¡Ay, Carmela!

¡Ay, Carmela!

'Ay Carmela' es un texto que se nutre de dos ramas del espectáculo que me fascinan: el submundo de las variedades musicales, donde conviven lo frívolo y la copla, lo cursi y lo canalla; un género excesivo, lleno de ofertas desquiciadas, muy cercanas a lo esperpéntico, a lo valleinclanesco.

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Hace algún tiempo recibí una oferta sorprendente: Andrés Vicente Gómez, el más brillante productor de la historia del cine español, me llamaba para trabajar. Andrés que estaba en horas bajas (tanto él como el cine español en su totalidad), en lugar de refugiarse en la escritura de sus memorias o ir a tertulias televisivas, había decidido dedicarse al teatro. Su olfato de negociante le encaminaba hacia los espectáculos musicales. Y su experiencia le hacía pensar en 'Ay Carmela', que ya había llevado al cine, para empezar su nueva aventura. Lo que no sé es por qué pensó en mi.

Pero sí sé que me halagó sobremanera el encargo. Por muchas razones. 'Ay Carmela' es un texto que se nutre de dos ramas del espectáculo que me fascinan: el submundo de las variedades musicales, donde conviven lo frívolo y la copla, lo cursi y lo canalla; un género excesivo, lleno de ofertas desquiciadas, muy cercanas a lo esperpéntico, a lo valleinclanesco. De gentes itinerantes, fabricantes de risa. Los dos personajes protagonistas vienen de ese universo. Y el teatro insinuante, dirigido directamente al cerebro, basado en las sugerencias de lo que no se ve, de lo que se intuye... el teatro dialéctico. '¡Ay, Carmela!' por encima de todo, ofrece la gran calidad literaria del texto, obra del dramaturgo Sanchis Sinisterra, el escritor teatral más importante de nuestro tiempo, maestro del humor.

Se trataba de caminar entre el humor y la risa.

Además, el encargo venía acompañado por la genialidad de Andrés Lima, responsable de la dirección del espectáculo. Entre los amores por lo literario y lo escénico, he pasado unos meses gozando al ver cómo Carmela se convertía en Inma Cuesta -o viceversa-, Paulino era el inconmensurable Javier López Vázquez -perdón, Gutiérrez-, y se les añadía la mágica presencia de Marta Ribera. Además todo estaba lleno de canciones y de músicas.

Espero haber acertado en la mediación entre un gran dramaturgo, especialista en las sugerencias y un no menos grande director de escena, maestro de las evidencias.

Espero que hayamos dado entre todos con una nueva forma de ver '¡Ay Carmela!', y deseo que el público se vuelva a divertir y al mismo tiempo se le reavive la memoria de una época y el cariño a unos personajes que, no porque hayan muerto, debemos permitir que desaparezcan...

Yo el domingo 14 de abril me voy a ir al teatro Reina Victoria, a ejercitar la risa y la memoria republicanas. Con la que está cayendo, con la crisis en la que estamos los del cine, lo mejor es seguir el ejemplo de Andrés Vicente Gómez: si se acaba el cine... ¡viva el teatro!

Y siempre, siempre, en el cine, en discos, en comic o en teatro, la historia de Carmela y Paulino, los dos fantasmas entrañables que andan sobrevolando los escraches y las imputaciones, las crisis económicas ...