que están implicadas en la trama Púnica, por ejemplo la Sociedad Concesionaria Hospital del Norte (Infanta Sofía de Alcobendas) que está participada por Acciona y Cofely España (eje central de la Púnica, cuyo director general fue arrestado). Por no mencionar el Infanta Leonor de Vallecas, adjudicado a la unión empresarial del grupo Bregar de José Luis Ulibarri, imputado en el caso Gürtel y la quebrada Ploser Uicessa.

Madrid espera a 2019 para que, al fin, recuperemos unas instituciones dañadas y saqueadas, para poner en orden todo aquello que destrozaron.

En Educación, tres cuartos de lo mismo con las cesiones de parcelas –más de 80 entre 2000 y 2013, según UGT y 79 reconocidas por la Consejería de Educación madrileña- para la construcción de escuelas concertadas. Las cesiones fueron a parar a empresarios ajenos al sector como Arturo Fernández. Por no hablar del escándalo de Granados, que recibió entre 900 000 y 1,2 millones de euros en mordidas por la construcción de colegios de Afedel que puso en marcha la edificación de 18 centros. Su responsable, Alfonso Ferrón, fue imputado por ello.

Por último, están los despilfarros sonados de las radiales, la mitad de ellas en quiebra y que han tenido que ser rescatadas, y la otra mitad que siguen el mismo camino. O la Ciudad de la Justicia, con un coste de 105 millones de euros para los madrileños, o el tren de la Warner, con 85 millones de euros en inversiones tirados a la basura.

Todo un modelo de gobernanza cuyo único objeto era afinar y hacer más eficiente el robo sistemático y orquestado de los recursos de toda la ciudadanía madrileña. Una Comunidad de Madrid secuestrada, cuyos rehenes hemos sido el conjunto de ciudadanos a los que nos han sableado todo lo que han podido. No era una cuestión de debate ideológico sobre si lo privado es más eficiente o no –que, recordémoslo, también podríamos contestarlo con los resultados desastrosos de la gestión privatizada de la sanidad, en el que se han cerrado 300 camas en los últimos 10 años y en el que la lista de espera quirúrgica ha pasado de 27 672 en 2005 a 84 000 en septiembre 2016.- era una cuestión de cómo robarnos más y mejor.

Todos estos escombros institucionales, este lastre para el conjunto de Madrid y para su imagen, han tocado techo y hoy empieza su final. Ni un minuto más puede sostenerse un modelo de saqueo generalizado, de repartirse un pastel, de privatizar, de un modelo hecho al servicio de unas minorías parasitarias que sólo han vivido de robar lo que era de todos. Con nula catadura moral, como se ha podido descubrir con el saqueo de los fondos reservados para cooperación en América Latina.

La próxima parada de la moción de censura es la conquista de nuestros derechos democráticos y sociales. Madrid espera a 2019 para que, al fin, recuperemos unas instituciones dañadas y saqueadas, para poner en orden todo aquello que destrozaron. Para devolver la dignidad a las instituciones que son de todos y todas, para empezar desde ya a implementar un nuevo proyecto que esté a la altura del Madrid del siglo XXI. Han querido reproducir el modelo caciquil del siglo XIX, pero Madrid ya le ha dado el portazo a la podredumbre, abrimos la puerta a la decencia y a la democracia con todas sus letras.

El ayuntamiento de Madrid dirigido por Manuela Carmena está siendo la vanguardia de cómo las cosas se pueden hacer mejor, disminuyendo la deuda de los despilfarros públicos del PP al tiempo que se aumenta el gasto social. Desde las prácticas políticas distintivas de las fuerzas del cambio: transparencia, compromiso ético y democracia. La hoja de ruta empieza por los ayuntamientos, ha tenido un punto de inflexión con esta moción y culminará en 2019.

La moción de futuro es el punto de salida hacia ese viaje que llevará a la ciudadanía madrileña a poder completar y extender la victoria de 2015 en Madrid, para poder decir alto y claro que estamos orgullosos de ser de Madrid.