Woody Allen o ‘No ser y ser algo’

Woody Allen o ‘No ser y ser algo’

El director Woody Allen.Eric Gaillard / Reuters

Siento una pasión desmedida por las librerías. Librerías de todo tipo, no se vayan a creer, de las nuevas y de las antiguas; de las cuidadas y las desastrosamente anárquicas. En ellas me siento como en casa, aquí y allá, y es habitual que visite cualquiera que encuentre mientras viajo. Recorriéndolas he hecho más de un hallazgo impensado, como un libro de recetas de Sofia Loren o un ejemplar desclasificado de Marguerite Duras. Cuando no sé qué hacer, o precisamente cuando quiero hacer algo, me acerco a alguna librería de libros usados, no por una querencia hacia el polvo y los ácaros, sino porque en ellas late una nueva oportunidad, el segundo acto para una vida nueva.

Medio día de finales de agosto. Me resguardo del calor y de la abulia en mi librería de cabecera. Reviso los títulos que conozco y me intereso por los que desconozco, como siempre. A mi vera se encuentra una inmensa colección de enciclopedias apiladas en una columna. La torre es endeble y amenaza con desplomarse: "ten cuidado, se puede caer La Inquisición" me dice el dueño de la tienda entre desdeñoso y preocupado. De caerse algo, pienso, mejor que sea la Inquisición. Sigo oteando hasta que me aproximo a la sección cinematográfica, de la que sobresale un curioso álbum ilustrado. Me sorprendo al ver un libro de historietas allí. Su título es filosófico, No ser y ser algo y, aunque me evoca a Shakespeare o a Lubitsch, descubro que versa sobre Woody Allen.

Por supuesto lo compro y lo llevo a casa, es otra de mis rara avis

El álbum, muy sencillo y de apenas setenta páginas, fue publicado en 1979 por Tusquets, tal como indica su sencilla portada, más parecida a una tira cómica de Quino que a un cómic de Marvel. Por supuesto lo compro y lo llevo a casa, es otra de mis rara avis. Se trata de la traducción de las tiras cómicas Inside Woody Allen de Stuart Hample, popular ilustrador cuyo trabajo recordarán en Annie Hall, no en vano, suya es la escena animada de Blancanieves que tan garbosamente dobló Diane Keaton.

Desde 1976, y durante ocho años, la tira cómica de Hample fue publicada en The New Yorker con permiso del propio Woody Allen. Como el dibujante relató a The Guardian en 2009, cuando en 1975 ideó elaborar sus viñetas, Allen apenas tenía tiempo para dedicarlo a aquellos lares. No había sido así a principios de los sesenta, cuando Hample le conoció como monologuista en los locales de Greenwich Village. Por aquel entonces, recordaba el dibujante, había noches en las que Allen no conseguía ni un solo aplauso. El público le observaba sin ningún tipo de reacción, algo que Jack Rollins, su agente, achacaba a la actitud hostil del director. En contraste, una década más tarde su carrera como cineasta ya estaba consolidada y su éxito no dejaba de acrecentarse. En aquel momento, por consiguiente, lo último en lo que Allen pensaba era en unas viñetas. Pese a ello, bien por amistad o por insistencia, el director terminó accediendo a la publicación de la tira cómica.

Salvo algún comentario desafortunado, cuarenta años después de publicarse, muchas de las viñetas siguen siendo de una actualidad abrumadora

Fue al ver el material del ilustrador cuando el director, halagado por el dibujo pero preocupado por el texto, le hizo llegar parte de sus sketches para que los emplease como base de su trabajo. De hecho, cada sábado Hample se acercaba al piso de Allen en la Quinta Avenida, para que este ojeara el resultado y le diera el visto bueno a su publicación. Así nacieron las tiras cómicas que vertebran el libro que ahora tengo entre manos.

Su estructura, dividida en bloques temáticos muy del gusto de Allen (Filosofía, Psiquiatría, Relaciones con mujeres, Historia familiar y primera infancia, Artista/celebridad, Las fuerzas del mal), cuenta con personajes recurrentes como el de la psiquiatra Dra. Fobick o la propia Diane Keaton ataviada con su clásico chaleco. Los gags de No ser y ser algo son de un humor sencillo, elegante las más de las veces, y metafísico en ocasiones. Otras viñetas, sacadas de contexto, pueden llegar a ser de un perfil perturbador, máxime a tenor de los últimos escándalos en los que se ha visto envuelto: "El problema de mi vida sexual es que se desarrolla demasiado a menudo con el consentimiento de un solo ser adulto".

Así que no lo duden, dondequiera que vean una librería, entren

Salvo algún comentario desafortunado, cuarenta años después de publicarse, muchas de las viñetas siguen siendo de una actualidad abrumadora. Otras son simplemente desternillantes: "Si hubiera un dios justo, nos tendría comiendo dos veces a la semana y haciendo el amor tres veces al día"; "algunos artistas alcanzan la inmortalidad a través de su obra. Yo prefiero alcanzarla no muriéndome"; "solo hay dos cosas importantes en la vida. Una es el sexo y, la otra, no es tan importante".

Así que no lo duden, dondequiera que vean una librería, entren; ni se imaginan lo que su visita a este mundo aparte les puede deparar.

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