Dinero y campañas políticas

Dinero y campañas políticas

Si los grandes partidos buscaran de verdad hacer frente a ese alejamiento ciudadano del sistema de partidos que muestran las encuestas, buscarían de forma prioritaria reducir los gastos a lo necesario.

En un contexto social de profunda desafección por la política, hemos conocido a través del Tribunal de Cuentas los datos del dinero gastado por los partidos políticos en la pasada campaña electoral a las elecciones generales en noviembre de 2011. En total los partidos se gastaron la cifra de 65 millones de euros en aquella campaña. Para financiarlo, los partidos se endeudan a través de créditos bancarios, que luego aspiran a pagar con lo que corresponda en función de los resultados obtenidos. Se trata sin duda de una cifra excesiva, y de un gasto demasiado alto. No todos los partidos operan igual, de hecho EQUO financia sus campañas sólo con aportaciones de sus simpatizantes, renunciando de manera voluntaria a pedir ningún crédito (algunos califican esta actitud de suicidio político).

Si los grandes partidos buscaran de verdad hacer frente a ese alejamiento ciudadano del sistema de partidos que muestran las encuestas, buscarían de forma prioritaria reducir los gastos a lo necesario. Este tema debiera abordarse de forma urgente.

En la actual situación social y económica, es inadmisible un gasto tan abultado en campañas electorales. No es necesario gastar tanto: los mensajes políticos pueden llegar a la ciudadanía de forma mucho menos costosa, y más igualitaria. Los estudios muestran que la mayor parte de la información en campañas llega al ciudadano por la televisión o la radio. Por tanto, el establecimiento de espacios destinados a esa debate, discusión y explicación electoral en esos medios, y de manera creciente en Internet debiera ser la parte fundamental de la campaña. Y eso no debería ser tan costoso.

Asimismo, este sistema debería garantizar una mayor igualdad para todas las organizaciones que concurren a las elecciones. Porque ahora mismo la desigualdad del sistema electoral no está sólo en el reparto final de escaños a través del sistema D'Hont. El problema es mucho más profundo: los partidos pequeños o nuevos que no cuentan con grandes sumas para las campañas ni siquiera pueden hacer llegar sus mensajes a los ciudadanos. Eso hace que sea muy difícil superar el listón del 3% o del 5% establecido.

En definitiva, gastar tanto en las campañas electorales es tirar el dinero a la basura. Se deberían articular espacios interesantes y atractivos de difusión y debate que hagan posible otro tipo de campañas, más cercanas al ciudadano. Mientras tanto la opción de algunos partidos de hacer las campañas austeras puede ser perjudicial para ellos en el corto plazo, pero estoy seguro que mucha gente lo acabará premiando en el medio plazo. No se trata, por tanto como algunos lo han definido, de un suicidio político, sino de un acto de responsabilidad.