Capítulo XIX: El corderito

Capítulo XIX: El corderito

Eran casi las 11 de la noche cuando Mister Proper llegó a su casa. Sacó las llaves del portal, pero tras pensárselo unos instantes, volvió a guardarlas. Con aquel subidón de polvos brillantes le iba a ser imposible dormir, así que optó por buscar un bar y tomarse una copa.

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Aconsejado por Conguito, el criado del cocodrilo de Lacoste, Mister Proper visita al Mono, un adicto a la destellina, la droga más popular de Marketinia. El Mono le cuenta que en el pasado, él, Lacoste y Mimosín se metían destellina a espuertas. Le cuenta también que el cocodrilo era quien solía pagar las juergas y a cambio, los otros dos se encargaban de pillar, y que sin que se enteraran, les estuvo dando billetes falsos para pagar la mercancía. Hasta que un día, los traficantes se dieron cuenta y propinaron a Mimosín y al Mono una tremenda paliza. Acabada la somanta, el supuesto jefe de la banda, un misterioso personaje del que sólo pueden ver sus zapatos, unos mocasines indios, les advirtió de que no volvieran a intentar jugársela nunca más. El simio y el osito habían aprendido la lección, pero por lo que se ve, el cocodrilo no, porque recientemente, había vuelto a abonar sus gastos en estupefacientes con dinero de pega. Y no contento con eso, había dejado correr el rumor de que eran Mimosín y el Mono quienes le habían pasado los billetes. Finalmente, el mono le cuenta a Mister Proper cómo tras enterarse de aquello, había telefoneado a Mimosín la semana anterior y juntos habían decidido ir a hacer una visita al lagarto. Eso es precisamente lo que habían hecho la noche del crimen: quedaron en un bar de copas con el cocodrilo y le pidieron explicaciones, pero éste les había convencido de que se metieran antes unas rallitas de destellina adulterada, tras lo cual ambos perdieron la conciencia. El mono no recordaba nada más, pero Mister Proper le escamotea el móvil y descubre que quien le había llamado para darle el soplo de las falsas acusaciones de Lacoste era un contacto registrado en su teléfono con la letra 'C'.

Eran casi las 11 de la noche cuando Mister Proper llegó a su casa. Sacó las llaves del portal, pero tras pensárselo unos instantes, volvió a guardarlas. Con aquel subidón de polvos brillantes le iba a ser imposible dormir, así que optó por buscar un bar y tomarse una copa. Caminó un par de manzanas, se metió en el típico pub de barrio y pidió un Gin tonic.

C... ¿quién podría ser esa C? La verdad es que no tenía ni la más remota idea. Estaba decidido a llamar a aquel número de teléfono pero ¿y si decía algo inconveniente, la cagaba y perdía esa pista para siempre? No, no podía arriesgarse. Si conseguía averiguar antes quién se escondía detrás de esa enigmática inicial, le sería más fácil preparar la conversación previamente. Pero no se le ocurría nada. Resignado, le dio un primer sorbo al cóctel y echó un vistazo distraído a la clientela del garito. No había casi nadie. Hasta que, de repente, distinguió una cara conocida. Al fondo del local, en una pequeña terraza ajardinada, estaba el corderito de Norit, pegándose un buen atracón de césped. ¡El Corderito! Nada más verle cayó en la cuenta. Corderito empieza por C. Pero no, que locura, ¿qué pintaba Norit en esta historia? No, era totalmente ilógico... pero, ¿y si...?

- Vaya, Mister Proper, qué sorpresa...

Tan concentrado como estaba en sus cavilaciones, Mister Proper no se había dado cuenta de que el corderito también le había visto a él y se había acercado hasta la barra.

- Don Limpio, por favor, ya sabes... hola Norit, ¿cómo tu por aquí?

- Ya ves, tomando una copa y un poco de hierba de importación, pero dime, ¿cómo estás? -le preguntó mientras se pasaba una de sus patitas por la boca para limpiarse los restos de verde- Me imagino que hecho polvo... Ha sido terrible lo de Mimosín. Aún no me hago a la idea de que ya no esté... Me da tanta pena. ¿Sabes? Yo le apreciaba...

