Por qué HuffPost va a poner fin al anonimato de los usuarios

Por qué HuffPost va a poner fin al anonimato de los usuarios

Condenar la toxicidad online es sencillo e indoloro; hacer algo al respecto es más difícil y más importante. En The Huffington Post hemos decidido dar un paso adelante y verificar la identidad de las nuevas cuentas de usuario. No eliminaremos todas y cada una de la notas de negatividad y bajeza de la web, pero creemos que este cambio servirá de filtro.

A partir del mes que viene los usuarios del Huffington Post no podrán crear cuentas anónimas para publicar en la web; su identidad será verificada internamente. HuffPost sabe que mucha gente no se encuentra en una situación profesional o personal que le permita asociar su nombre a un comentario, y este cambio no obligará a los lectores a identificarse en cada mensaje. La verificación de la identidad del usuario se realizará al crear una cuenta, lo cual reducirá el número de usuarios esporádicos y de trols. El cambio solo afectará a los nuevos usuarios. Los antiguos estarán exentos de integrarse en el nuevo sistema.

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Algunas veces, en las grandes obras de ficción, los momentos más simples pueden ser los más reveladores. Piensa en esta escena de Matar un ruiseñor (To Kill A Mockingbird) de Harper Lee. Atticus Finch está esperando de pie fuera de la cárcel. Tom Robinson, el hombre negro a quien defiende de los cargos de asesinato, está preso dentro. Sus hijos Scout y Jem, a los que Atticus no conoce, están cerca de él.

Cuatro coches se acercan a la prisión y se paran. Varios hombres salen del coche y se aproximan a la puerta de la cárcel. Atticus está entre ellos y la entrada. "Sabe lo que queremos", dice un hombre. "Quítese de la puerta, señor Finch".

Los niños se abren camino en el espacio entre Atticus y la turba. Scout busca en la multitud alguna cara conocida y la encuentra en Walter Cunningham. Le ofrece un saludo amistoso pero Cunningham responde con silencio. Ella insiste:

"¿No se acuerda de mí, señor Cunningham? Soy Jean Louise Finch. Una vez nos trajo nueces, ¿se acuerda?" Empecé a sentir la desesperanza de no ser reconocida por alguien a quien conoces de vista.

"Voy al colegio con Walter", empecé otra vez. "Es su hijo, ¿verdad? ¿Lo es, señor?"

Cunningham sigue en silencio. Lo que sigue es un intervalo incómodo, con toda la gente en silencio y quieta. Scout empieza a "sentir cómo se le acumula el sudor en el pelo", hasta que, finalmente, Cunningham rompe el silencio.

"Le diré que le mandas un saludo, jovencita", respondió.

Entonces se estiró y agitó la mano. "Despejemos esto", pidió. "Vamos yendo, chicos".

Y entonces, expuesta, la muchedumbre se disolvió.

Lo que Lee reivindica es esto: Somos capaces de hacer las peores cosas cuando no tenemos que hacernos cargo de lo que hacemos. La multitud otorga a sus miembros el don del anonimato, pero cuando Scout localiza a Cunningham, esta deja de ser una "masa" en su acepción real; ahí están Cunningham y sus compañeros. Y cuando hay una identidad asociada a un grupo, los planes del grupo tienen mucho más peso.

Esta tensión entre el anonimato y la responsabilidad es la base de la reciente decisión del Huffington Post de eliminar las cuentas anónimas en sus plataformas de comentarios. Desde sus inicios, The Huffington Post ha dado prioridad a su comunidad. Queríamos construir un entorno positivo para que la gente debata. Hemos moderado todos los comentarios antes de publicarlos, hemos desarrollado tecnología puntera para la moderación y hemos contratado a un pelotón de moderadores humanos -un equipo de 40 personas para complementar la tecnología y asegurar un ambiente cívico.

Un vistazo a nuestros comentarios o los de otras webs demuestra, sin embargo, a lo que nos oponemos. Los trols son más viciosos, más agresivos y más ingeniosos. Como resultado, los comentarios pueden degenerar y convertirse en unos de los lugares más siniestros de internet. En HuffPost publicamos casi nueve millones de comentarios al mes, pero hemos llegado al punto en el que casi tres cuartas partes de los mensajes que nos llegan no ven la luz, ya sea porque son spam o porque contienen grandes niveles de veneno. Y en lugar de estar participando en los debates o promocionando los mejores comentarios, nuestros moderadores se pasan el tiempo haciendo de polícias con los trols, con un éxito menguante.

Puede haber consecuencias trágicas también. Las palabras que se vierten en foros o redes sociales tienen poder para hacer daño en la vida real. Caroline Criado-Perez, la mujer que hizo campaña para que Reino Unido incluyera a alguna mujer en su moneda, recibió casi 50 amenazas de muerte por hora a través de Twitter tras el anuncio de que Jane Austen aparecería en los billetes de 10 libras. También está el caso del niño de 14 años Jamey Rodemeyer, que se suicidó después de sufrir años de acoso y abusos online anónimos. Aquí podéis ver una pequeña muestra de los post sin firma sobre Jamey en Formspring:

"JAMIE ES IMBÉCIL, GAY, GORDO Y FEO. ¡DEBE MORIR!"

"No me importaría que murieses. A nadie le importaría. Así que hazlo :) ¡Así la gente estaría MUCHO más feliz!"

Los perturbados que escribieron estos comentarios ¿los habrían hecho si no se hubiesen escondido tras el anonimato?

Condenar la toxicidad online es sencillo e indoloro; hacer algo al respecto es más difícil y más importante. En The Huffington Post hemos decidido dar un paso adelante y verificar la identidad de las nuevas cuentas de usuario. No eliminaremos todas y cada una de la notas de negatividad y bajeza de la web, pero creemos que este cambio servirá de filtro.

Nuestra esperanza es que esta decisión nos lleve a debates más robustos, como nos gusta en HuffPost, y con ese objetivo en mente, os invitamos a dejar vuestros comentarios aquí abajo.