Lo que he aprendido como madre de chicos

Lo que he aprendido como madre de chicos

Sé que estoy generalizando. Quizás incluso estoy contribuyendo a la perpetuación de los estereotipos, lo cual no está bien. Pero conozco a pocas niñas que crean que tirarse un pedo en medio de una comida o de una película emotiva es el mejor invento del mundo después del desodorante.

Katie Workman

Cómo empieza todo:

La primera vez que me di cuenta de que era una auténtica madre de chicos sin vuelta atrás, Jack tenía seis semanas. El jefe de mi marido quería que se fuera de viaje de trabajo a Miami y sugirió (muy amable por su parte) que Jack y yo le acompañáramos, para cambiar un poco de aires. ¡Qué genial idea! Tres noches sin dormir después, me volvía a casa con mi malhumorado hijo. En el avión se hizo caca (no, esto no tiene nada que ver con que sea un niño) y fuimos a casa en un taxi con las ventanas bajadas porque íbamos embadurnados de distintos fluidos sin identificar.

Ya en casa, le cambié el body manchado mientras le sujetaba con una mano y, con la otra, buscaba un pañal. Entonces, escuché un sonido extraño, parecido al agua. Subí la cabeza y vi que estaba orinando en su propia boca y haciendo gárgaras. Un logro biológico que ni la más flexible de las niñas es capaz de conseguir. Momento de madre de chicos número 1.

No soy sexista, para nada, y no me considero una persona con prejuicios. No pienso que mis hijos no vayan a querer llevar una camiseta rosa o que mis sobrinas no vayan a disfrutar jugando con coches (aunque la verdad es que no les gusta). Pero ahora, después de llevar 15 años siendo madre de chicos, sí que creo en ciertas afirmaciones...

Momento de madre de chicos número 2:

Corría el año 2007 cuando mis hijos y yo estábamos en el jardín de nuestra nueva casa. Señalé al rosal que crecía cerca de la puerta y dije: "¿A que son bonitas esas flores?". "Sí", dijo Jack, que por aquel entonces tenía 7 años. Nos quedamos callados un momento, admirando la belleza de la naturaleza (o eso creía yo), y Jack añadió: "¿Cuánto tardarían en morir si hiciera pis en ellas?". ¿Creéis que una chica haría un comentario así? No es imposible, pero sí que es improbable. Soy incapaz de imaginarme a mis sobrinas preguntando si unas flores se morirían al entrar en contacto con su orina.

Todo es una pistola:

Al principio uno siempre dice: "No voy a comprarles pistolas de juguete, no quiero que mis hijos piensen que son juguetes". Pero entonces empiezan a construir armas de la nada: con piezas de Lego, con partes de una pista de Scalextric o con rollos de papel higiénico. Y entonces tu tío abuelo le compra una pistola de agua, tú protestas, tu suegra te mira mal (sus hijos jugaron con pistolas de juguete y han salido bien, ¿verdad? De hecho, me he casado con uno de ellos) y suspiras al ver que tu hijo sale corriendo a perseguir al perro.

Chistes de penes:

El humor ofensivo e inapropiado es característico de los chicos. A ver, sé que no es exclusivo de los hombres. De hecho, a mí me encanta el humor negro, pero voy a salirme de lo políticamente correcto para decir que, en general, los chicos suelen empezar a utilizarlo antes que las chicas.

Por ejemplo, Charlie con 8 años:

Charlie: "¿Quieres que te cuente un chiste feo?"

Yo: Mmm, venga, vale.

Charlie: "Un hombre tiene un accidente de coche. Va al hospital, le revisan y el doctor le dice: 'Todo parece bien excepto el pene, tenemos que reemplazarlo. Afortunadamente podemos hacerlo, cada 3 cm cuestan 1000 euros. Puede volverse a casa a hablarlo con su mujer y volver mañana'".

"Al día siguiente el hombre vuelve y el doctor le pregunta: '¿ya ha hablado con su mujer? ¿Cuántos centímetros quiere?'".

"El hombre responde: 'Al final nada de penes, en vez de eso, vamos a comprar un horno nuevo'".

(Charlie sonríe con orgullo)

Yo (medio llorando, medio riendo): "¿Dónde has oído ese chiste?"

Charlie: "En la radio".

Yo: "¿En serio? ¿Dónde?".

Charlie: "En casa del abuelo".

Yo: "¿Y lo entiendes?"

Charlie: "La verdad es que no".

Y entonces se lo expliqué.

Chicas:

Ser madre de chicos también sirve para saber qué piensan de las chicas. Cuanto más mayores son, menos te cuentan, pero aun así se puede seguir observando. Y cuando son más pequeños -antes de darse cuenta de lo viejos, estúpidos y obsoletos que estamos-, pueden llegar a ser muy sinceros.

Charlie, con 9 años: "¿Sabes qué, mamá? Yo no estaba buscando novias, pero es que aparecen solas y entonces yo dije que vale y ha salido todo muy bien". (A ver, a ver, ¿dónde está el botón de parar el tiempo?).

