La chica es mía
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La chica es mía

A pesar de los años, sigo poniéndome nerviosa la noche antes del estreno. Alumnos nuevos, en ocasiones asignaturas nuevas... Ahí estaba, buscando la posición adecuada para conciliar el sueño, cuando aparecieron con su estribillo pegadizo. Michael Jackson y Paul MacCartney discutían sobre de quién era la chica.

Seguro que no soy la única a la que le pasa. A pesar de los años, sigo poniéndome nerviosa la noche antes del estreno. Se podría pensar que cada curso es igual que el anterior, pero no. Alumnos nuevos, en ocasiones asignaturas nuevas, ganas de empezar y conocerlos, buenas intenciones que llegan con las libretas por estrenar y el olor de los libros aún intactos.

Pues ahí estaba, buscando la posición adecuada para conciliar el sueño, tratando de respirar como toca, peleando con mi mente cuando, sin quererlo ni esperarlo, aparecieron con su estribillo pegadizo. Michael Jackson y Paul MacCartney discutían sobre de quién era la chica.

Inmediatamente, con un impulso natural, el poder creador de la metáfora desfiguró las caras de Paul y Michael (perdón por la confianza), que volvieron a tomar forma con la semblanza de otros sujetos más cercanos a nuestra realidad y a nuestro sistema educativo. En mi imaginación, Wert y Vicent Marzà se peleaban por esa "maldita chica" tratando de hacerla suya.

El exministro comenzaba explicando, con un estilo poético envidiable, cómo cada noche paseaba por sus sueños y cómo se sentía orgulloso de ser especial para ella. Rápidamente, llegaba Marzà con la réplica: en realidad, la chica era suya y el padre de la Lomce perdía el tiempo pensando de otra manera.

Ambos la amaban (eso habría que matizarlo, claro), ambos querían perderse a su lado por la ciudad, y ambos reconocían no poder tenerla al mismo tiempo. El fade out marcaba el final de la canción pero no del problema.

El planteamiento puede sonar a broma, pero no lo es. No sé si Wert, Méndez de Vigo y los responsables de educación de las comunidades autónomas que se negaban a implantar la polémica ley, valoran lo cara que nos está saliendo la disputa. La Lomce es de unos, y otros han tenido que conformarse con remendarla un poco.

Nosotros, en medio de todo, iniciamos el curso con muchos profesores y alumnos sin libro de algunas asignaturas porque, entre otros motivos, algunas editoriales (y de las fuertes) no han querido jugársela y han esperado al final del verano para acabar de imprimir copias ante los devaneos de los políticos.

En junio, cuando las listas con el material quedan confeccionadas en los colegios, nos aseguraron que todo estaría disponible en septiembre, pero lo cierto es que, a día de hoy, hay docentes que no han podido comprobar cómo es el libro que llevarán durante el curso ni si el temario cumple con lo establecido por el currículo definitivo.

Para seguir con el desconcierto, algunas familias empezarán a descubrir en breve que han comprado algo que no les sirve. ¿Podrán devolverlo? ¿Cuánto tiempo tardarán en subsanar el error? ¿Nadie pensó que esto podía pasar? ¿Cómo afectará al día a día en nuestras clases? Y luego seguimos hablando de Finlandia...

En el camino hacia la innovación nos encontramos algunas "piedras": compartir libro con el compañero de mesa, hacer fotocopias de otras fuentes para completar algunas ediciones que, tras los últimos cambios en el currículo, se han quedado cojas, e incluso tener que sobrellevar en una misma clase contenidos diferentes por la tardanza de los gobiernos (general contra autonómicos) en zanjar la pelea.

De nuevo perdemos de vista el objetivo de la educación: enseñar. De nuevo perdemos fuelle ante cada obstáculo. De nuevo otros nos sitúan en el ojo del huracán, en plena tormenta.

Para acabar con fuerza, me quedo con Tina Turner. Ella ya sabía que debía haber algo mejor y se preguntaba cuándo íbamos a cambiar. Lejos de necesitar otro héroe, lo que realmente queremos es alejarnos del trueno. Ojalá los que mandan y deciden escucharan su voz firme pidiendo no volver a cometer el mismo error.

El poder cambia de manos, pero tanto los Michael como los Paul siguen perdiéndose en disputas por chicas caprichosas que nos atan al suelo y no nos dejan despegar.