Nunca te has planteado esto sobre la vuelta al cole de los profesores

Nunca te has planteado esto sobre la vuelta al cole de los profesores

Pasé ocho años de mi vida dando clase y, sinceramente, me encantaba mi trabajo. No hubo un solo día que me despertara sin ganas de ir a trabajar. Me sentía afortunada por dedicarme a esto. Algunas personas incluso afirman que es el mejor trabajo del mundo: gratificante, en continua evolución y te da la oportunidad diaria de marcar una diferencia en la vida de los niños.

A mis ocho años de profesora les siguieron ocho años sin ejercer. Nos fuimos mudando debido al trabajo de mi marido, creamos una familia y yo me quedaba en casa con nuestras hijas. También era gratificante, en continua evolución y me daba la oportunidad de marcar la diferencia en la vida de mis propias hijas. Añadiría también que era exigente, porque no cabe duda de que ser la madre que se queda en casa resulta duro en ocasiones.

Ahora estamos de vuelta y, con mis dos hijas a punto de empezar el colegio, he decidido que es hora de volver al trabajo. Estoy asustada, nerviosa, emocionada y preocupada. Mis bebés están abandonando el nido, por así decirlo, y si me necesitan no voy a poder dejarlo todo y acudir corriendo tan fácilmente como antes. Estaré en el trabajo por primera vez desde que nacieron.

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Puedo imaginarme cómo será el primer día.

Mi aula estará preparada a conciencia, con los nombres de los niños etiquetados en sus respectivas perchas y con todas las zonas bien organizadas. El primer curso de infantil supone un trabajo enorme. Será la primera vez que estos niños vayan a un colegio. Nuevas caras, un edificio grande y normas que seguir. Es un cambio que puede ser abrumador.

Por suerte, en este curso de iniciación, los padres suelen estar ahí el primer día para facilitar la transición.

Padres, puedo imaginarme ya a vuestros hijos: los tímidos que se esconden entre vuestras piernas, los que están llenos de energía y tiran de vosotros para descubrir algo nuevo, los nerviosos, los curiosos, los que ya saben cómo es el colegio porque tienen hermanos mayores que van allí, los que aún no han conocido a ningún niño del barrio, los que lloran porque no quieren que os vayáis...

El primer día de colegio hace que las emociones se disparen.

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Pero yo estaré ahí, dándoles una calurosa bienvenida con una sonrisa amable, asegurándoles que pueden soltarse de vuestras piernas y manos. Me esforzaré por que sean conscientes de que están a salvo y de que estaré ahí para ellos.

Pero hay algo que no mostraré mientras les doy la bienvenida.

No mostraré que, en ese justo instante, el corazón se me está rompiendo un poquito.

En la otra punta de la ciudad, en otra aula de infantil, mi hija también estará viviendo su primer día de cole. No podré darle la mano y mostrarle la percha con su nombre. No podré animarla para que vaya a conocer a sus compañeros de clase y no podré darle un beso cuando los padres tengan que irse. No podrá engancharse a mi pierna si se pone nerviosa porque yo, como profesora, no podré estar ahí en el primer día de cole de mi hija.

Estoy perdiéndome estos momentos con mis propias hijas porque he decidido estar ahí para vuestros hijos.

Así que, por favor, estad seguros de que cuidaré de vuestros hijos y los trataré con amabilidad, porque en la otra punta de la ciudad sé que hay alguien haciendo lo mismo por mis hijas.

Todo trabajo tiene algo que no es ideal. Algunos profesores piensan que no es para tanto, pero esta mamá está luchando por retener las lágrimas cuando trata de lidiar con la peor parte del mejor trabajo del mundo.

Este post fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Canadá y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.