- ¿En serio? -contestó Mister Proper envalentonado por la marketinina, pues fíjate tú, yo pensaba que os llevaríais mal. No se, por aquello de que fuisteis competencia y eso...

- ¿Competencia? No -contestó el corderito sombrío-. Yo nunca fui competencia para tu novio. Él siempre fue mucho más suave que yo. Reconozco que en algún momento pude sentirme celoso de su éxito, pero con el tiempo, aprendí a aceptarlo. No había nada que hacer. Él era mejor, de eso no hay duda. Y además, ahora, qué más da eso, ni él ni yo no nos dedicamos ya a vender suavizante... Bueno, él ya no tendrá oportunidad de venderlo nunca...

El corderito reprimió un puchero. Parecía realmente compungido. Sin embargo, Mister Proper tenía la mosca detrás de la oreja. Lo de la C le tenía obsesionado.

- Por cierto, Norit, ¿tu conoces al Mono? - preguntó a bocajarro.

- ¿Al Mono? ¿Ese yonqui que se parece a Rubalcaba? Pues hombre, le conozco de vista, pero poco más. No creo que haya intercambiado con él más de dos palabras en toda mi vida... ¿por qué lo dices? ¿Acaso tengo pinta de ser amigo suyo?

- No, bueno, no... da igual, era una tontería.

Desde luego, si el Corderito mentía, era un actor excelente. No, la verdad es que él no tenía pinta de ser la C. Tendría que seguir buscando.

- Oye, Mister Proper, te veo un poco confuso, ¿de verdad que te encuentras bien? -a lo largo de la conversación, Norit se había ido acercando más y más a él-. ¿Seguro que no hay nada que pueda hacer por ti? -dijo mientras le acariciaba una pierna con su pata.

- No, no... te lo agradezco de verdad, Norit, pero...

No pudo terminar la frase, porque cogiéndole totalmente por sorpresa, el corderito acercó su morro a los labios de Mister Proper y le dio un apasionado beso con lengua. Durante unos instantes, Mister Proper no fue capaz de reaccionar, pero pasados unos segundos, volvió en sí y se separó de él. Sin violencia, pero con firmeza.

- ¿Pero qué haces? -exclamó mientras escupía un par de briznas de hierba que se le habían metido entre los dientes- No creo que esto sea buena idea, Norit.

El cordero parecía realmente avergonzado.

- Lo... lo siento, lo siento... de verdad, no he podido evitarlo... pensé que quizá...

- Pues te equivocabas... Tío, estoy de luto. No me viene mal que me consuelen, pero no así, desde luego. Bueno -añadió apurando el Gintonic de un trago- creo que lo mejor será que me vaya a casa... es tarde.

- Si, será mejor. Perdóname, por favor, estoy tan avergonzado, ¿me perdonarás? Ha sido una tontería, lo sé...

- No pasa nada, Norit, no te agobies. Pero tienes que entenderlo, aún es demasiado pronto para pensar en otros que no sean él. Debo irme, adiós.

- Lo comprendo perfectamente. Hasta la vista, Mister Proper.

- Don Limpio...

Y diciendo eso, pagó su consumición y salió del bar. Ya en la calle, de repente, le vino una sensación desagradable en el paladar. Además del saborcillo a orujo de hierbas del Mercadona que le había dejado aquella lengua rasposa que se había frotado contra la suya, notó como si tuviera una bola de pelo atravesada en la garganta. Se llevó la mano a la boca y vio que, efectivamente, se le había quedado un pequeño burruño de lana. ¡Qué asco! Había puesto la excusa de Mimosín, pero la verdad es que aquella oveja tamaño mini no le ponía nada. ¿Alguien que perdía a la vez aceite y lana? No, desde luego, aquel tipo no era ni mucho menos su tipo.

Era tan suave se publica por entregas: cada día un capítulo. Puedes consultar los anteriores aquí.