Londres, ciudad desconocida

Londres, ciudad desconocida

Imagen tomada por León Fernando Del Canto, autor de este artículoLeón Fernando Del Canto

Si crees conocer Londres, lo único cierto es que seguramente no la conoces.

Podrás haber estado en Londres, haber vivido o trabajado allí. A lo mejor hasta entiendes, incluso, el puzzle del Gran Londres, que más allá del entramado de transportes, es una suerte de municipalidad. Compuesta de 32 distritos, boroughs, a lo mejor hasta sabes que la City of London no está incluida, aunque englobe a otra City, la de Westminster.

Y es precisamente la City of London, o la City, la más desconocida, por conocida que te parezca. Y me explico. Parece como si a lo largo de las últimas décadas las páginas color salmón del FT hubieran oscurecido su significado real, reduciendo su identidad al ámbito bancario, bursátil o financiero; quizás su activo más grande, cuantitativa, pero de ningún modo, cualitativamente hablando.

¡Qué despropósito! Es cierto que hay bancos, muchos, y otras múltiples instituciones financieras, demasiadas para mi gusto, pero la City es mucho más que eso. Tan sólo a nivel de profesiones y oficios, alberga más de cien gremios que forman parte de la Corporación de la City. Se trata de la estructura de gobierno municipal y política más antigua del mundo. Por ello, conocer sólo su aspecto financiero es casi como desconocerlo todo.

La organización municipal que gobierna la City, la Corporación, se sustenta en la defensa y representación del ejercicio libre de los oficios y profesiones de sus gremios. Gremios, livery companies, que más allá de defender los derechos individuales de sus miembros, se agrupaban entre sí, no sólo para preservar las libertades y derechos obtenidos, sino, y sobre todo, para asegurar el buen funcionamiento de la Ciudad. Gremios preocupados también por mantener la calidad, no sólo en el ejercicio, sino en el aprendizaje profesional. Precisamente, con este último objetivo, crearon en el siglo XIX el City & Guilds Institute, que hoy se reconoce como la institución que lidera los standards de excelencia en la formación profesional. Gremios, que mucho mas allá de la City, se sienten representados por la intensa actividad y agenda internacional del Lord Mayor of the City of London.

Así pues, cuando empiezas a preguntarte que a lo mejor los curiosos ropajes y ceremoniales de sus actos gremiales y corporativos pueden enseñarnos algo, seguramente estás comenzando a cruzar el umbral de la City. Y es que precisamente esas tradiciones son el símbolo más claro de la genealogía de una ciudad, que ya en el siglo XI, sino queremos trasladarnos a la romana Londinium, gozaba ya de una organización municipal moderna. Una ciudad que permitía a los gremios, más allá del ejercicio de sus oficios, el mantenimiento de una sólida cultura de aprendizaje y de libertades lejos de la injerencia de la monarquía. De hecho, ya el primer rey normando de las islas y descendiente de vikingos, Guillermo I de Inglaterra, reconoció en 1067 los derechos, privilegios y las leyes a la City.

En 1191 la Corporación de la Ciudad de Londres se proclamó "comuna". Desde entonces el estatus de ciudadanía libre de sus miembros ha seguido influenciando el pensamiento político en las islas británicas y desde allí a las democracias parlamentarias contemporáneas. Son precisamente, desde mi perspectiva, esas libertades ciudadanas y su sistema de organización municipal lo que constituyen la característica más admirable de la City.

"Voy a enseñarles lo grande que puedo llegar a ser", tendría derecho a gritar la City of London en los altavoces de este siglo XXI de las vanidades y las redes sociales, tomando como suya la célebre frase de Muhammad Ali. Pero no lo hará. Y no lo hará porque más de mil años de vida procuran a quien los cumple una perspectiva política que excede los cinco minutos de gloria que a lo sumo podría ganar con ello.

Una City que aunque separada, convive simbióticamente con el Londres legal de las cercanas zonas del Temple y Holborn; del que otro día hablaremos y cuya historia no tiene nada que envidiarle. Una City que con una clara separación del Westminster parlamentario y de la Corona ejerce una influencia innegable en asuntos de Estado. Una City que sabe equilibrar el peso de la tradición religiosa de su Catedral de San Pablo con el libre pensamiento de la Masonería, de la que alberga numerosas logias.

Guarda, por tanto, la City numerosas tradiciones que por su relevancia, y con un pensamiento crítico, merece la pena conocer. Su principal defecto: esa lenta adaptación a los tiempos, y sobre todo al principio de igualdad entre hombres y mujeres y a la diversidad. Pese a ello, hay algo que "se siente" en Londres y sus organizaciones profesionales que hace que se sigan fijando y, me atrevería a decir que midiéndose, muchas y muchos profesionales de todo el mundo.

Sin duda, sustentada en el poder económico derivado del comercio, el verdadero poder de la City radica sin embargo en haberse sabido consagrar como institución, fundamentada en una organización democrática y en la protección de las libertades de sus ciudadanos y ciudadanas, freemen and freewomen.

De extraviarse en algún momento este hilo genealógico casi inacabable que, a través de la labor continua de los gremios, se remonta más de mil años atrás, la City correría el riesgo de traicionarse a sí misma. Y de convertirse así, como en El Aleph de Borges en "un laberinto roto". Uno en el que, irremediablemente, la libertad se perdería.

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