De ciencia ficción

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Existen tópicos que se me antojan estigmas. Ideas, en todo caso peregrinas, que hemos aceptado sin más. Resulta curioso la rigidez que desplegamos para lo que comemos, y la laxitud que mostramos ante lo que nos inoculan en la mente. Habría que pensarlo.

Imagino que habrán visto, aunque sea de soslayo, The Big Bang Theory; esa serie de colores saturados y estereotipos añejos que, aunque bajo fórmulas matemáticas, infunden al por mayor un ideario tan dañoso como una dieta hipercalórica. Cuidado. En la serie, habrán comprobado, poco a poco se ha incorporado un mayor elenco femenino cualificado, e incluso el armario de la protagonista, antes en un clima y un huso horario diferentes al de sus compañeros de rellano, ha ido añadiendo ropa de abrigo, desterrando una estival tendencia al sofoco. Será hormonal, dirán. Sea como fuere, lo cierto es a pesar de que el cashmere ha desterrado a shorts y camisetas rasas, The Big Bang Theory todavía no se ha aventurado a cambiar su discurso, algo mucho más relevante que lo mucho o poco que se abriga una vecina.

Quizá el fallo más notorio en el que incurre la serie, día tras día, es en insistir que a las mujeres no les gusta la ciencia ficción. Los estrógenos, por lo visto, son incompatibles con distinguir entre Star Trek y Star Wars. También parece, vayan a saber por qué, que no ha habido ni una sola científica más allá de Marie Curie a quien, por cierto, califican como pseudo-hombre por "tener un pene hecho de ciencia". Permítanme guardar silencio.

Al margen de estas apreciaciones anatómico-científicas, el grupo protagonista suele reunirse, además de en el consabido piso de Sheldon y Leonard, en una tienda de cómics, lugar al que las mujeres no pueden, o no saben cómo, acceder. Porque no, los súper héroes y todo el mundo de fantasía que rodea a la ficción no son para las mujeres, ellas prefieren lo real, lo crudo o lo conmovedor. Será por ello que, en la actualidad, un anuncio de videojuegos muestra a una niña observando, impasible y resignada, a su padre y a su hermano competir con la consola; para qué iba a querer ella jugar, habrán pensado los publicistas, pudiendo observar cómo lo hacen los hombres de su familia.

Del mismo modo, retomo, en The Big Bang Theory los portentosos cerebros de los protagonistas recitan en varios idiomas, incluso en klingon, datos y cifras por doquier, sin haber reparado, ni una sola vez, en algunos aspectos que, quizá, les desmontarían todo el ideario con el que han construido su mundo estereotípico.

El primero de ellos, seguramente ustedes lo sepan, es que uno de los mejores episodios de Star Wars fue también escrito por una mujer. Efectivamente, La guerra de las galaxias: Episodio V. El Imperio contraataca, no solo es una de las mejores entregas de la saga, sino que en su escritura participó Leigh Brackett, otrora autora de la emblemática Planet Stories y guionista de, entre otras, El sueño eterno (1946, Howard Hawks), Río Bravo (1959, Howard Hawks) o Un largo adiós (1976, Robert Altman). La película, que fue presentada el 21 de mayo de hace treinta y ocho años, todavía es un referente de toda la saga, y no solo por su excelente guion sino, además, por su brillante montaje. Y es que en el equipo de edición participó también una montadora, Marcia Lucas, mujer del director y ganadora en 1977 (junto con Richard Chew y Paul Hirsch) de un Oscar por su trabajo en Star Wars: Episode IV. A New Hope. La propia Marcia Lucas, que también había montado American Graffiti (1973, George Lucas) y Alicia ya no vive aquí (1974, Martin Scorsese), consiguió un Oscar antes de que lo hiciera su marido. Curioso que todos los nombres masculinos sean fácilmente reconocibles y, el suyo, haya quedado postrado en la infinitud de la República Galáctica.

Para terminar, como a pesar de ser mujeres sí distinguimos Star Trek de Star Wars, aportaremos otro dato curioso, ya con mención a subir nota. En el desarrollo de la primera, la serie de 1966 creada por Gene Roddenberry, tuvo una importancia vertebral Dorothy Catherine Fontana, a quien pueden conocer por D.C. Fontana, Michael Richards o J. Michael Bingham. Fontana, que no solo era secretaria de Roddenberry sino, sobre todo, guionista y escritora de ciencia ficción, también fue productora de la serie, contribuyendo a su origen y posterior consolidación.

Quizá no sean ilustres, pero Marcia Lucas, Leigh Brackett y Dorothy Fontana han sido cruciales para la ficción de más alto nivel del siglo XX. Que no se conozcan sus nombres, o lo que es peor, que se desconozca su mera existencia, es lo que hace que todavía se sigan perpetuando estereotipos de absurda raigambre. No hay mujeres con fobia a los videojuegos, a la ciencia o a las tiendas de cómics, sino una sociedad que adolece de una profunda ignorancia. Y eso, desafortunadamente, no es ciencia ficción.

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