La 'yihad' golpea a Europa: daños colaterales

La 'yihad' golpea a Europa: daños colaterales

Una de las amenazas que produce la situación actual es la de regresar a las casillas nacionales de respuesta. Vallas, alambradas, zanjas y fronteras restablecidas serían solo el preludio de la tentación de responder con cargo a las capacidades militares y policiales de los Estados miembros (EE.MM) abandonando la lógica de la integración europea: la escala supranacional y la puesta en común de las heterogéneas capacidades de los EE.MM de la UE es la única posibilidad de ser efectivos frente al Daesh.

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Es lo que nos faltaba. La gota que desborda el vaso. A esta UE ya colmada de problemas existenciales, como nunca antes en su historia, sólo le restaba esta vuelta de tuerca. De la política del miedo, tan expuesta a los asaltos de los populismos cruzados, le toca ahora abismarse a un virtual estado de emergencia, si es que no de excepción. Los Gobiernos europeos se encaran a opiniones públicas azuzadas por la angustia del terrorismo yihadista, la llamada "guerra contra el Daesh", y sus amenazas múltiples contra nuestras libertades y nuestro derecho a disfrutarlas en plenitud y sin quebrantos.

Son muchos los riesgos inminentes que sobrevienen a una Europa que hace tiempo que no acierta a la hora de afrontar sus desafíos mal resueltos: financiero, económico, social, demográfico, ambiental, energético, diplomático, estratégico en la globalización... En un contexto que empeora, me preocupa especialmente el riesgo de que una UE surcada por divisiones que se han venido ensanchando a lo largo del pésimo manejo de la crisis, sufra una multiplicación de esas líneas divisorias en al menos tres frentes delicados.

Se perfilan, en efecto, tres riesgos que se acumulan a los ya existentes en, al menos, tres ámbitos. Amenazas que deberíamos intentar desactivar intentando no ceder a una tentación facilona: la de aplicar el mismo patrón de conducta utilizado -con un fracaso de costes incuantificables- frente a la que fue en su día llamada "crisis financiera", luego "crisis del euro" y trastocada después en "crisis de deuda soberana": actuar demasiado poco y demasiado tarde (Too Little, too late) en la dirección equivocada. En una sucesión de cumbres (Consejos) agónicas, el resultado ha sido una UE sumida en la Gran Recesión perdiendo oportunidades, tiempo vital y peso relativo ante los demás actores globalmente relevantes, hundida en disputas internas y desentendimientos de las ambiciones que habían sido proclamadas en el Tratado de Lisboa (TL).

La primera amenaza es la de regresar a las casillas nacionales de respuesta. Vallas, alambradas, zanjas y fronteras restablecidas serían solo el preludio de la tentación de responder con cargo a las capacidades militares y policiales de los Estados miembros (EE.MM) abandonando la lógica de la integración europea: la escala supranacional y la puesta en común de las heterogéneas capacidades de los EE.MM de la UE es la única posibilidad de ser efectivos frente al Daesh.

El segundo peligro es la tentación de surfear la retórica de guerra sin medir racionalmente las consecuencias de hacerlo a escala paneuropea. Explícitamente asumida por la reacción francesa a la masacre de París -un horror ante el que la solidaridad europea debe tender a infinito, acuciante para España, obligada por nuestros vínculos de vecindad, amistad y compromiso antiterrorista-, la idea de que "estamos en guerra" debe descodificarse. Es esta una expresión equívoca, aparentemente épica y movilizadora, si es que alguna acepción noble tiene el discurso de guerra a estas alturas de la historia de Europa y la Humanidad. Pero ¿qué clase de guerra es la guerra no formalmente declarada, una guerra carente de objetivos claros, contenidos y acciones militares acordadas y legitimadas por instancias supranacionales e internacionales, sin medios proporcionales a los fines perseguidos y, sobre todo, sin una estrategia definida para ese día de después de una eventual victoria o armisticio, tal y como resulta exigible a toda operación bélica? ¿Es que es lo mismo la lucha europea a los terroristas que la que George Bush llamó, con efectos catastróficos, "Guerra contra el Terror"? ¿Acaso podemos ignorar que buena parte del terror se ha cocinado en Europa por ciudadanos que nacieron ciudadanos europeos y han germinado en las redes su espiral enloquecida de yihadismo desctructivo y autodestructivo?

