Superioridad moral

Superioridad moral

El periódico madrileño 'ABC' nos regaló el pasado domingo, a través de 13 páginas muy bien editadas, un exotismo sorprendente. Dedicó un dosier especial a certificar lo que en portada era definido de modo solemne como "el final de la superioridad moral de la izquierda".

El periódico madrileño ABC nos regaló el pasado domingo, a través de 13 páginas muy bien editadas, un exotismo sorprendente. Dedicó un dosier especial a certificar lo que en portada era definido de modo solemne como "el final de la superioridad moral de la izquierda", todo ello acompañado por una ilustración a toda página en la que destacaban la imagen de Karl Marx y la alegórica figura de la hoz y el martillo.

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Cuando un diario conservador dedica semejante alarde a los símbolos del enemigo es que estamos ante una anomalía digna de ser observada, y en este sentido lo primero que sorprende es la aseveración de primera plana, porque si se decreta el final de la superioridad moral de cualquier corriente ideológica, de la izquierda en este caso, es que se está asumiendo que tal ventaja en el plano de los principios políticos existió algún día. En esto no reparó el editorialista del centenario y querido periódico, por más obvio que resulte.

Acto seguido, y en refuerzo de la tesis inicial, aparece una serie de reportajes y encuestas con personas relevantes, un esfuerzo bien trabajado, aunque sin duda condicionado por la tesis de partida, lo que en periodismo siempre es un problema, aunque un problema tan frecuente que no vale la pena hacerse ilusiones al respecto. En defensa de la ideología de derecha hay una entrevista con Esteban González Pons -¿es de derechas?; ¿es de centro?, ¿es de izquierda?, ¿ha expuesto González Pons alguna idea política tras varias décadas de actividad política?-, así como un extenso artículo del filósofo Gabriel Albiac, mascarón de proa de todo el trabajo y sin duda la pieza menos afortunada del mismo.

Es bastante común, a la hora de atizar en los medios al pensamiento izquierdista, la aparición de algún excomunista lo bastante rencoroso y narcisista como para prestarse al juego de la descalificación, porque ya se sabe que los revolucionarios de ayer son los reaccionarios de hoy, amparadas ambas corrientes en un sectarismo pueril. Albiac, que ya desde el primer párrafo asegura que él lo vio todo antes que nadie, quiere ser André Glucksmann a la hora de abjurar de todos los libros rojos -cosa que, obviamente, no consigue-, y riza el rizo al recordar la Historia del siglo XX para aseverar que la izquierda está en el germen de los dos totalitarismos más brutales que el mundo ha conocido, el comunismo soviético y el fascismo alemán e italiano. Ese constituye, según su criterio, un pecado original inequívoco. Pues sí, Mussolini y Hitler fueron unos izquierdistas de mucho cuidado, y esa es precisamente la razón por la cual se llevaron tan bien con Franco.