Que la fuerza nos acompañe

Que la fuerza nos acompañe

Josefina Molina.©GTRESONLINE

Cuando la vi, solo pude darle las gracias. Gracias por Función de noche, por El camino, por Lo más natural. Josefina Molina siempre ha sido un referente cinematográfico para mí, desde aquel día en que, siendo niña todavía, vi su Esquilache por primera vez. Como pionera, Molina abrió la senda a muchas mujeres, un horizonte desigual y nada sencillo en el que, con cada paso, allanó el camino a las siguientes generaciones. En la Academia de Cine, rodeada de guionistas, directoras y críticos, la cineasta correspondió mi agradecimiento con gesto sincero, vistiendo de humildad una de las obras más contundentes del cine español.

El azar no eligió mala fecha para que nos conociéramos, el cuatro de mayo, día internacional de Star Wars que insta a la fuerza a acompañarnos: "May the 4th Be With You". Y lo hizo precisamente en el aniversario de una revista a la que idolatro de largo, Caimán Cuadernos de Cine, nacida hace diez años como Cahiers du Cinema España, y cuyo primer ejemplar todavía descansa en mi biblioteca. Legítima continuadora del espíritu de Cahiers, esta rompedora publicación, repleta de pasión y de intelecto, está capitaneada por Carlos F. Heredero quien, como sabrán, además de crítico es un gran historiador de cine, estudiado canónicamente por todo alumno de bien. La novedad de esta edición conmemorativa no está en su contenido, siempre excelente; ni tampoco en su visión, invariablemente culta. El punto diferencial está en su redacción, exclusivamente femenina. Las periodistas Eulàlia Iglesias, Violeta Kovacsics, Beatriz Martínez y Andrea Morán, coordinadas por la eficaz mano de Jara Yáñez, han dirigido un número sobresaliente sin paliativos, en el que se dan cita voces tan heterogéneas como necesarias, reivindicando el espacio de la mujer en el mundo cinematográfico. También desde la crítica.

Porque sí, en el ejercicio periodístico estamos igualmente subrepresentadas. Cuando comencé en la crítica cinematográfica, quince años atrás, no era de extrañar adentrarme en una sala de cine en la que la generalidad del público fuera abrumadoramente masculino. Aunque ya estaban mis queridas María Guerra, Conxita Casanovas, Núria Vidal, Yolanda Flores o Marta Armengou, la generalidad de la crítica recaía en hombres, quienes a su vez visionaban películas hechas por varones y escribían para un público masculino. Es más, a día de hoy, siempre que me solicitan una charla o conferencia, me hacen notar que la crítica no es todavía cosa femenina, tomándome por una rara avis que se ha adentrado en el cine a hurtadillas.

Discretamente, la situación se ha ido normalizando, ver a una mujer en un pase de prensa no es tan insólito como años atrás. Y lo es porque, de algún modo, el público y las redacciones se han dado cuenta de que las mujeres nos tomamos muy en serio el cine, desterrando con empeño nuestra presunción de ignorancia. Sabemos de Victor Sjöström y de Hirokazu Koreeda; de Carl Theodor Dreyer o de Noah Baumbach. Pero también conocemos a Kelly Richardt, a Claire Denis, a Lena Dunham o a Carla Subirana, algunas de las directoras contemporáneas que se recogen en este décimo aniversario de Caimán.

Ser mujer en el cine significa ser espectadora, ser cinéfila, ser guionista, ser académica o ser directora, del modo en que lo sería cualquier hombre.

Porque sí, ser mujer en el cine es mucho más. No significa escribir para otras mujeres en exclusiva, ni hablar de aspectos de nuestra fisiología, como apunta Julie Delpy. Ser mujer en el cine significa ser espectadora, ser cinéfila, ser guionista, ser académica o ser directora, del modo en que lo sería cualquier hombre. Y por eso necesitamos más críticas, muchas más. Y no para ser condescendientes ni conmiserativas, sino para expresarnos con nuestra voz, cada una la suya. Como bien remarca la directora Inés París, pretender que haya más críticas no es querer aumentar la cuota de "verdugos" para los cineastas, sino amplificar la pluralidad en las opiniones y en los textos. Porque seremos mujeres, lo concedo; pero somos diferentes, y lo somos en la dirección y en la crítica; en la escritura y en la lectura. Intentar asimilarnos a todas bajo una misma etiqueta es un gran error de base, como lo es pretender encajar en un mismo molde la obra de Martin Scorsese y la de Christopher Nolan.

Estos tópicos, salidos de una suerte de decálogo del desprestigio femenino, son algo que debemos enterrar; la propia presidenta de la Academia de Cine, Yvonne Blake, lucha para que las mujeres tengan mayor visibilidad en el mundo del cine, labor que igualmente realiza la Asociación de Mujeres Cineastas (CIMA) desde 2006, encabezada por su actual presidenta, Virginia Yagüe.

Es obligación de todos los que estamos involucrados en el mundo del cine conseguir mayores dosis de paridad, y así luchar para que las cifras sean cada vez menos dispares y disparatadas. Qué suerte que la vanguardia de las tropas de CaimánCuadernos de Cine sirva de avanzadilla para un estado de cosas completamente diferente. Para que nosotras filmemos y nosotras escribamos. Que la fuerza nos acompañe.

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Lucía Tello Díaz. Doctora y profesora universitaria de cine. Directora y guionista.