Capítulo XV: El criado

Capítulo XV: El criado

La verja de metal se cerró a sus espaldas. Mister Proper suspiró abatido. ¿Qué hacía él jugando a policías? Tal vez sería mejor contarle todo a Pescanova. Empezó a caminar decidido a llamarle. Una voz interrumpió sus cavilaciones.

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Nos encontramos en Marketinia, una ciudad habitada exclusivamente por logotipos publicitarios y personajes de los anuncios. Nuestra historia comienza el día en que la policía encuentra el cadáver de Mimosín, el osito del suavizante. Parece haber sido asesinado. Y de forma no demasiado suave. Su desconsolado novio, Mister Proper, vuelve a casa tras el entierro y se dedica a curiosear entre los recuerdos de su llorado peluche. Al hacerlo, encuentra la que podría ser una pista interesante: una fotografía del osito en compañía del Cocodrilo de Lacoste. Mister Proper decide hacer una visita al cocodrilo, pero éste le responde con evasivas y acaba echándole de su lujoso chalet.

La verja de metal se cerró a sus espaldas. Mister Proper suspiró abatido. La visita al cocodrilo había sido una completa pérdida de tiempo. Aquel asqueroso reptil ocultaba algo, no había duda, pero estaba claro que a él no se lo iba a contar. Se sentía estúpido. ¿Qué hacía él jugando a policías? Tal vez sería mejor contarle todo a Pescanova. Empezó a caminar decidido a llamarle. ¿Hacia qué lado estaría la dichosa salida de la urbanización? Se maldijo por no haberse fijado a la ida. Pero entonces, de pronto, una voz interrumpió sus cavilaciones.

- ¡Eh, siñor! ¡Siñor Proper!

Alguien le estaba llamando. La voz parecía provenir del otro lado de la valla que rodeaba la mansión del lagarto.

- ¡Aquí!

Mister Proper se acercó al lugar desde el que llegaba el susurro. Era un punto en el que el seto que ocultaba el chalet de la vista de los curiosos era menos tupido. Allí, al otro lado, distinguió a un tipo de color, bajito y gordo, vestido con un mono de jardinero.

- ¿Me llamabas tú? -preguntó.

- Sí, yo, mi llamo Conguito. Yo, criado siñor Lacoste. Mi enterado de lo de su novio, osito. Yo quiero ayudar a usted, siñor Proper.

- Llámame Don Limpio, por favor... Dime, Conguito, ¿y porqué quieres ayudarme? -aquello le resultaba un tanto sospechoso.

- Yo odio Siñor Lacoste. Cocodrilo malo. No paga fin de mes porque sabe yo no papeles.

- ¿No te paga? Joder con los pijos. Está claro que los que tienen más pasta son los peores. Menos mal que la esclavitud se abolió antes de que inventaran el barbour...

- ¿Barbur? ¿Qué ser Barbur? ¿Un pez?

- No, es una especie de abrigo... que parece una bata guateada, pero se inventó para ir de caza. Bueno, da igual, solo era un chiste. Continua, Conguito, te he interrumpido.

- Yo ver cosa rara. El otro día, venir visitante. Siñor Lacoste parecer nervioso. Yo escucho. Ellos hablan de osito...

- ¿De Mimosín? ¿Estás seguro? -le apremió Mister Proper.

- Yo estar seguro, sí. Siñor Lacoste infadarse mucho y echar visitante de casa. Igual que ha echado usted.

- Sí, está claro que a tu jefe le va lo de echar a la gente a la calle. Ya sé por qué le gustan tanto las discotecas. Le habría encantado ser portero de alguna de ellas. Bueno, dime, ¿y qué visitante era ese, si puede saberse?

- Siñor Mono.

- ¿Mono? ¿Te refieres al Mono?

- Sí, Siñor Mono. Tu tienes que visitar Siñor mono. Él saber cosas. Tú llevas esto y el contarte todo.

Conguito le pasó un pedacito de papel a través de la verja. Mister Proper lo desenvolvió. En su interior había unos polvos amarillos que brillaban mucho. Apretó el dedo meñique contra ellos y se lo llevó a la boca.

- ¡Pero si esto es destellina! ¿Por qué me das esto, Conguito?

- Yo robar Siñor Lacoste para usted. Siempre que Siñor Mono viene, él todo el rato meter polvos que brillan por nariz. Siñor Mono gusta mucho polvos que brillan. Si tú das esto a Siñor Mono, él cuenta cosas.

- ¿Tu crees? No creo que ande falto de ellos... Pero en fin, no perdemos nada por intentarlo. Muchas gracias, Conguito.

- Tú no dar gracias, tú averiguas verdad y metes Cocodrilo malo en cárcel. Ahora yo marcharme. Siñor Polo Ralph Lauren acabar entrenamiento y querer siempre sauna preparada. Si no, él enfadar y yo castigado sin postre.

Y diciendo esto, desapareció. Mister Proper se guardó la papelina y echó a andar. Así que el Mono... La cosa volvía a ponerse interesante. Lo de llamar a la policía aún podría esperar.

Era tan suave se publica por entregas: cada día un capítulo. Puedes consultar los anteriores aquí.