Hace poco una amiga vino de visita con su hija de 15 años. Jack, que es de su edad, nos sorprendió al pasar la mayor parte de la tarde limpiando su habitación y gritándonos para que hiciéramos lo mismo. "¡Esta casa parece una pocilga!". ¿Cómo? Bueno, si la persona que deja su protector bucal encima de su mesa como si fuera un objeto decorativo piensa que nuestra casa parece una pocilga, la cosa es grave. Si el chico que se preocupa por el medio ambiente hasta el punto de que ya se puede hacer abono con lo que tiene tirado por el escritorio piensa que nuestra casa no está lo suficientemente presentable para los invitados, tenemos que ponernos a barrer ya.

Sinceridad:

No creo que lo que voy a decir a continuación sea algo exclusivamente de chicos, pero me siento obligada a sacar el tema. Mis hijos rebosan de franqueza. Hace poco, me compré un par de zapatillas de deporte muy modernas (eso pienso yo) que tenían un poco de plataforma. Jack no se cortó un pelo a la hora de darme su opinión: si no recuerdo mal, dijo: "Me da pena que pienses que esas zapatillas son guays y creo que a tus amigos también les da pena". Cuando tengo el valor de ponérmelas para salir a la calle, Jack me sigue recordando lo que piensa mientras se aleja de mí. ¡Menos mal que tenemos hijos así! Si no, cantaríamos las canciones que ponen en la radio, bailaríamos mucho en las bodas y nos lo pasaríamos bien haciendo otras cosas que dan vergüenza ajena.

Como soy escritora gastronómica , quiero saber lo que piensan mis hijos de todas las comidas que hago. Si ahora mismo estás pensando "ay, pobre", estás en lo cierto. Si la mayoría de los niños creen que tienen derecho a decir su opinión al que esté cocinando, mis hijos creen que su único propósito en la vida es dar su opinión sin escrúpulos. Por mi propio bien.

A veces son muy agradecidos, pero no pasa una semana sin que me digan que algo que he cocinado, especialmente si lleva col, va a hacer que quien lo pruebe acabe llorando. Además, tampoco solemos tener cosas de picar en casa. Como dice Jack, si alguien trabaja en la industria alimentaria, lo normal sería que tuviera la suficiente capacidad mental como para comprar patatas fritas. Sería lo normal...

Accidentes:

Queridos padres de chicos: acabaréis en la sala de espera de urgencias. Garantizado. Si en el colegio hay padres médicos, hazte amigo de ellos. Si son imbéciles, no hace falta, pero si son majos, siempre es bueno tener amigos así. Tenemos dos amigos que son especialista en ortopedia infantil y cirujano plástico infantil, respectivamente. Es difícil saber a quién llamar para que vea al niño, que ha pensado que sería muy divertido ponerse de pie en una silla con ruedas mientras su hermano lo empujaba a toda velocidad por el pasillo.

Hay otra cosa a la que me tengo que acostumbrar: que alguien se ponga el uniforme del deporte extraescolar de turno no significa que tenga un partido. También puede significar que lo que va a hacer es salir al jardín y empezar a pegarse hasta que alguien (Charlie) se eche a llorar. También hay que aceptar que preguntarle a tu marido "¿cuánto te apuestas a que esto acaba mal?" y jugarte dinero real es algo perfectamente aceptable para la educación de los niños. También está permitido celebrar agitando el puño en caso de que hayas ganado la apuesta.

Hambre:

Todo el mundo sabe que cuando los niños llegan a la pubertad, empiezan a comer más. Muchísimo más. Las recetas que dicen ser para 8 personas no sirven para 8 personas. Estaría bien especificar: "Para 8 personas normales O para 4 adolescentes". Un día les pedí que pusieran nota a una receta que había preparado. Max, un amigo de Jack, me dijo "le doy un 5 porque me he tomado 5 platos". A Max no se le dan muy bien las matemáticas. Sin embargo, comer sí que se le da bien. Una vez, se comió 6 hamburguesas. Después de cenar.

AXE:

A menudo escucho a mis amigas que son madres de niñas hablar de cuánto maquillaje dejan que se pongan sus hijas o cuándo les dejan empezar a depilarse. Si no tienes hijos, a lo mejor no sabes lo que es AXE, una marca de desodorantes y de "fragancias para todo el cuerpo" (¿?) para hombres, que hacen que se te caiga la nariz nada más olerlo. Imagínate una mezcla de testosterona + herbicidas + ambientador fuerte de taxi. Ahora visualízalo en una axila apestosa. El otro día, Charlie se estaba poniendo un poco de desodorante AXE y yo hice un comentario burlón sobre si de verdad creía que necesitaba echarse desodorante a los 12 años. "Es que me gusta como huele... Huele como a 'fiesta', ¿a que sí?".

Mea culpa.

Una vez más, quiero pedir perdón por haber generalizado demasiado al contar estas experiencias. Soy consciente de que no todas las madres de chicos han pasado por lo mismo y de que muchas madres de chicas han vivido situaciones similares a las mías. Incluso es posible que esté contribuyendo a la perpetuación de los estereotipos y eso no está bien. Pero conozco a pocas niñas que crean que tirarse un pedo en medio de una comida o de una película emotiva es el mejor invento del mundo después de AXE.

Katie Workman es autora de los libros 'Dinner Solved!' y 'The Mom 100 Cookbook'. Este post fue publicado originalmente en la página web de la autora.

El artículo fue publicado con anterioridad en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés Armenteros

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