Encontré el amor gracias al cáncer

Encontré el amor gracias al cáncer

Octubre es un mes que significa mucho para mí y es el mes en el que celebro que estoy viva. Hace dos años, me dieron la demoledora noticia de que tenía cáncer de mama. Casualmente, en octubre se celebra el Día Mundial del Cáncer de Mama, y, entre la recaudación de fondos y las campañas de concienciación, mi historia y mi experiencia están más presentes que nunca.

TETRA IMAGES VIA GETTY IMAGES

Octubre es un mes que significa mucho para mí y es el mes en el que celebro que estoy viva.

Hace dos años, en octubre, me dieron la demoledora noticia de que tenía cáncer de mama.

Casualmente, en octubre se celebra el Día Mundial del Cáncer de Mama, y, entre la recaudación de fondos y las campañas de concienciación, mi historia y mi experiencia están más presentes que nunca.

Estoy colaborando con la campaña de concienciación del cáncer de mama de Estée Lauder y voy a compartir mi historia con la esperanza de animar a los demás a hacer lo mismo. Siempre he pensado que compartir un problema es dividirlo y cortarlo en trocitos y, durante el agotador periodo de tratamiento y los extreños momentos posteriores, esa filosofía me ha ayudado a la hora de abrirme con los demás. Siempre está bien apoyarse en los demás, y hay muchas organizaciones que me han ayudado. Mi consejo es que nunca hay que sufrir en silencio.

Pese a que el cáncer no es un camino de rosas, compartir mi historia -con lo bueno, lo feo y lo malo- me ha ayudado incluso a encontrar el amor en la más impensable de las situaciones. Esta es mi historia:

El día en que me diagnosticaron cáncer de mama, recuerdo que me senté en mi habitación a llorar.

Lloraba por el amor que nunca había experimentado.

Por la pareja a la que nunca llegaría a conocer.

Por la idea de amor profundo y maravilloso.

Que se ve en las películas y con la que soñamos todos.

Nunca lo encontraría porque lo más probable era que estuviera muerta en un año.

Cuando empezara el tratamiento dentro de un mes, estaría calva, enferma y no sería fértil.

¿Quién narices iba a querer estar a mi lado?

Aunque me recuperara, nadie querría estar conmigo porque yo no sería capaz de darle hijos.

Nadie querría estar conmigo porque el cáncer podría reaparecer y eso significaría que mi pareja habría perdido el tiempo en conocerme y en enamorarse de mí para que yo al final me muriera.

¿Quién querría correr ese riesgo?

Pues nadie.

Seis meses después recibí un mensaje por Facebook que me cambió la vida para siempre.

Mientras estaba en tratamiento, escribía un blog titulado Get Your Tits Out! [¡Sácate las tetas!], un blog en tono optimista y cómico para plantarle cara a la bomba del cáncer. Una amiga en común lo compartió en su muro de Facebook y Mikey se puso en contacto conmigo para decirme lo que le había gustado. Él padecía fibrosis quística y se sentía muy identificado con las cosas de las que hablaba. Teníamos otra amiga en común, la maravillosa Jojo Gingerhead, a la que conocí en Younger Breast Cancer Network, un grupo de apoyo online para pacientes con cáncer de mama de menos de 45 años. Después de intercambiar un par de mensajes amables seguimos con nuestras vidas.

Pero, un mes después, Jojo, esa persona maravillosa de fuerza desgarradora, murió. Solo tenía 32 años. Me quedé completamente hecha polvo. Estaba fuera de mí y quería contactar con alguien que también la conociera. Y ese alguien era Mikey. Igual que yo, estaba destrozado. Había sido un shock para nosotros. Los dos pensábamos que Jojo era invencible. Nunca nos dejó saber lo grave que era la situación en realidad. Fue valiente y digna hasta el final. Los dos acordamos que iríamos a su funeral. Pero, la noche anterior, Mikey ingresó en el hospital.

Me sentía fatal por él. No me gustaba la idea de pasarlo mal y estar sola. Mikey había sido tan amable conmigo que de repente empecé a sentirme muy protectora con él.

Cuando acabó el funeral de Jojo, le mandé un mensaje describiéndole la ceremonia. Y a partir de ese momento empezamos a mandarnos mensajes constantemente todos los días, y luego pasamos a las llamadas.

Un mes después nos conocimos en persona y sabíamos que había posibilidades de que lo nuestro acabara en un romance, pero acordamos que, pasara lo que pasara, siempre seríamos amigos. Sin presiones. Él me parecía adorable, pero no estaba segura de que él sintiera lo mismo por mí.

