Capítulo IX: El mayordomo

Capítulo IX: El mayordomo

Un cadáver y una grabadora. Eso era todo lo que necesitaba el mayordomo de Tenn para ser feliz. Hacía menos de un año que se había sacado el título de forense, pero sentía que había encontrado su verdadera vocación.

5c8b713f240000f7054d7d9f

En capítulos anteriores...

Nos encontramos en Marketinia, una ciudad habitada exclusivamente por logotipos publicitarios y personajes de los anuncios. Nuestra historia comienza el día en que la policía encuentra el cadáver de Mimosín, el osito del suavizante. Parece haber sido asesinado. Y de forma no demasiado suave. El Capitán Pescanova, un exmarino reciclado a poli, es el oficial a cargo del caso. Tras tomar declaración a Mister Proper, novio del peluche, interroga al primer sospechoso, el Gigante verde, que fue la anterior pareja de Mimosín: pero de momento, no saca nada en claro.

- Osito de peluche, varón, edad indeterminada.

Un cadáver y una grabadora. Eso era todo lo que necesitaba el mayordomo de Tenn para ser feliz. Hacía menos de un año que se había sacado el título de forense, pero sentía que había encontrado su verdadera vocación. En ese corto periodo de tiempo, la sala de autopsias se había convertido en su segundo hogar. No es que le importara pasarse el día aleccionando a las amas de casa sobre cómo mantener su cocina impoluta, pero francamente, le resultaba mucho más divertido hacer la prueba del algodón en un páncreas destrozado a balazos que en una pared de azulejos.

La imagen de aquel cuerpo tan pequeño en una camilla tan grande resultaba un tanto chocante, pero al mayordomo no parecía importarle. Con precisión milimétrica, deslizó el bisturí a lo largo del torso. Luego separó cuidadosamente ambas mitades con sus manos enguantadas en látex.

- El examen preliminar de hígado y riñones revela que la víctima consumió una cantidad apreciable de estupefacientes horas antes de su muerte...

Súbitamente, la puerta se abrió y la habitación se impregnó de un penetrante aroma a croquetas de bacalao precocinadas.

- Buenos días, Capitán Pescanova -dijo sin apartar los ojos de las vísceras de peluche-. De modo que le han asignado a usted el caso...

- Hola, grumete -saludó animado el Capitán. Un reconfortante sueño le había hecho olvidar su desagradable experiencia del día anterior en el gimnasio-. ¿Te importa que fume? -añadió sacando la pipa y el tabaco.

- Vamos, Capitán, ya conoce la respuesta. Fumar aquí está casi tan prohibido como estar vivo.

- Sí, claro... en fin -dijo decepcionado, volviendo a guardar sus enseres de hacer humo-. Oye, no he podido evitar oír tu última retahíla, ya sabes, eso de los estupefacientes...

- Marketinina, para ser más exactos. Fíjese: el algodón no engaña -exclamó tras pasar un pedacito de fibra por el hígado de peluche del osito y mostrar una mancha color amarillo brillante al Capitán.

- Marketinina... siempre la misma mierda -gruñó Pescanova con cara de pocos amigos-. ¿Es que no queda nadie en este mundo que no esté enganchado a esa maldita droga?

La Marketinina se había puesto de moda en Marketinia a los pocos meses de su fundación, y su ritmo de crecimiento era realmente vertiginoso. Se confeccionaba mezclando bífidus, omega 3, zincpiritione, Ele Casei inmunitas, mega pearls, gránulos de carbón activado y otras tantas mierdas más, altamente adictivas. El resultado eran unos polvitos esnifables que te hacían ver el mundo como si estuvieras en un anuncio de friegasuelos, con destellos de esos en forma de estrella por todas partes. Por eso, muchos la habían empezado a llamar también Destellina.

- En fin, sólo espero que los polvos le hicieran menos dolorosa la paliza.

- Sí... porque debieron emplearse a fondo, ¿no?

- Y que lo diga. Fue repetidamente golpeado con un objeto contundente. Un bate de béisbol o una barra de hierro, eso aún no lo sé.

- ¿Dirías que es un trabajo de profesionales?

- Pues eso es lo más extraño -replicó Tenn-, el caso es que hay contusiones por todos lados, tanto en zonas vitales como en las que no lo son. Es como si un matón de toda la vida se hubiera juntado con un becario de la mafia.

- Pues sí que es curioso, sí... ¿Alguna otra cosa digna de destacar, grumete?

- No... bueno... sí... lo de la leche condensada.

- ¿La qué... ?

- Leche condensada. Había restos de ella en algunas partes del cadáver.

- Eso es realmente raro -comentó el Capitán con gesto serio. Por su cara se habría dicho que aquello de la leche condensada le había traído algún tipo de recuerdo del pasado- bueno, los osos siempre han tenido fama de golosos -concluyó saliendo de su ensimismamiento.

- De todos modos, tendrá un informe completo encima de sus mesa mañana por la mañana.

- De acuerdo, grumete. Que tengas un buen día.

Sin más, el capitán abandonó la habitación. En cuanto se hubo asegurado de que había salido, el Mayordomo sacó de uno de los bolsillos de su bata un spray ambientador y roció generosamente la estancia con él. Transcurridos unos segundos, olfateó el aire para confirmar que la esencia a lima-limón había apagado por completo el olor a pescado rebozado. Entonces y sólo entonces, se permitió volver a su rutina.

Era tan suave se publica por entregas: cada día un capítulo. Puedes consultar los anteriores aquí.