La sombra del desvanecimiento del sueño europeo se cierne ahora sobre Schengen, sobre la Carta de Derechos Fundamentales de la UE, sobre la libre circulación, sobre nuestros derechos y sobre la propia médula de la civilización europea: nuestro modo de ser, nuestra razón de ser. Aquello por lo que nos odian el Daesh y los terroristas que mueren derramando sangre.

La tercera amenaza es conexa a la anterior. Es la que abunda en la tentación de pensar que la respuesta militar es un objetivo en sí misma, y no un medio instrumental orientado a reducir las amenazas proteicas del yihadismo en la región de lo que un día fueron los Estados instituidos tras la I Guerra Mundial. Un medio, efectivamente. Solo a partir de ese medio será posible y necesario emplear a fondo una diplomacia europea, patética hoy por inexistente. Solo así será posible el relanzamiento de la potencia incomparable de la contribución europea a la ayuda al desarrollo y a la cooperación desde un compromiso genuino con el Derecho Internacional (el Humanitario incluido). Y sólo así será posible la atención europea a los refugiados que huyen de la violencia destructiva desatada en la región.

Y solo así será posible una estrategia europea contra el "yihadismo interior" (la "radicalización" de jóvenes demenciados por su resentimiento y exclusión).Y una visión europea sobre la reconstrucción de estructuras estatales cuyo desmantelamiento sólo ha conducido al desastre en el torturado Oriente Medio y su extensión al mundo árabe de la cornisa norteafricana (Irak, Libia, Siria... y sigue).

Si no formulamos bien los polinomios planteados, los daños colaterales sobre la UE en su conjunto y la construcción europea serán la puntilla que marca el giro hacia lo irreversible del desvanecimiento de lo que fue el sueño europeo... La sombra de esa amenaza se cierne ahora sobre Schengen, sobre la Carta de Derechos Fundamentales de la UE, sobre la libre circulación, sobre nuestros derechos y sobre la propia médula de la civilización europea: nuestro modo de ser, nuestra razón de ser. Aquello por lo que nos odian el Daesh y los terroristas que mueren derramando sangre.

Eso es lo que está en juego: "daños colaterales" de la amenaza yihadista al modo de ser europeo.

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Licenciado en Derecho por la Universidad de Granada con premio extraordinario, Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, becario de la Fundación Príncipe de Asturias en EE.UU, Máster en Derecho y Diplomacia por la Fletcher School of Law and Diplomacy (Tufts University, Boston, Massasachussetts), y Doctor en Derecho por la Universidad de Bolonia, con premio extraordinario. Desde 1993 ocupa la Cátedra de Derecho Constitucional en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Es, además, titular de la Cátedra Jean Monnet de Derecho e Integración Europea desde 1999 y autor de una docena de libros. En 2000 fue elegido diputado por la provincia de Las Palmas y reelegido en 2004 y 2008 como cabeza de lista a la cámara baja de España. Desde 2004 a febrero 2007 fue ministro de Justicia en el primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. En octubre de 2007 fue elegido Secretario general del PSC-PSOE, cargo que mantuvo hasta 2010. En el año 2009 encabezó la lista del PSOE para las elecciones europeas. Desde entonces hasta 2014 presidió la Delegación Socialista Española y ocupó la presidencia de la Comisión de Libertades Civiles, Justicia y Asuntos de Interior en el Parlamento Europeo. En 2010 fue nombrado vicepresidente del Partido Socialista Europeo (PSE).