El cambio, mejor sin cal viva, señor Iglesias

El cambio, mejor sin cal viva, señor Iglesias

Se puede pensar con toda legitimidad -y quizá razón- que el PSOE, al firmar con Ciudadanos, ha cometido, de nuevo, un error histórico. Pero cuando Pablo Iglesias mencionó a Felipe González para decir que tenía las manos machadas de cal viva no estaba haciendo memoria. Lo que hizo fue movilizar toda la testosterona del bajo vientre y revivir el trazo aznarista del parlamentarismo más sectario.

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Foto: EFE

A las plazas del 15-M no sólo llegaron los militantes más radicalizados de la izquierda española, que también, y con todo el derecho. Había de todo. Y muchos habían confiado hasta hacía poco en el PSOE de Zapatero, que a los pocos meses se pegó un lambriazo histórico y fue abandonado en masa por una generación que ya no pensaba que el partido socialista fuera un instrumento de cambio.

El 15-M y todo lo que ha venido después, la resistencia en la calle a los recortes, la experiencia de los exiliados económicos españoles que se organizaban y se cuidaban en el extranjero, la lucha contra los desahucios, se han construido con la generosidad de saber que cada vida tiene mil experiencias y que casi todas ellas son valiosas, también los errores propios, cuando de lo que se trata es de construir una profunda transformación ética y política que genere las condiciones sociales y económicas necesarias para que la gente tenga una vida digna de ser vivida.

Con ese ánimo también pareció nacer Podemos. Y por eso, entre otras cosas, han resbalado con cierta facilidad todas las acusaciones y los fantasmas que se han lanzado contra el partido liderado por Pablo Iglesias, que desde su nacimiento ha acumulado ya diversas contradicciones. Porque también había un relato, basado en hechos reales, construido en la calle, en las redes, en los círculos, con gente amable y comprometida que no se identificaba para nada con la imagen que en algunos ámbitos mediáticos y políticos se estaba construyendo sobre Podemos. Porque había una sensación de buen rollo, de frescura, de quiebro histórico, de estar acabando, desde un ámbito progresista con el "y tú más" del bipartidismo y la política a cara de perro. Porque se iba a poder hablar de todo, pero sin insultar a la gente.

Se puede pensar con toda legitimidad -y quizá razón- que el PSOE, al firmar con Ciudadanos, ha cometido, de nuevo, un error histórico. Pero cuando Pablo Iglesias mencionó a Felipe González para decir que tenía las manos machadas de cal viva no estaba haciendo memoria. Memoria se hace, por ejemplo, en los encuentros y foros que se organizan entre víctimas del terrorismo, de todos los terrorismos, en España. De forma reflexiva, crítica, sincera. Lo que hizo Pablo Iglesias el otro día fue movilizar toda la testosterona del bajo vientre, hacer esputar a su ego, revivir el trazo aznarista del parlamentarismo más sectario. Uno se sube a la tribuna creyendo hablar en nombre de los condenados de la tierra y acaba el día pareciendo el Rafael Hernando de la izquierda española.

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Jorge Berástegui, nacido en La Laguna (Tenerife) en 1980, estudió en La Escuela UAM/EL PAÍS y luego se doctoró en Lenguas Modernas y Literatura por la Universidad de Alcalá. Tras ocupaciones varias en países diversos, ahora trabaja en El Huffington Post como editor de blogs.