Sociedad machista, hipócrita y embrutecida

Sociedad machista, hipócrita y embrutecida

EFE

Hay pocas cosas tan previsibles en este país como el espectáculo lamentable de medios y sociedad en su conjunto cada vez que un acontecimiento dramático nos agita. No hay traje que vista dignamente el abuso del morbo y la hipocresía. No hay bálsamo para el embrutecimiento constante como sociedad, y el barro no consigue tapar los agujeros por los que se van los valores que nos dignifican como especie y como sociedad.

La muerte del pequeño Gabriel nos ha agitado la zozobra y el dolor. Por lo doloroso de las circunstancias, por la sangre fría de quien lo asesinó e inventó una vida paralela de "madrastra" dolorida por su desaparición, por la dignidad de esos padres, por la bondad de esos corazones rotos. Por muchas cosas.

La bondad de los padres del pequeño Gabriel parece no tener hueco en el imaginario de un país que prefiere a los dragones que matan monstruos, a los dinosaurios que hacen temblar la tierra a sus pies, a la Ley del Talión del ojo por ojo.

De la siempre manida frase de los medios de "estamos con vosotros" se pasa en una milésima de segundo a la versión original de "usamos vuestro dolor", como si fuera un fertilizante cualquiera de audiencias y negocio de quienes se han olvidado de la esencia de la información para convertirla en un espectáculo de circo y pan.

Y si Ruth Ortíz condena esta apropiación de su dolor con fines políticos, siempre habrá un querubín de Nuevas Generaciones diciendo eso de "sarna con gusto no pica". ¿Se puede ser más miserable?

¿Cuántas veces se ha movilizado el Gobierno para exigir que los condenados por maltrato a las mujeres no salgan de una cárcel para que no infrinjan más dolor?

La labor de los medios de comunicación puede tener la honorable misión de transformar la sociedad o la desdeñable tarea de ser la rémora que perpetúe modelos anticuados como ha sido el caso en el tratamiento del asesinato del pequeño Gabriel. No hay nada más anticuado ni que más dolor y desigualdad haya producido que el machismo o la xenofobia. Y ambas cosas se han coaligado de manera soez en el caso de Ana Julia Quezada. No hace falta expiar ni un átomo de culpa de sus acciones sin convertirnos en animales salvajes ávidos de un banquete de sangre.

Y la hipocresía, la insoportable hipocresía del valor de una vida por los minutos que ocupan en las portadas y en los programas de televisión.

903 mujeres asesinadas a manos de sus parejas o ex parejas, decenas de niños asesinados por sus padres o por las parejas de sus madres, por la creencia de posesión de las mujeres como si fueran la extensión de una costilla flotante. ¿Cuántas veces se ha planteado el Gobierno de España que esos asesinos no salgan de las cárceles para que no le vuelvan a hacer lo mismo a otra mujer? ¿Cuántas veces se ha movilizado el Gobierno para exigir que los condenados por maltrato a las mujeres no salgan de una cárcel para que no infrinjan más dolor?

¿Cuántas veces se han revuelto para exigir que proxenetas como los del clan de los Sandulache se pudran en una cárcel para que no vuelvan a aporrear a mujeres forzadas a ejercer la prostitución con barras de hierro o que les den tales tundas de palos que las hagan abortar?

Ninguna. Porque sólo son mujeres, porque son hijos de mujeres, porque son 'putas', porque ocuparán mil veces menos tiempo en un informativo que el hecho de que un futbolista de primera división se tatúe un pony en el culo. Porque del "no nos metamos en eso" estamos hasta los mismísimos ovarios, porque no es sino la enésima demostración de una sociedad machista que camina excesivamente rápido al analfabetismo social que provoca pensar con la víscera y entrar a trapos que esconden los abismos que existen hasta llegar a la igualdad.

Hace dos años que en España está vigente la prisión permanente revisable y no ha evitado que tengamos que encogernos ante hechos como el sucedido con Gabriel.

El PP siempre se ha sentido cómodo en esto de la apropiación indebida. Y como también cree en la diversificación, además de quedarse con nuestro dinero, pretende apropiarse del dolor de esos padres golpeados por las acciones de un criminal si éstos previamente han ocupado y rellenado horas y días de la peor forma de hacer comunicación, la que amarillea todo hasta hacerla insoportablemente ácida y así poder arrojarlo a la cara de quien sea con la única finalidad de arañar unos cuantos votos. Su fin justifica los medios.

Hace dos años que en España está vigente la prisión permanente revisable y no ha evitado que tengamos que encogernos ante hechos como el sucedido con Gabriel. Por lo mismo que en EEUU la gente sigue matando a pesar de existir la pena de muerte.

Pero en España tenemos esos medios de comunicación que diseccionan el dolor vivo causando un calvario insufrible, que son capaces de encajar la cuadratura del círculo del sufrimiento, la aberración, la audiencia y el negocio por encima de cualquier ética o código deontológico hasta el punto de convertir en un acto de fe que lo que trasladan tiene algún parecido con la realidad.

Es infame, es bochornoso apropiarse del dolor de las familias para arrojarlo contra quienes piden algo tan sencillo como vivir porque están hartos de sobrevivir

Y por si lo anterior fuera poco, tenemos a un partido del Gobierno que precisa de agitar banderas y masas para que sus aullidos escondan los gritos de reivindicación de los pensionistas, de las mujeres, de todos esos colectivos maltratados por sus acciones políticas.

Es infame, es bochornoso apropiarse del dolor de las familias para arrojarlo contra quienes piden algo tan sencillo como vivir porque están hartos de sobrevivir. Es infame pretender que la desesperación de unos padres dolidos por sus tragedias convertidas en las de todos (como no puede ser de otra forma) pretenda usarse como acicate en la pervivencia de la corrupción política que detraía fondos de la lucha, por ejemplo, contra la violencia machista.

Poco habla el PP de los 20.000 efectivos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del estado que no ha repuesto, miles de miembros de nuestras policías que hubieran servido para llevar a cabo labores de prevención, de vigilancia. Tampoco de la precariedad con la que trabajan los funcionarios de prisiones, y así hasta el infinito en un país en el que todo va bien salvo algunas infinitas cosillas que abundan en la idea de lo poco que le gusta al PP que disfrutemos del Estado de Bienestar.

Y como dice el refrán, "éramos pocos y parió la abuela". Ciudadanos ha demostrado que la verdad fluctúa entre sus estrategias y la desfachatez de considerarse distinto -por nuevo- que quien miente con solera, pero actúa como gemelo idéntico no monocigótico.

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