Del cine y su independencia

Del cine y su independencia

'United States of Love' (Tomasz Wasilewski, 2016).YouTube

Les abrumaría saber cuán a menudo me preguntan por qué me fascina el cine independiente. Desvelo con tanta frecuencia el motivo por el que me siento atraída por este tipo de historias, para muchos adventicias y subsidiarias, que incluso me he visto en la necesidad de recurrir a más de una parábola para ilustrarlo. Desconozco si me auto-revelo como cinéfila, como periodista o como profesora. Imagino que lo hago como persona.

Hace tres años, justo tres, sucedió algo insignificante que, sin embargo, me sirvió de epifanía. Once y media de la noche, un grupo de amigos salimos de ver El barbero de Sevilla y todo, absolutamente todo, estaba cerrado. Que en España sean las tres de la mañana y ciertas calles se engalanen como a medio día es algo nuestro, muy nuestro; pero que en Alemania marquen las doce de la noche y una persona quiera cenar fuera, hace casi automático que regrese a su habitación con hambre.

"Probemos en un local turco, seguro que está abierto", sugirió nuestro cicerone en tierras bávaras, conocedor de sus costumbres y sus horarios. Caminamos un escaso trecho y recalamos en una pequeña pizzería, cuyo olor a mozzarella y a especias hacían impracticable que pudiéramos cavilar. Sin comer desde la una, nos sumergimos con más fe que convencimiento en aquel local desconchado, dispuesto en forma de pasillo y decorado vintage. Parecía limpio y, a pesar de las aglomeraciones, su interior tenía cierto aire diáfano. En la barra había tres hombres de camisa corta, pelo en pecho y aspecto risueño, que departían mientras a las riendas del horno y de la caja una joven atendía a los clientes.

No quieran saber si la pizza era la mejor o la peor que he degustado, en aquel momento mi avidez e instinto de supervivencia pautaron mis gustos. Saciado el apetito, fuimos siendo conscientes del hilo musical y de los muchos temas que estábamos escuchando. Súbitamente, un hit del todo desconocido hizo su aparición, un éxito que ni siquiera recuerdo pero que enfervorizó a los clientes. Los hombres tras la barra se irguieron y comenzaron a cantar; la extenuada camarera les miró divertida. Y todo cambió.

De la cocina emergieron cocineros y todos, blandiendo lo que tenían a mano, comenzaron a marcar el compás a golpes contra el mobiliario. Percusión seca, vibrante, por todo el local. El ritmo, similar al de un ritual atávico, se apoderó de nosotros, iniciándonos en un cosmos ancestral que todo tenía de sugerente y primitivo. Rítmico y profundo, no recuerdo más. Aunque intenté capturar la canción, aquello no atendía a aplicaciones ni a móviles. Fue breve. La atmósfera de comunión se disipó tan pronto como cesaron los acordes, dejando nuevamente a tres hombres bebiendo y a una mujer despachando tras la barra.

Nunca es tarde para declararse incondicional del cine, y hoy es un buen momento para descubrirse amante de su independencia.

El cine independiente es, exactamente, como aquel local. Quizá se llegue a él más por contingencia que por voluntad, pero en el momento en que se superan los prejuicios, el hechizo de su órbita atrapa, apelando al mismo tiempo a algo elevado y primitivo; una creación inenarrable que entronca con lo propio y que, no obstante, se asienta en lo universal.

Si les digo esto es porque este viernes se estrena en nuestro país Estos unidos del amor, escrita y dirigida por Tomasz Wasilewski, y cuyo guion resultó ganador en el Festival de Cine de Berlín (2016). A primera vista, habrá quien pueda sentirse alejado de una historia tan personal, enclavada en la Polonia tras la caída del muro, con todo lo que ello significa para la vida de los ciudadanos. No obstante, a medida que el espectador se adentra en el espacio creado por Wasilewski, no puede dejar de sentirse subyugado por la vida de sus cuatro protagonistas, cuatro mujeres sobrepasadas por las circunstancias, que viven el desgarro de llevar una vida que bajo ningún concepto les representa. Guiadas por un marcado e insatisfecho deseo sexual (la alusión al amor en el título es cuestión, me temo, de una simple contigüidad semántica), los rigores se suceden en un entorno áspero que, pese a ello, se presenta conmovedor e impactante. No hay complacencia en United States of Love, solo humanidad retratada con austeridad y belleza.

Podrá gustar más o menos, eso es indiscutible; de lo que no cabe duda es que si no nos atrevemos con lo difícil, nunca dejaremos de recurrir a lo fácil. Prueben sin miedo, degusten a discreción. Hablen de ello, enfádense y redímanse. Están a tiempo.

Me gusta el cine, ya lo he dicho, y mientras existan reductos en los que se pueda discutir sobre sus meandros infinitos, seguiremos disfrutando de las muchas vidas que nos propone. Ya saben, nunca es tarde para declararse incondicional del cine, y hoy es un buen momento para descubrirse amante de su independencia.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Lucía Tello Díaz. Doctora y profesora universitaria de cine. Directora y guionista.