Lo que Schengen se llevó

Lo que Schengen se llevó

Alrededor de 1.006.768 inmigrantes han llegado a la Unión Europea cruzando el Mar Mediterráneo. Un peso que en términos absolutos representa la mitad de lo que soporta Turquía y proporcionalmente una carga infinitamente menor de la que soportan países tan boyantes como Líbano. Sin embargo, una carga suficiente como para revelar la debilidad del modelo actual y degradar el último elemento de legitimación ciudadana del mercantilista proyecto Europeo: el espacio Schengen.

2015 ha sido el año de los refugiados en Europa. Según ACNUR, alrededor de 1.006.768 inmigrantes han llegado a la Unión Europea desde la guerra y la pobreza cruzando el Mar Mediterráneo. Un peso que en términos absolutos representa la mitad de lo que soporta Turquía por sí sola, y proporcionalmente una carga infinitamente menor de la que soportan países tan boyantes como Líbano. Sin embargo, una carga suficiente como para revelar la debilidad del modelo actual y degradar el último elemento de legitimación ciudadana del mercantilista proyecto europeo: el espacio Schengen.

Cierto es que, de acuerdo con la información que manejan la UE y Frontex y aunque la legalidad del asunto sea más que dudosa, la mejor manera de prevenir entradas ilegales y calmar la tensiones internas es pagando a terceros países para que bloqueen las rutas migratorias. Ya pasó entre Marruecos y España, y ahora en una escala mayor esta pasando con Turquía. Sin embargo, el coste a largo plazo quizás haga pensar que el remedio ha sido peor que la enfermedad.

La solución adoptada para salvar Schengen ha disparado una reacción que deja al descubierto todos los puntos débiles de la UE

Aparte de la vergüenza de muchos de tener que reconocerse europeos, la solución adoptada para salvar Schengen ha disparado una reacción en cadena que deja al descubierto todos los puntos débiles de la Unión Europea:

1. Legislación obsoleta de dudosa utilidad: El reglamento de Dublin se ha demostrado obsoleto e inapropiado para los días que corren y ajustarlo puede llevar meses o años.

2. Falta de competencias de sus instituciones: La Comisión Europea no tiene el poder para condicionar a los estados miembros y Donald Tusk le busca la espalda cada vez que se descuida. El Parlamento Europeo, a pesar de encontrar graves deficiencias legales en el acuerdo, no tiene poder para bloquearlo.

3. Falta de voluntad política, división interna y repunte de los mensajes xenófobos: Los políticos nacionales solo están interesados en Europa cuando viene con dinero bajo el brazo, y priorizan las carreras electorales que son las que les dan de comer. En Reino Unido se utiliza la inmigración como arma arrojadiza dentro del contexto del Brexit, pudiendo generar un peligroso efecto contagio en otros procesos electorales. Ademas, países como Dinamarca, Finlandia o Suecia están dando un giro de 180 grados e incluso están considerando confiscar bienes a los refugiados para costear los gastos que generen. El Grupo de Visegrado sigue haciendo de la ilegalidad su bandera discriminado en base a la religión, instalando alambradas y propagando mensajes institucionales anti-musulmanes.

4. Reducción sistemática del poder público: Los países del sur, especialmente Grecia, sufren una situación de raquitismo financiero derivado de las políticas de austeridad que les impide tener el más mínimo control de la situación. Además los fondos que llegan siempre vienen condicionados por la subrogación de competencias públicas que socavan los principios democráticos más básicos.

5. Falta de influencia exterior real: Ya no solo a la hora de imponer una solución diplomática o militar a conflictos armados y generar paz. El llanto de Moguerini fue otro síntoma de la impotencia Europea para influenciar la realidad geopolítica más allá de acuerdos comerciales que no solucionan nada a nadie salvo a las multinacionales. Además, este tipo de soluciones como el de la crisis migratoria actual, solo debilita la posición negociadora e imagen exterior en otros campos de trabajo donde si se estaban haciendo las cosas bien.

De cualquier modo, la injustificada militarización de fronteras y la subcontratación del control de los bordes exteriores a países como Marruecos o Turquía (que no garantizan el respeto a los derechos humanos) termina de envilecer un proceso ya de por sí vergonzoso; de búsqueda de soluciones a las crisis migratoria.

Al despojarse de la poca autoridad moral que le quedaba se ilumina un camino hacia repensar y quizás incluso refundar el modelo de la UE o afrontar una lucha por la propia supervivencia a manos de la fragilidad de la imagen exterior y el desapego de unos ciudadanos europeos con la que cada día comparte menos valores. Para leer más, aquí dejo mi análisis completo.