El 'ala libre' de Ucrania

El 'ala libre' de Ucrania

Krasny Partizan es una de las últimas poblaciones tomadas por los rebeldes. Es decir, es una zona muy caliente, abarrotada de militares de esos que dan miedo porque, además de ir armados hasta las mollejas, llevan pasamontañas que solo dejan ver los ojos hundidos, algo que impone bastante, aunque lo lleven por el frío que hace, que son entre 5 y 6 bajo cero, y eso no es moco de pavo (sería más bien moco congelado de pavo).

En el antiguo hospital de Krasny Partizan, en Ucrania, hay una zona que los pacientes llamaban BK, abreviación de BesplatnoKrylo, lo que en castellano sería el ala libre. Este es el único lugar del hospital donde podían ir a fumar -clandestinamente, claro-, lejos de las miradas de médicos y enfermeras y con ventanas para airear las fumatas.

Pero ahora ya nadie va a fumar al ala libre. Ahora, el hospital no tiene pacientes. Y ahora, Krasny Partizan ya no pertenece a Ucrania, porque está en la zona de los rebeldes pro-rusos, que van ganando en esta guerra abierta con el resto de Ucrania.

La provincia de Donetsk está partida en dos: una parte es todavía Ucrania, y la otra es ésta, donde está el ala libre, que ahora se llama algo así como la República Popular de Donetsk o República Nacional de Donetsk (parece que no se han puesto de acuerdo en el nombre todavía).

Krasny Partizan es una de las últimas poblaciones tomadas por los rebeldes. Es decir, es una zona muy caliente, porque está en primera línea de fuego, abarrotada de militares de esos que dan miedo porque, además de ir armados hasta las mollejas, llevan pasamontañas que solo dejan ver los ojos hundidos, algo que impone bastante, aunque lo lleven por el frío que hace, que son entre 5 y 6 bajo cero, y eso no es moco de pavo (sería más bien moco congelado de pavo).

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Foto: Control en la carretera de entrada a Donetsk. JOTA ECHEVARRÍA

Pues yo ando por estos lares trabajando, intentando hacer una evaluación de las necesidades en el sector salud de la gente afectada por el conflicto. Para ello, además de hablar con la gente, tengo que visitar los hospitales y centros de salud en las zonas más afectadas, y hablar con mis colegas, el personal del centro, los pacientes, etc. Es por eso que estaba en la zona caliente, visitando lo que queda del hospital y lo que me dejaron ver. Porque esto es como una visita guiada, igual que un grupo de turistas japoneses que siguen al guía de la banderita y que dice: "Tenéis 10 minutos para fotos y café", o "5 minutos para comprar en esta tienda".

Pues esto era parecido. Pero ni suvenir, ni café y ni mucho menos fotos, las cuales están totalmente prohibidas (de hecho, cuando te paran en los controles, que los hay por docenas, te pueden quitar tu teléfono para ver las fotografías y correos). Nada más llegar al primer hospital, me dieron 15 minutos justos para hablar con la médica jefe y corriendo, pero literalmente corriendo, al coche para ir a otro lado.

Era como de broma, íbamos mi intérprete y yo con un grupo, al que yo llamaba "Los Manolos", formado por 2 militares, de esos con pasamontañas por el frío, un tío con una cámara que lo filmaba todo (bueno, a mí no, que ya le dije que yo daba muy mal en cámara y me hacía gordo), otro tío muy serio, vestido de negro, que no paraba de fumar y al que los militares obedecían en todo, e Igor (o Aigor, no sé muy bien como lo pronunciaba) que era el ruso que se encargaba de nosotros (según decía, era por protección y seguridad). Era algo así como antiguamente el guía de la KGB que te ponían para todo cuando ibas a un país del telón de acero.

Este nuestro protector, Igor, no hacía más que decirme "dabaidabai" (que viene a ser algo como "vamos, corre, date prisa"), y yo, que no corría ni delante de los grises ni delante de los toros, pues iba a mi aire, echando miradas a todos lados. De repente, en el ala libre, veo un camión medio escondido con telas de camuflaje, así que, haciéndome el despistado, como dando un pequeño rodeo, me acerco más y descubro que era un lanzamisiles ¡toda regla! de esos que salen en las pelis y los reportajes, que disparan misiles como si fueran cohetes de feria. Antes de que se den cuenta de lo que había visto, decidí ser yo el del "dabai dabai" (ahora sí), y rápido para el coche.

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El tema es que en los acuerdos de Minsk se acordó, entre otras cosas, retirar la artillería de ambas partes. Aunque al parecer, según cuenta la gente de aquí, lo que hacen es retirarla, pero solo un poquito, o esconderla, y cuando pasan los observadores (los de la OSCE y otros que los hay por centenares, casi más que combatientes) con sus cascos y chalecos blancos, pues lo vuelven a des-retirar y a des-esconder y otra vez a tirar cohetes. Bueno, a lo mejor es que estaban preparando la fiestas del pueblo y era para tirar cohetes de verdad. (Foto: Puente destruido a la salida de Donetsk camino de Ktrasny Partizan. JOTA ECHEVARRÍA)

Lo cierto es que esto es un conflicto de estrategias de poder en medio de Europa (manda narices) que ya ha matado a más de 6000 personas, herido a casi 15.000, y ha provocado que más de un millón de personas huyan de sus casas. Gente que vive o malvive sin cobijo (en pleno invierno de varios grados bajo cero) sin comida y sin acceso a medicinas, dependiendo únicamente de la ayuda humanitaria que llega con cuenta gotas por el bloqueo del Gobierno ucraniano y "la no intromisión" de Rusia.

Esta es una guerra estúpida (como todas), sin sentido (como todas), por intereses político-económicos (como casi todas) en la que solo habrá perdedores (como en todas). Vamos, que es una guerra como todas que no cambia nada ni tan siquiera cambia el ala libre, que sigue siendo un lugar para jugar al escondite.

En Donetsk, 14 de marzo de 2015