Ni tu hermana ni tu hija

Ni tu hermana ni tu hija

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Sección de congelados de un supermercado, así de mundano. Dos hermanos juegan. Pelean de todas las maneras posibles: se asestan sablazos, se patean, corren el uno tras el otro. El mayor de ellos rompe la diversión, extiende su brazo y frena en seco al pequeño: "si yo fuera Elsa, ahora mismo te habría congelado" le dice haciendo alusión a la protagonista de Frozen; "pero si me hubiera pedido yo a Elsa" replica el menor "te congelaría yo a ti". Dos niños especulando sobre los poderes de una mujer de ficción. Fascinante.

En plena era de controversia acerca de si es adecuado ("necesario" e incluso "lícito", he llegado a leer) que las mujeres protagonicen películas de superhéroes, a colación del estreno en curso de Capitana Marvel, escuchar una conversación semejante entre niños de seis y ocho años se me antoja alentador.

Porque en esta etapa, en este siglo, he tenido que presenciar que un padre alejase escandalizado a su hijo de los enseres de cocina en una juguetería, mientras que otro ofrecía orgulloso a sus pequeña de cinco años (según la caja) un chaleco para que su "bebé" mamara de ella. Al lado, una almohada de lactancia hacía que "la madre" (insisto, de cinco años), estuviera más cómoda alimentando a su vástago. Ellos juegan y ellas ensayan. Y todo sin alcanzar el metro de altura. Algo habrá que hacer.

Venturosamente, algunas grandes marcas están tratando de cambiar las cosas. La firma de Barbie ha puesto en marcha la campaña #CloseTheDreamGap para evitar 'la brecha de los sueños' que las niñas tienen desde su más tierna infancia, esa losa social que les precipita a creer que jamás podrán ser lo que ellas desean.

Todavía hoy en día se pone en duda que la mitad de la sociedad esté igualmente capacitada que la otra para hacer exactamente lo mismo.

Otras iniciativas, como la de la fundación Inspiring Girls, intentan mejorar las perspectivas profesionales de las niñas en edad escolar, para que piensen en su futuro sin mayor restricción que el límite de su propio esfuerzo. Escuchar a mujeres científicas, deportistas o empresarias les hace visualizar que es posible acceder a las profesiones que su vocación trace, sea esta la de piloto, escritora, matemática o gamer. Y digo gamer porque, por su parte, Movistar ha lanzado una campaña titulada #MyGameMyName, en la que se constata que, en el universo de los videojuegos, un nombre de usuario femenino comporta el ostracismo y una innumerable hilera de insultos por parte de los jugadores varones. Para comprobarlo, varios profesionales adoptaron perfiles femeninos y pudieron evidenciar cómo se les enviaba a la cocina o al infierno por el simple hecho de creerlos mujeres.

Regresando a Capitana Marvel, otra iniciativa constructiva es la que Walt Disney, junto con LaLiga, ha puesto en marcha simultánea al estreno de la película. Con #MujerTeníaQueSer, el sello pretende evidenciar que las mujeres también son capaces de destacar en la actividad física profesional, visibilizando el deporte femenino de la mano de campeonas como Natalia Gaitán, María López, Patricia García, Sandra Sánchez y Joana Pastrana.

Porque sí, todavía hoy en día se pone en duda que la mitad de la sociedad esté igualmente capacitada que la otra para hacer exactamente lo mismo. Por eso cuando The New York Times se pregunta si películas como Capitana Marvel sirven al propósito de contrarrestar la androgenización del espectro heroico, la respuesta no puede ser sino un rotundo sí, porque mostrar otros modelos de feminidad ofrece nuevos senderos para normalizar la igualdad. Que se vean ejemplos de mujeres extraordinarias ayuda a componer el futuro de mujeres extraordinarias.

Resulta grotesco que, cada vez que una mujer aparece en los medios, sea siempre como víctima.

El que un personaje femenino sea noticia desplegando un rol distinto al acostumbrado no deja de ser un paso adelante. Mujeres valerosas, no heridas; mujeres asertivas, no pasivas; mujeres autosuficientes, no desamparadas.

Porque resulta grotesco que, cada vez que una mujer aparece en los medios, sea siempre como víctima. Y a su vez es ominoso que cuando estas padecen la agresión de un hombre, hordas de ciudadanos clamen justicia pidiendo, precisamente, una injusticia: "cómo se nota que no es tu hija", he oído decir; "a tu mujer tendría que pasarle" o "no pensarías así si fuera tu hermana".

Debo ser la única que no desea que la hija, la mujer o la hermana del agresor (del juez o del periodista) padezca ningún perjuicio, en aras de que los hombres de su entorno comprendan la dimensión del sufrimiento. Porque entonces estaría buscando su simpatía, no su comprensión y su empatía. Por qué una mujer debe experimentar corrupción alguna para concienciar a un hombre, siendo tan sencillo empatizar desde la humanidad que nos une a todos.

Por eso es significativo que se rueden cintas como Capitana Marvel. Por eso es esencial que los niños no observen a Elsa, sino que se sientan como Elsa.

Porque solo mejorando nuestras acciones, nuestra educación y nuestros medios, podremos hacer que lo quimérico sea una realidad.

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