Para salir de este atasco

Para salir de este atasco

Sí, todavía es el PP la primera fuerza en votos y escaños en el Congreso (a estas alturas, casi un 30% de la ciudadanía les vota ), pero también la que más rechazo suscita. Y el intento de investidura brinda una ocasión para sortear una contradicción entre lo que los españoles dicen ser frente a cómo se comportan.

  5c8b25a32500000704ca2ad0

El Comité Federal del lunes 29 de febrero fue especial. No sólo por la fecha, improbable en un calendario salvo en cuatrienal año bisiesto, sino porque no se reunía para rebatir, ni menos aún rechazar, una decisión que el conjunto de la militancia del PSOE había avalado previamente en la consulta directa del sábado 27 de febrero.

Lo que sí podíamos hacer los miembros de ese "máximo órgano entre Congresos" -y teníamos la obligación de intentarlo- era aportar ideas para diferenciar la narrativa del PSOE a la hora de explicar la gestión de la compleja (y en tantos sentidos, diabólica) situación descrita desde el 20D, y su resultado hasta ahora: un acuerdo desde el que acometer el debate de investidura de Pedro Sánchez, candidato socialista a la Presidencia del Gobierno.

La primera y más importante anomalía democrática respecto de cuanto habíamos visto los españoles hasta hoy reside en que sí, todavía es el PP la primera fuerza en votos y escaños en el Congreso, pero también la fuerza que más rechazo suscita. Sí, es verdad, todavía a estas alturas, casi un 30% de la ciudadanía vota por el PP. Pero el otro 70% manifiesta en todas las encuestas su rechazo rotundo por el PP, de modo que quien no vota al PP declara que "de ningún modo, nunca votaría al PP".

Eso explica que suba a la tribuna el candidato de la segunda fuerza.

No sólo es que el candidato de la primera fuerza se haya permitido "declinar" el encargo del jefe del Estado -que, a mi juicio, le obligaba a "intentar formar gobierno", como establece el art. 99 CE-, y lo haya hecho además de forma taimada y cobarde, reservándose el derecho de "intentarlo" más adelante, en lugar de dimitir o retirarse como reconocimiento de su incapacidad.

Es que, además, el candidato Rajoy asume con ello la soledad del PP, incapaz de hablar de nada con nadie porque, con buen fundamento, nadie quiere acordar nada con este PP. Como he sostenido en otros escritos, a la democracia española le hace falta otro PP, pero con éste, inmovilista, reaccionario y contaminado por la corrupción pandémica, no parece posible ir juntos a ninguna parte.

A la democracia española le hace falta otro PP, pero con éste, inmovilista, reaccionario y contaminado por la corrupción pandémica, no parece posible ir juntos a ninguna parte.

La segunda idea clave es que el intento de investidura, no solo sitúa a Sánchez y al PSOE en la centralidad de las expectativas nacionales para sacar al país del atolladero en el que se encuentra, es que brinda, además, una ocasión sobresaliente para sortear una contradicción -aporía, suele decirse en el lenguaje filosófico- frecuente en la demoscopia, respecto a lo que los españoles dicen ser en contraposición a cómo se comportan.

Esa contradicción es, por ejemplo, la que se delinea entre quienes dicen querer "políticos serios, con discurso", pero los rechazan cuando les ven o escuchan, en preferencia creciente por los políticos de Twitter, de ruedas de prensa y de gestos efectistas o circenses, con tal de que les aseguren un trending topic de viralidad en las redes o romper en el telediario.

También hay contradicción en lo que nos importa, entre los que dicen querer "políticos capaces de dialogar, llegar a acuerdos y pactar", pero después denigran y ponen a parir a quien se atreva a pactar, tildándoles poco menos que de "traidores" a sus programas, sus promesas y principios. Porque para pactar, es preciso conceder; y para conceder, es preciso respetar al otro, considerar su identidad, su punto de vista legítimo (aunque no sea el tuyo) y sus propuestas (aunque no sean las tuyas), y ceder para acordar.

Y para eso, ante todo, es imprescindible que alguien sea capaz de hablar de algo con alguien. Máxime cuando el PP se ha mostrado incapaz de hablar de nada con nadie.

Hay contradicción en lo que nos importa, entre los que dicen querer "políticos capaces de dialogar y pactar", pero después denigran a quien se atreva a pactar, tildándoles de "traidores" a sus programas, sus promesas y principios. Porque para pactar, es preciso conceder.

Además, el acuerdo es una ocasión para explicar lo que de otro modo parece oscuro o incompleto. Ejemplo: esa propuesta para, en aras de la racionalización de los horarios de trabajo que en España padecemos -por ser gravosamente disfuncionales y contraindicados para la productividad que decimos anhelar-, de equiparar el horario de la Península Ibérica con el meridiano de Greenwich, es decir, con la hora canaria, comportando así, de paso, un nuevo ajuste canario... ¡para que siga siendo una hora menos en las islas!

Más importante es el capítulo de las reformas constitucionales. Porque conviene, y mucho, explicarlo bien: no sólo no resulta ya posible pensar en una reforma constitucional sin referéndum -express, con lexicología enervante-, puesto que un 10% de cada una de las cámaras -Podemos, para empezar- podrá exigir, sí o sí, un referéndum tras el trámite parlamentario (art.167 CE).

Es que, además, para el PSOE será imprescindible, por convicción y coherencia, continuar sosteniendo la necesidad y viabilidad de una reforma de mayor calado por la vía agravada del 168 CE, para federalizar España y para encajar la respuesta a la cuestión catalana en el relanzamiento de la capacidad de la Constitución para integrar la diversidad y la singularidad en la unidad.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciado en Derecho por la Universidad de Granada con premio extraordinario, Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid, becario de la Fundación Príncipe de Asturias en EE.UU, Máster en Derecho y Diplomacia por la Fletcher School of Law and Diplomacy (Tufts University, Boston, Massasachussetts), y Doctor en Derecho por la Universidad de Bolonia, con premio extraordinario. Desde 1993 ocupa la Cátedra de Derecho Constitucional en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Es, además, titular de la Cátedra Jean Monnet de Derecho e Integración Europea desde 1999 y autor de una docena de libros. En 2000 fue elegido diputado por la provincia de Las Palmas y reelegido en 2004 y 2008 como cabeza de lista a la cámara baja de España. Desde 2004 a febrero 2007 fue ministro de Justicia en el primer Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. En octubre de 2007 fue elegido Secretario general del PSC-PSOE, cargo que mantuvo hasta 2010. En el año 2009 encabezó la lista del PSOE para las elecciones europeas. Desde entonces hasta 2014 presidió la Delegación Socialista Española y ocupó la presidencia de la Comisión de Libertades Civiles, Justicia y Asuntos de Interior en el Parlamento Europeo. En 2010 fue nombrado vicepresidente del Partido Socialista Europeo (PSE).