Vivir en la ignorancia

Vivir en la ignorancia

Todos estamos metidos en esta vorágine de desatinos y desconcierto. Nos quieren ignorantes para manipularnos. No deberíamos olvidarlo. Quitar la asignatura de Filosofía de Segundo de Bachillerato es sólo un paso más. Una sociedad que no piensa, que se contenta con conocer las miserias del otro, que se entretiene viendo cómo se exhibe la intimidad del de al lado, no avanza.

Tener hijos pequeños tiene cosas muy buenas, como no disponer del mando a distancia a tu antojo; y es que, con la programación que ofrecen la mayoría de cadenas televisivas, es mejor vivir en la ignorancia y no saber qué harán esta noche mientras cenamos. Vivir en la ignorancia... como la mayoría de los entes que pueblan la pequeña pantalla.

Hace apenas unos días, en una de esas conversaciones alternativas al temario de la asignatura que nos toca dar, un alumno me decía que era demasiado cándida al pensar que la sociedad era injusta al considerarlos como la generación "nini". Hay muchos jóvenes que, al contrario de lo que yo defendía, no se interesan por nada cultural, no piensan ni tienen una formación adecuada a su edad. Yo le dije que tenía razón, pero que eso no ocurría sólo entre los más jóvenes, sino que, por desgracia, era un triste hecho que se estaba extendiendo cada vez más entre los adultos también.

Cercana a esta reflexión, una noticia inquietante ha circulado esta semana por las redes sociales y algunos medios de comunicación que todavía se preocupan por la formación y la educación en nuestro país: la desaparición de la Filosofía como asignatura obligatoria en Segundo de Bachillerato el próximo curso con la llegada de la Lomce.

Vivir en la ignorancia es más peligroso de lo que parece. Volvamos a los libros, a los valores, a las humanidades. Necesitamos sensibilidad, no peones del sistema.

Las humanidades parecen perder latido frente al actual término de moda: el emprendimiento. Ante una clase política comida por la corrupción (con la consiguiente pérdida de oportunidades del ciudadano de a pie), la escuela ha de ser la iniciadora en el mundo laboral. Ya desde bien pequeños, hemos de enseñarles a emprender para que, cuando salgan al mundo, tengan herramientas para desenvolverse en esta perdida sociedad. ¿Y dónde queda el mundo de las ideas, de la reflexión? ¿Dónde las humanidades para formarlos en valores, en sensibilidad, en cultura? ¿Dónde la historia, la literatura, el arte, la música, la filosofía? ¿Qué pasa en este mundo que los conocimientos ya no interesan? No quieren que pensemos. Qué miedo.

Recuerdo el temor que nos hicieron sentir hace ya algunos años cuando internet quedó al alcance de todas las manos. Los predicadores del momento auguraron años de soledad y aislamiento. Hubo quien pensó que tener tanta información a nuestro alcance sería más que positivo. "La era de la información". Ahora parece que unos y otros se equivocaban. Ni nos hemos aislado, ni aprovechamos ese caudal de datos. Para nada. Mas bien al contrario, la ignorancia abre más puertas al éxito (desvirtuado de su sentido original) que el trabajo y el esfuerzo. Cuidado, nos quieren ignorantes, ciegos al abuso y la manipulación. 1984, la policía del pensamiento, no podían estar más cerca de nosotros en pleno 2015. Qué lástima.

Pienso en tantos alumnos inteligentes, formados, creativos, válidos, trabajadores, que han tenido que luchar para conseguir becas, que han completado estudios en el extranjero para mejorar su currículum académico, que han metido a sus padres en préstamos para pagar un máster tras otro y se desesperan buscando trabajo. Mientras, otros, los que tanta gracia hacen con sus necedades, llegan noche tras noche a la pantalla de nuestro relajante televisor para hacernos olvidar lo duro que ha sido el día. Fahrenheit 451. ¿Acabarán viniendo también, como en la novela, a quemar nuestros libros?

Todos estamos metidos en esta vorágine de desatinos y desconcierto. Nos quieren ignorantes para manipularnos. No deberíamos olvidarlo. La filosofía es sólo un paso más. Una sociedad que no piensa, que se contenta con conocer las miserias del otro, que se entretiene viendo cómo se exhibe la intimidad del de al lado, que logra su catarsis emocional sopesando su situación con la del que parece estar peor, que se recrea en los chismorreos, no avanza.

Vivir en la ignorancia es más peligroso de lo que parece. Volvamos a los libros, a los valores, a las humanidades. Necesitamos sensibilidad, no peones del sistema.

¿Habrá, como en el tema de The Alan Parson Project, un ojo en el cielo vigilándonos?