La crisis es un repollo

La crisis es un repollo

Chesterton cuenta que una muchacha de campo, al ver el mar por primera vez, le dijo que a ella eso no le recordaba a la inmensidad, sino a una coliflor. Quedó maravillado. Por fin alguien hablaba sin prejuicios de esa masa líquida.

Chesterton, uno de los más grandes escritores de la historia, reflexionaba en cierta ocasión sobre el mar. Le sorprendía que todo el mundo coincidiera en calificarlo de inmenso, cuando lo cierto es que a él no se lo parecía en absoluto. Cada vez que lo contemplaba desde la orilla, tan solo veía una línea horizontal no muy lejana, algo que claramente delimita y contradice el concepto mismo de inmensidad. Si lo miras sin prejuicios, el mar parece simplemente un lago algo grandote.

A Chesterton le fastidiaba bastante la repetición de lugares comunes. El mar es inmenso, decimos siempre, y nos quedamos tan anchos. Si encargáramos una narración sobre el mar a cien mil personas, es bastante probable que el concepto de inmensidad apareciera en unas noventa mil novecientas noventa y nueve. Alguien debió soltarlo por primera vez y luego todos hemos ido repitiéndolo sin descanso.

Hoy hablamos de la crisis reproduciendo lo que se dijo de ella al principio: que la han generado los señores malos de los mercados. Los mercados son a la crisis lo que la inmensidad al mar; algo que se empezó diciendo y que hemos terminado asimilando como la única realidad posible. Pero tal vez estemos equivocados.

Chesterton cuenta que una muchacha de campo, al ver el mar por primera vez, le dijo que a ella eso no le recordaba a la inmensidad, sino a una coliflor.

Chesterton quedó maravillado. Por fin alguien hablaba sin prejuicios de esa masa líquida. La chica, llena de inocencia, supo ver en los reflejos del agua algo distinto a lo que todos repetían sin descanso.

El autor de los cuentos del padre Brown confesó que a él siempre le había pasado algo similar. Si a la desprejuiciada muchacha el mar le recordaba a una coliflor, a Chesterton le recordaba a un repollo. Lo atribuía a las entremezcladas vetas verdes y violetas que tienen las curvas del repollo y que tanto se parecen a las olas cuando las contemplamos desde la orilla.

Para escapar de los tópicos y de las palabras vacías de contenido de la mayor parte de los analistas de la actualidad, todos necesitaríamos estar cerca de una muchacha de campo como la que conoció Chesterton, o incluso mejor: necesitaríamos tener a mano al mismísimo Chesterton, uno de los hombres más inteligentes que han existido, para que nos dijera a todos lo equivocados que estamos, porque la crisis -estoy seguro- no es más que un gigantesco repollo.