La segunda vez que nos vimos pasamos un maravilloso día en la playa para celebrar que había terminado la radioterapia y que Mikey había salido del hospital. Fuimos educados y estábamos algo vacilantes, pero al final del día, con la piel dorada por el sol y llenos de arena, nos sentamos en el sofá y hablamos sobre cómo cuando se pasa por un tratamiento así de agotador no quieres ni que te toquen porque te sientes enfermo y dolorido.

En ese momento, le pregunté que cuándo había sido la última vez que había abrazado a alguien. Y me contestó que hacía mucho tiempo.

Así que le dije: "¡Dame un abrazo!".

Y nos abrazamos. Fue el abrazo más cariñoso y sincero que me han dado nunca. Y luego nos besamos. A veces, cuando besas a alguien, no te da la sensación de que sea algo nuevo, sino de que ya sabías cómo era, como si llevarais besándoos toda la vida. No es algo muy común. Así es como conoces a tu alma gemela.

Enseguida nos dimos cuenta de que estábamos profundamente enamorados el uno del otro, así que me fui de Londres y dejé atrás ocho años de mi vida llenos de estrés por el cáncer para mudarme al acogedor apartamento que tenía Mikey en Brighton, al sur y al lado del mar, para tener una vida mucho más calmada. Era pura felicidad. Era la mejor manera de empezar una nueva vida sin cáncer.

Pasar por una enfermedad que amenaza la vida es vivir al límite. No estás en la Tierra porque estás mucho más cerca de la muerte, pero tampoco estás del todo en el cielo porque sigues viva. Estás en un limbo extraño. A Mikey le pasa lo mismo. Tener 4 años y que te digan que puedes morir en cualquier momento y que puede que no sobrevivas a tu infancia es muy difícil. Pero ha lidiado con ello con mucha dignidad y madurez emocional. Es la persona más filosófica que he conocido nunca. Siempre digo que tiene ojos de dinosaurio porque parece que su alma tiene miles de años.

Para alguien que padece fibrosis quística, tener 33 años es ser muy anciano. Cuando nos conocimos solíamos decir que vaya dos nos habíamos juntado y hacer bromas sobre quién moriría primero. Pero ahora tenemos otra competición: quién vivirá más.

En mi antigua vida tenía la costumbre de recordar el pasado y preocuparme por el futuro. Pero, desde el primer beso... ¡No! Desde esos primeros mensajes, vivo el presente y me siento como si flotara.

Como no tenía tiempo que perder y daba la casualidad de que este año era bisiesto, visité por sorpresa a Mikey en el hospital y le llevé una tarta con la siguiente inscripción:

Te quiero

Mikey

Cásate conmigo

¡Y me dijo que SÍ!

El pasado 2 de septiembre, tuve el privilegio de convertirme en la orgullosa mujer de Mikey. Nos casamos en el templete de la playa de Brighton acompañados de nuestros queridos amigos, familiares y perros. ¡No paraba de llover! Pero no nos importó porque el amor es lo que importa y, además, la lluvia trae buena suerte, ¿verdad?

Es curioso cómo funciona el universo. Si no hubiera tenido cáncer, no habría conocido al amor de mi vida. Si Mikey no tuviera fibrosis quística, no sería la persona que es hoy. Me avergüenza decirlo, pero antes de tener cáncer no me habría planteado salir con Mikey. Le habría querido como a un amigo, pero habría tenido demasiado miedo como para tener una relación con alguien tan enfermo, que es infértil y que no está ni sano ni en forma de una manera convencional. Qué idiota era. Podría haberme perdido lo mejor que me ha pasado en la vida. Gracias por abrirme los ojos, cáncer. Ni el cuerpo ni las apariencias son importantes. Es el interior. Tenemos que conformarnos con los cuerpos que nos han tocado. Las imperfecciones son las características más preciosas y bonitas que un ser humano puede tener. Nos hacen ser lo que somos, cuentan la historia de una vida que se ha vivido de verdad.

No sé qué me depara el futuro. Puede que el cáncer reaparezca o puede que no. Puede que Mikey viva 10 años más. Puede que tengamos hijos o puede que no, estoy en paz con cualquiera de las dos opciones. Pero lo que he aprendido de todo esto es que los milagros existen. A todos los que estéis leyendo esto, independientemente de si habéis pasado por un cáncer, una enfermedad potencialmente mortal o una ruptura que os ha roto el corazón, quiero deciros lo siguiente:

Nunca dejéis de creer en el amor.

Porque el amor vence a todo.

Este artículo fue publicado originalmente en la edición británica de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés y Lara Eleno.